A las diez y media de la mañana de este jueves 23 de diciembre el Santo Padre Francisco dirigió su Discurso a la Curia Romana con ocasión de las felicitaciones navideñas. El discurso del Papa está impregnado del concepto de “humildad” en un tiempo que parece “haberse olvidado” de ella, o “haberla relegado una forma de moralismo”. Toma forma a partir de la figura de Naamán el sirio, un valiente general del ejército arameo que “junto con la fama, la fuerza, la estima, los honores, la gloria, “estaba obligado a convivir con un drama terrible: era leproso”. Su armadura, la misma que le proporcionaba prestigio, en realidad cubría una humanidad frágil, herida, enferma. Así, “Naamán comprende una verdad fundamental: uno no puede pasar la vida escondiéndose detrás de una armadura, de un rol, de un reconocimiento social”: llega un momento, en la existencia de cada uno, - afirma el Santo Padre - en el que se siente el deseo de no vivir más detrás del revestimiento de la gloria de este mundo, sino en la plenitud de una vida sincera, sin más necesidad de armaduras y de máscaras.