El comienzo del tiempo de penitencia pascual trae consigo una gran motivación para profundizar en la vida de fe. Creo que puede ser un tiempo de cambio, de descubrimiento y de trabajo sobre uno mismo.

La esencia del cambio parece ser la acción. Es un poco como en las matemáticas: sumar lo que consideramos valioso y necesario -como la oración y otras actividades espirituales-, restar lo que consideramos desfavorable y hasta ahora no hemos podido hacer: todo lo que merece nuestro ayuno, nuestros «menos» o «a partir de ahora no voy más…».

Un tiempo de reflexión diaria

Cada día tenemos que meditar sobre las cosas que nos han pasado, a dónde nos han llevado, cómo nos sentimos al respecto. No se trata de marcar una lista de tareas. Se trata de estar en paz con uno mismo, de escuchar el corazón, la mente, los deseos y las decepciones. Esto es muy necesario para el desarrollo espiritual. Si no nos escuchamos a nosotros mismos, si no comprendemos el momento que estamos viviendo en la vida, no hay crecimiento en la oración. Es una ayuda concreta para ver lo que a veces nos enfrentamos inconscientemente. Esta autoescucha nos ayuda también a discernir, a decidir qué hacer a continuación, hacia dónde ir.

El tiempo penitencial pascual es el fortalecimiento de nuestra relación con Dios a través de María en la alianza de amor.

Podemos preguntarnos…

Tenemos que centrarnos en cuál es nuestro objetivo durante este tiempo penitencial de Pascua. Y cada día podemos preguntarnos: ¿Qué pensamientos he tenido hoy? ¿Qué está vivo dentro de mí este día? ¿Qué me ha venido a la mente mientras rezaba? ¿Qué me ha traído hoy un momento de paz? ¿En qué momentos del día veo a Dios actuar? ¿Qué momento ha quedado especialmente grabado en mi memoria?

En nuestro viaje por la vida, no siempre queremos seguir el camino por el que Dios nos conduce, elegimos nuestro propio camino en la vida, nuestras propias recetas para la felicidad –la nuestra y la de los demás. Nos falta valor, perseverancia, paciencia, sinceridad, confianza y fe. Como resultado, multiplicamos nuestras propias cruces y nos doblegamos ante ellas.

Quien vive fielmente en la Alianza de Amor nunca se perderá – solía decir el Padre Kentenich.

Un tiempo de conversión

El tiempo de penitencia pascual sirve para la conversión del corazón. La conversión del corazón es un cambio de pensamiento, de juicio y, en consecuencia, de vida. A veces este cambio es muy doloroso. Requiere no sólo un cambio de corazón y una ruptura con el modo de vida anterior, sino sobre todo una nueva orientación: hacia Jesús, hacia el prójimo y hacia la vida según los principios del Evangelio.

Tiempo de poner orden

El período penitencial de Pascua es un tiempo de limpieza. Sobre todo, es un tiempo para nuestras relaciones con Dios, con los demás y con nosotros mismos. En el Sermón de la Montaña, Jesús habla de tres maneras sencillas de ordenar las relaciones. Éstas son: La oración, la limosna y el ayuno.

La oración pone en orden nuestra relación con Dios. También requiere un tiempo especial para hacer una pausa y profundizar en nosotros mismos. Sin esa pausa, la vida puede resultar superficial y banal, y la relación con Dios, ilusoria.

Dios, que es fiel a su alianza con nosotros, quiere recordarnos que nuestro viaje por la vida no es solitario. Dios está siempre presente, nos acompaña, nos guía. También está presente cuando le olvidamos, le damos la espalda y seguimos nuestro propio camino.

Un tiempo para renovar y estrechar los vínculos

El tiempo penitencial pascual es tiempo de limosna, es decir: ¿cómo son mis relaciones con los demás?

La limosna tiene un gran poder, aunque a menudo inconsciente. En el libro de Tobías leemos: La limosna libera de la muerte y limpia de todo pecado. Los que dan limosna se llenan de vida (12,9). Hoy necesitamos más corazón, afecto, amor y presencia. A veces no hace falta mucho para llevar alegría a la vida de otra persona. Todo lo que hay que hacer es apartar la mirada de los propios problemas y mirar a nuestro alrededor. Uno nunca está solo en la alianza de amor.

Una expresión especial de la limosna es la reconciliación con el prójimo, el perdón. Dios nos ha perdonado tanto en Cristo y sigue perdonándonos. Él espera que perdonemos a nuestro prójimo lo mejor que podamos: ¡sed amables y misericordiosos los unos con los otros! Perdonaos los unos a los otros, como Dios os perdonó a vosotros en Cristo (Efesios 4:32).

Quizá merezca la pena profundizar en el Padrenuestro durante este tiempo de Cuaresma. Pedimos a Dios que nos perdone nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a quienes pecan contra nosotros. ¿Lo hacemos realmente?

Tiempo de vida ascética

El tiempo pascual de penitencia es también un tiempo de vida ascética y de purificación de los sentidos. La mortificación de los sentidos y del cuerpo es necesaria para la liberación y el desarrollo del espíritu. El ayuno da respuesta a la pregunta: ¿Quién soy? Revela los peligros personales e indica dónde y en qué área debo trabajar, desarrollarme, luchar contra las pasiones, debilidades y tentaciones. El ayuno nos confronta con los pecados personales, con los lados oscuros de la vida. Como resultado, conduce a la humildad. La ascesis exterior debe llevar a la interior, es decir, a organizar la propia vida, a darle sentido, a buscar los valores correctos, a vivir cada día el Evangelio y la alianza de amor. Sin esto, el próximo tiempo penitencial pascual no dejará una huella más profunda en nuestras vidas.

Que el tiempo penitencial pascual, que acaba de comenzar, sirva a cada persona, a cada familia y a cada comunidad para profundizar en lo que alimenta el alma y abrirla al amor de Dios y del prójimo.