Un lugar genuino de gracia

Aunque Dios está en todos lados, muchas veces escoge lugares para mostrar su presencia y su acción de manera especial; muchas veces por medio de la Santísima Virgen María y los Santos. Estos lugares son llamados lugares de gracias, lugares de peregrinación o Santuarios.

Dios favorece los lugares ya en tiempos del Antiguo Testamento (el Monte Sinaí, el Templo de Jerusalén, etc.). La Iglesia primitiva pronto descubrió una especial efectividad de la acción de Dios en los lugares de la vida de Jesús y los lugares de descanso de los mártires. La veneración de los lugares santos y el establecimiento de lugares de gracia sigue siendo una característica importante del cristianismo hasta hoy.

El objetivo de Dios es establecer un pacto personal con el hombre. Observando cómo Dios trabaja (como en el Antiguo Testamento), deja claro que no se conforma con llamarnos de forma general, sino que nos llama al compromiso a través de tiempos y lugares privilegiados.

Fundado en un acto de invitación

Es la convicción de Schoenstatt de que el Santuario es un genuino lugar de gracias. En los meses y años posteriores a que el P. Kentenich propusiera la alianza de amor con María, invitándola a tomar posesión en el Santuario, él observó cuidadosamente la vida en torno al Santuario en busca de signos de la genuina actividad de María en el espíritu del Acta de Fundación. Encontró el apoyo interior de María en el Santuario que muchos experimentaron como soldados en la Primera Guerra Mundial; la formación de jóvenes cuyas vidas mostraron una verdadera y heroica santidad (especialmente José Engling).

En los años posteriores a 1914 muchos fieles han experimentado repetidamente que el Santuario es un lugar de gracias, sobre todo por las tres «gracias del Santuario»: la gracia del hogar, la de la transformación interior y la de la fecundidad apostólica.

La fundación de Schoenstatt se llevó a cabo por medio de una invitación: los socios terrenales ofrecieron su esfuerzo por la santidad y a la socia celestial (María) se le pidió que viniera a morar activamente en el Santuario como Madre y Educadora. Esta es precisamente la «Alianza de Amor» sobre la que se fundó Schoenstatt. La vida del Santuario depende enteramente de esta alianza y la consagración mariana típica de Schoenstatt es inseparable del Santuario y sus gracias. Cada alianza de amor con la MTA está por lo tanto conectada al Santuario, al menos espiritualmente, y el Santuario se nutre de la vida de alianza de amor de todos los que están vinculados allí.

Gracias de Peregrinación

Cada Peregrino que entra en un Santuario de Schoenstatt, recibe las tres gracias de Peregrinación.

la gracia del hogar,
la gracia de la transformación interior y
la gracia de la fecundidad apostólica.
La gracia del hogar
La gracia del hogar es la gracia de saber que María me acepta totalmente y me da un hogar en su corazón y en su Santuario. Esto se experimenta a nivel natural por cosas sencillas como el tamaño pequeño del Santuario o su atmósfera hogareña. Se comunica en el nivel sobrenatural a través de la presencia materna de María, que acepta a cada persona tal como es.

El hecho de que los santuarios filiales sean todos réplicas del Santuario Original aumenta la gracia del hogar. Los peregrinos que viajan de un Santuario Filial a otro se sienten en casa enseguida porque el alma reconoce el espíritu familiar a través de las formas familiares. La imagen de la MTA permite que esta gracia se extienda aún más, ya que incluso este único punto de familiaridad ayuda al alma a sentirse rápidamente en casa y entre la familia.

La gracia de la transformación interior
La gracia de la transformación interior está ligada al trabajo de María como Madre y Educadora en el Santuario. Ella no sólo nos hace sentir como en casa, sino que también trabaja para hacernos mejores Discípulos de Cristo transformándonos desde dentro. En Schoenstatt esta gracia nos ayuda a educarnos a nosotros mismos y a los demás, construyendo sobre la base de que nuestro esfuerzo es necesario, pero también la conciencia de que sin la asistencia de la gracia, la formación plena del hombre nuevo en la nueva comunidad es imposible.

la gracia de la fecundidad apostólica
Las dos primeras gracias de peregrinación culminan en la tercera: la gracia de la fecundidad apostólica. Cuando el alma está completamente en casa (sabe que es completamente aceptada) y profundamente transformada (se libera de las muchas cosas que la hacen temerosa y vacilante para difundir el Evangelio), es capaz de ser más plenamente eficaz como instrumento de Dios, permitiéndole alcanzar un alto grado de fecundidad apostólica.