Mali Selmentsi (Kisszelmenc en húngaro). Este pueblo ucraniano, con el 90% de sus habitantes de ascendencia húngara- es olvidado por muchos y es desconocido por la mayoría. Se trata de un asentamiento muy pequeño en la frontera entre Ucrania y Eslovaquia. Hasta el 2006 esta aldea vivía aislada del mundo y estaba dividida en dos partes. En 1945, durante la ocupación soviética, el pueblo fue dividido en dos y se construyó un pequeño «Muro de Berlín”, impidiendo que los familiares se reunieran fácilmente como antes. Una mitad pertenecía a la Unión Soviética y la otra a Checoslovaquia. Si los familiares querían visitarse, podían hacerlo por un desvío de 150 km., atravesando dos fronteras y sometiéndose a un difícil procedimiento de visado.

En 2006 se abrió  por fin un paso, que permite el tránsito peatonal de 7 a 19 horas. Después de muchas décadas, los residentes del asentamiento dividido pudieron volver a entrar en contacto diario.

El 24 de febrero de este año estalló la guerra. Unos días después, esta frontera se convirtió en una de las rutas de escape. El pueblo solo tiene unos cientos de habitantes. De pronto se confrontaron con la realidad de que miles de personas llenaron las calles del pueblo para llegar al territorio de la Unión Europea, ingresando a Eslovaquia. Bajo la dirección de József Illár, los habitantes de Mali Selmentsi se organizaron para ayudar a los refugiados con bebidas calientes y comida. Todo esto lo hicieron con sus propios recursos. El propietario de una tienda en la frontera despejó su local de dos plantas y lo ofreció para calentar a los refugiados, cambiar a los bebés y dar cobijo a los que querían descansar o no podían cruzar la frontera. Las escenas desgarradoras son habituales aquí, cuando las madres jóvenes con sus hijos pequeños se despiden de los padres que regresan a la guerra, ya que a los hombres en edad militar no se les permite abandonar Ucrania.

Los habitantes del pueblo acogieron y ayudaron a los refugiados durante 24 horas con mucho amor y pocos recursos. El Cuerpo de Socorro de la Orden de Malta de Berehove, a 60 kilómetros de distancia y en la misma situación, ofreció su ayuda. En los primeros días, «solo» se necesitaban mantas, porque el alojamiento, la comida y la bebida podían ser proporcionados por el pueblo. Mientras tanto, se hizo evidente la importancia de contar con uniformes adecuados para los ayudantes: la población fue provista de uniformes de abrigo, que provenían del Cuerpo de Socorro de la Orden de Malta de Alemania, y así se estableció una presencia de la Orden en la frontera de Kisszelmenc. Bajo la dirección de Viktória Illár, los voluntarios participaron a diario en la atención de entre 1000 y 1500 refugiados. Además, hubo dos ayudas muy importantes: En primer lugar, los dirigentes y residentes del pueblo de Páty, cerca de Budapest, así como la comunidad católica, aportaron un importante donativo para ayudar a los refugiados. Además, los malteses de Berehove enviaron continuamente desde su campamento todo lo que el pueblo necesitaba: ropa, comida, pañales, artículos de aseo, etc. En la zona se agotaron varios medicamentos, principalmente preparados de insulina, que el municipio de Páty ayudó a conseguir.

En el lado eslovaco de la frontera, los autobuses organizados por el alcalde de la ciudad vecina de Velke Kapusany (Nagykapos) esperaban para llevar a los refugiados a un lugar cálido y seguro y ayudarles a llegar a su destino.
Los voluntarios siguen trabajando constantemente en esta frontera. Decenas de miles de personas la han cruzado desde que comenzó la guerra. En los últimos días, la oleada de refugiados ha disminuido, normalmente solo llegan unos pocos cientos de refugiados por la noche. La frontera está ahora un poco más tranquila, pero quién sabe por cuánto tiempo más.