850 jóvenes de seis escuelas hicieron recientemente su Alianza de Amor en el Santuario de Schoenstatt en Guayaquil, Ecuador. Un grupo de la rama de Familias del Movimiento de Schoenstatt ha tomado como apostolado la atención espiritual de jóvenes adolescentes de seis escuelas. Cada una de esas escuelas cuenta con un matrimonio de Schoenstatt que se encarga de la formación de jóvenes. Los alumnos de estos centros educativos suelen ser de bajos recursos, y por eso están expuestos a mayores dificultades, incluyendo las drogas. La asistencia espiritual que reciben los adolescentes está dirigida a la libertad interior y el crecimiento orgánico en la dignidad de cada persona.

Esta es la expresión profunda de la Alianza de Amor con María en el Santuario de Schoenstatt: Nosotros le entregamos nuestro corazón y nuestra vida, y la Virgen se compromete a entregarnos el suyo, y a ayudarnos a moldear nuestra personalidad acercándonos a Jesús.

Normalmente son 600 los jóvenes de estas seis escuelas que anualmente hacen su Alianza de Amor con María en el Santuario de Schoenstatt en Guayaquil. En este mes de noviembre fueron 850, dado que se sumaron unos 250 que no pudieron hacerla oportunamente, en razón de la pandemia. Muchos de ellos tuvieron, sumados a la formación durante el año en las mismas escuelas, dos días de formación en torno al Santuario, como profundización a la preparación a la Alianza.

Compartimos aquí las palabras que dirige a estos jóvenes Joaquín Martínez Amador, miembro de la Obra Familiar de Schoenstatt, quien fuera director del colegio Espíritu Santo, y dedicara su vida a la educación de adolescentes:

Viviendo para la vida eterna

Hoy ustedes, chicos y chicas de colegios de Guayaquil, han tenido un momento para pensar sobre sus vidas.
Algo que no hacían antes.
Sobre ello quisiera hacer unas reflexiones.

Ya tengo mis años, pero recuerdo bien cuando tenía su edad.
Recuerdo los sueños y los temores, las incertidumbres y las esperanzas.
¿Cómo me va a terminar yendo en el colegio?
¿Qué carrera escogeré? Los adultos alrededor mío me insisten en esta u otra, pero no estoy seguro.
Seguiré con mi novio o novia de colegio o ya debo pensar en una relación de futuro.
¿Conseguiré trabajo?
¿Me saldrá mi idea de poner un pequeño negocio?
¿Me casaré, tendré hijos?
¿Me quedaré en este país, con los míos, o emigraré?
¿Viviré con holgura económica o apretado, sano o enfermo?
¿Cómo me irá?
Para que me vaya bien, ¿cómo debo vivir en esta vida que tengo por delante?

Cuando uno es joven y observa a los viejos la vida parece larga, pero no lo es.
Pasa como un relámpago.
Y de pronto, todo lo que antes nos parecía importante, deja de serlo.
Nos damos cuenta de que son cosas que se quedarán aquí cuando ya no esté.
Me enfrentaré a la realidad de la verdadera vida.
La vida eterna.
Porque la vida en la Tierra es tan solo un breve paso hacia la eternidad.
¿No hace más sentido trabajar para esa eternidad que para los pocos años que pasaré en la Tierra?
Debo vivir en la Tierra para la eternidad.

Cuando esté frente a Dios, en el juicio final, cómo responderé a la pregunta: ¿trabajabas para mí o para ti?
¿Fuiste prójimo para los que te rodeaban, o solo te preocupabas de ti, de cumplir tus metas, de satisfacer tus ambiciones y caprichos, sin pensar en el resto?
¿Qué voy a responder?

Hoy, que pedimos a la Virgen que nos apoye en el camino de la vida, tienes que empezar a preguntarte, ¿para qué estoy aquí?
Jesús nos lo aclara en el Evangelio.
¿Hago caso de sus enseñanzas o solo me preocupo de impresionar al resto?
¿Vivo una vida cristiana pensando en que, en menos tiempo del que pienso, estaré frente a Él?
¿O me quedo en el cuchicheo, en la broma de mal gusto, en el chiste, en la moda, en la comodidad, en el quedar bien frente a otros y no frente a Dios todopoderoso y eterno?

Pidamos a la Virgen lo realmente importante, que nos ilumine el camino hacia la vida eterna.