Lucy López Cruz es chilena y tiene 93 años. Por estos días está muy contenta, aunque algo cansada, y es que el último tiempo ha estado muy ocupada, no sólo trabajando como voluntaria en los Juegos Panamericanos 2023, sino también dando muchas entrevistas a distintos medios periodísticos, pues a todos ha llamado la atención su vitalidad, su jovialidad y entusiasmo cuando de hablar de deporte se trata. Y es que el deporte ha marcado toda su vida.

El equipo de la revista Vínculo también ha querido entrevistarla para conocer un poquito más a esta schoenstattiana que tantas alegrías ha entregado a Chile en el plano deportivo y que hoy, con la sabiduría que dan los años, nos comparte su mensaje de entrega, compromiso y constancia aprendidos desde niña.

¿A qué edad partiste tu actividad deportiva?

Partí como a los 8 años con el esquí, pertenecía a la brigada del Club Andino de Chile, en Lagunillas. Esquiaba prácticamente todas las semanas y cuando no había nieve hacíamos trekking en Santiago con mi familia. Eso me fortaleció para ser atleta. En el atletismo comencé mirando campeonatos y después con una amiga fuimos a la Universidad Católica para empezar mi carrera de atleta. Antes de casarme participé en varios Sudamericanos y en los primeros Panamericanos de 1951 gané medalla de plata.

Hubo años que no practiqué deporte debido a una operación de un riñón y a la maternidad. Al volver a la universidad retemé la acticidad deportiva y me gané una beca para entrenar en Alemania. Ahí estuve un año y mi marido, mi mamá, mi suegra, mis hermanas, mi nana, todos me ayudaron a cuidar a mis hijos, que tampoco eran tan chicos porque los dos mayores ya estaban en la universidad.

¿Cuáles fueron tus principales actividades laborales?

Al volver de Alemania, tuve la cátedra de atletismo en la Universidad de Chile y empecé a preparar profesores para ser entrenadores. Yo también trabajé como entrenadora de básquetbol, vóleibol y atletismo en clubes, y esto me permitió viajar a campeonatos internacionales, hice clases en el colegio Universitario Salvador y 24 años en el colegio Villa María.

¿Cómo llegaste a participar en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023?

Me ofrecí como voluntaria, especialmente en las competencias de atletismo. En una de las reuniones generales me pidieron que participara en la ceremonia de inauguración y después me dijeron que yo iba a encender la llama olímpica –yo era la mayor de todos y tenía mi trayectoria deportiva–, pero tengo problemas en mi rodilla y me sentía insegura de estar sola en el escenario y con el peso de la antorcha, así que no quería fallar ni hacer el ridículo y me ayudaron Fernando González y Nicolás Massú, ¡fue un traspaso generacional muy lindo

«Me ofrecí como voluntaria, especialmente en las competencias de atletismo. En una de las reuniones generales me pidieron que participara en la ceremonia de inauguración y después me dijeron que yo iba a encender la llama olímpica…»

¿Cuándo y cómo conociste Schoenstatt?

Cuando yo estaba en el Liceo 7, en 6° de humanidades (IV medio actual), en uno de esos actos que se hacían en el colegio con la directora y las alumnas, un día de abril de 1949, llegó un sacerdote alemán con unas hermanas alemanas a invitarnos a participar del Movimiento de Schoenstatt. ¡Era el P. Kentenich con su barba blanca, quien vino personalmente a invitarnos! ¡Es muy lindo haberlo visto y haber estado ahí! En el Liceo no había clases de religión porque era laico, pero todas las que quisimos participar íbamos todos los sábados al colegio de las Monjas Argentinas, en Pedro de Valdivia, y ahí nos juntábamos con las hermanas alemanas que sólo hablaban alemán.

Yo no pude participar todos los sábados porque muchas veces coincidía con campeonatos de atletismo y tenía que ir a competir. Fallé muchos sábados a esas reuniones, pero me llegó tanto al corazón lo que conversábamos cuando iba, que después, siempre antes de ir a competir iba a la misa más temprano que había en la parroquia cerca de mi casa y le entregaba mi carrera a la Virgen y con eso ya me iba tranquila.

¿Cuándo hizo su Alianza de Amor? ¿A qué santuario está vinculada?

Durante el tiempo de la universidad y después con los hijos no seguí participando del Movimiento, me alejé un poco. Pero cuando entré a trabajar, entré a la Rama de Señoras y ahí con mi grupo sellamos la Alianza de Amor en el Santuario de Providencia. Trabajando en el Villa María, muchísimas veces acompañé a los cursos a retiros que hacían en el Santuario de Bellavista, así que también estuve muy vinculada a ese santuario.

Y después, cuando participé en una Olimpíada en Barcelona me quedé unos días en Alemania, me alojé con unas colegas en Colonia y fuimos al Santuario Original con unas amigas alemanas, una judía y otra que no creía en nada, y que al conocer Schoenstatt se impresionaron mucho; tanto, que la que no creía en nada se convirtió y se hizo católica.

Con este salto, Lucy ganó la medalla de plata en los Panamericanos de Argentina

¿Qué es lo que más te gusta de Schoenstatt?

Lo mejor es que la Mater siempre me acompaña y nunca me deja sola. Mi hija me regaló una medalla de la Mater que siempre ando trayendo conmigo y me la meto dentro de la blusa, escondida porque me da miedo que me la roben. Yo no salgo de la casa si no salgo con mi Mater.

¿Actualmente en que Rama participas?

Participaba en la Rama de Señoras y con la Virgen Peregrina, pero es súper triste porque muchas personas a las que les llevaba la Virgen se me han muerto, con la pandemia, y personas menores que yo pero mayores igual. Actualmente, sólo les llevo la Virgen a los vecinos de mi edificio porque yo también ando con bastón y no me puedo movilizar tanto. Vivo sola con una cuidadora y ella me acompaña al santuario domingo por medio.

Para ti, ¿cómo se relaciona el deporte con la vida espiritual? ¿Qué cosas marcan tu personalidad?

No interesa tanto el triunfo ni la medalla misma. Lo importante es que lo que uno se propone, lo puedas hacer, puedas dar lo mejor de ti. Eso me ha hecho una persona exigente conmigo misma, y el deporte me ha regalado disciplina, perseverancia, constancia, dar lo máximo. Ha significado tener proyectos y proponerme metas y cumplirlas. Es ir superándose uno misma. Como decía el P. Hurtado, hay que dar hasta que duela; y si hay otro mejor, felicitarlo.

¿Qué mensaje quisieras trasmitirnos a quienes leemos esta entrevista?

Este tiempo en que he salido en tantas entrevistas, ha sido muy gratificante saber que uno ha aportado un granito de arena en el crecimiento de tantos jóvenes a quienes les hice clases. ¡son muchas generaciones!

Llena el alma dejar huella. Unos atletas ciegos que participarán en los Juegos Parapanamericanos me pidieron también que los acompañara cuando compitieran para darles fuerza y así les vaya bien. Lo que yo quisiera decirles a todos es que luchen por sus proyectos y se propongan metas y den lo mejor de sí mismos. Lo que hagan hacerlo bien, lo mejor que se pueda.

Fuente: Revista Vinculo