Es la fe en Dios y su presencia activa en todo acontecimiento en nuestras vidas, sea este pequeño o grande, marca profundamente nuestro ser.

Consiste en estar abiertos a los mensajes que Dios nos da en todo momento a través de las voces del alma -lo que sentimos en nuestro corazón-, de las voces del tiempo -lo que sucede a nuestro alrededor y en el mundo-, y las voces del ser -la realidad objetiva, valores objetivos-. De esta forma, buscando la voluntad de Dios a través de hechos concretos, podemos tener un diálogo más humano y más elevado a la vez, con Él.

Esta fe es práctica -lo contrario a lo meramente teórico-, porque aplica la doctrina de la divina Providencia, tanto en una forma general, como de manera personal; y se aplica a la vida diaria. Ve todas las cosas a la luz de la fe e intenta discernir y obedecer la voz de Dios en el tiempo, en nuestra alma y en el orden del ser, buscando encontrar así la correcta aplicación en toda circunstancia.

Esta fe es activa. Esto significa que no esperamos simplemente que el plan de Dios se despliegue, sino esperamos descubrir su voluntad en los eventos de la vida diaria, intentando responderle fiel y efectivamente. Está conformado por el deseo de ajustarse totalmente a la voluntad de Dios.

A través de la voz del tiempo, Dios expresa su voluntad en todo lo que sucede, tanto en una vida personal como en un mundo de situaciones –“Vox temporis, vox Dei»: la voz de los tiempos es la voz de Dios-. Dios nos habla y nos guía en los caminos hacia su reino mediante las personas que conocemos, los libros que leemos, las preocupaciones y tendencias de un cierto tiempo, una repentina crisis o bendiciones, en las cruces que envía o los males que permite, o en las puertas que abre o las que nos cierra. Dios puede ser así encontrado en los signos de los tiempos.


Discernir la voz de Dios requiere:

  1. Tener una profunda actitud de fe en la vida diaria -“Nada pasa por casualidad, todo viene de su bondad”-.
  2.  Estar atento a los eventos que nos rodean, tanto en gran escala -Iglesia y mundo- como en la pequeña -personal y la vida familiar-.
    Discernir la voluntad de Dios.
  3. Con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios». P. Kentenich

La voz del alma es la manera en que Dios me habla a través de tendencias y agitaciones de mi alma y las de aquellas otras personas que me rodean. Dios crea cada alma con cierta sensibilidad y una misión, y su respuesta a situaciones o circunstancias es una forma que Dios utiliza para revelar su plan. La voz del alma puede ser discernida desde cosas como reacciones espontáneas, aspiraciones, anhelos, ideales, miedos e intuiciones. Incluye la voz de la conciencia y de la certidumbre de nuestra vocación. Es influenciada por el temperamento y los enfoques para la resolución de problemas. Una voz del alma trabajada, buscará estar atenta las invitaciones de la gracia y luchará por ser portadora de los dones del Espíritu Santo.

Como la voz del alma es la más subjetiva de las tres voces, es la más vulnerable a los engaños del egocentrismo, miedo, competencia, orgullo, lujuria y pereza. Es por eso que siempre hay que cuidar de escuchar a esta voz en conjunto con las otras voces, especialmente la del orden del ser. Sin embargo, esta voz es irremplazable cuando se trata de discernir la voluntad de Dios, porque nos conecta en lo más hondo de quienes somos. Podemos estar más sintonizados a la auténtica voz del alma si cultivamos una profunda alianza espiritual y fe práctica en la divina Providencia. La obediencia según nuestro estado de vida, el Poder en Blanco y la Inscriptio, pueden ayudar a superar el lado ambiguo y egocéntrico de esta voz.

A través de la voz del ser Dios nos comunica la realidad objetiva, tanto la natural como la sobrenatural. Esto incluye las leyes de la naturaleza , de la sociedad y el orden y enseñanzas de la Iglesia. Dios también nos habla a través de datos objetivos sobre quién soy como persona, las características e historia de mi familia o comunidad. Ciertas realidades así como mi temperamento y talentos, o el uso que le doy a mi libre voluntad -descubrimiento de mi vocación, consecuencias de mis acciones- deben ser tenidos en cuenta en el camino de  discernimiento de la voluntad de Dios.

El P. Kentenich basaba esta voz en la perspectiva de: Ordo essendi est ordo agendi, eso significa, el orden del ser es la norma del modo de actuar. Esto indica que el ordenamiento del universo y de nuestro ser en concreto, establecen ciertas normas que estamos invitados a respetar, si pretendemos ser fieles a la voluntad de Dios.