El camino hasta la Plaza de San Pedro y la espera
Esa tarde del 8 de mayo, mis hijas estaban frente al televisor, mirando la imagen en directo de la chimenea de la Capilla Sixtina, esperando la humareda que anunciaría el resultado de la votación del cónclave, que pensábamos que no tendría éxito. «¡Humo blanco!», gritó una de mis hijas, e inmediatamente nos invadió un sentimiento de sorpresa por la rapidez del nombramiento y de alegría por tener un nuevo pontífice.
Sin pensarlo dos veces, salimos de casa, subimos al coche y nos dirigimos a la plaza de San Pedro: es un acontecimiento tan importante para nosotros y para nuestra fe, que no nos lo podíamos perder.
Llegar a la plaza fue toda una aventura: primero nos topamos con un tráfico surrealista y luego nos rescató el aparcamiento de varias plantas del Gianicolo, la colina situada frente a San Pedro, que nos permitió llegar a la columnata de Bernini sin más demora. Sabíamos por la televisión que había muchos fieles y peregrinos en la plaza de San Pedro, pero nos esperaba una sorpresa: otras 150 000 personas (la estimación oficial) tenían la misma idea que nosotros y se agolpaban para entrar por la Via della Conciliazione o en la plaza.


No nos desanimamos y nos unimos al flujo de peregrinos, reuniéndonos al final para pasar los detectores de metales y acceder a la plaza. Todavía no me lo creo, pero conseguimos llegar a la plaza, cerca del obelisco, 30 minutos antes de que anunciaran el nombre del nuevo Papa. No sabíamos quién sería, como todo el mundo, y la alegre expectación se respiraba en el aire.
Todos teníamos el móvil listo para hacer fotos o vídeos del acontecimiento, aunque a nadie le funcionara la conexión a Internet. La plaza estaba llena de peregrinos de todo el mundo, también con motivo del jubileo, y los fieles italianos esperaban que el nuevo Papa fuera italiano. Para nosotros, los romanos, la figura del Papa forma parte del «panorama de la ciudad», de la identidad profunda de la ciudad, es una presencia de la que no podemos prescindir, incluso para los no creyentes, y el origen del pontífice no importa mucho, porque es nuestro obispo… De hecho, amamos profundamente a los pontífices anteriores y nos alegramos y rezamos por ellos.
La proclamación
Finalmente, se abrió la cortina del balcón central de la basílica y el Cardenal Protodiácono pronunció la frase que todos conocemos: Habemus Papam.

Así nos enteramos de que el cardenal Robert Francis Prevost había sido nombrado Papa con el nombre de León XIV. Entre los fieles italianos se extendió la curiosidad por saber quién era el nuevo Papa y por qué había elegido ese nombre. Poco después, algunos fieles, a pesar de la débil señal de internet, compartieron la noticia de que el pontífice era de origen americano y apareció junto a los demás cardenales. En las pantallas gigantes de la plaza, pudimos ver en su silencio inicial y en su mirada conmovida una gran emoción que también nos envolvió a todos.
Comenzó el discurso del Papa, tan largo e intenso como quizá nunca había escuchado en las otras proclamaciones a las que había asistido. Algunas palabras clave resonaron en nuestras mentes y corazones como si fueran hitos: paz (repetida ocho veces), Papa Francisco (dos veces), Roma (cuatro veces), mundo (cuatro veces), Iglesia (nueve veces), puente/puentes (tres veces), María, a quien dedicó las dos últimas frases finales del discurso.
La declaración de sus intenciones nos impactó de inmediato: «Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia en camino, una Iglesia que busque siempre la paz, que busque siempre la caridad, que busque siempre la cercanía, especialmente con los que sufren», lo que nos recordó la expresión del Papa Francisco de una «Iglesia en salida», que en León XIV, se convierte en la Iglesia que dialoga y «tiende puentes». Estas frases llegaron a nuestros corazones como el estribillo de un larguísimo salmo que quiere continuar la Iglesia en salida de Francisco con una Iglesia que dialoga y se une a los demás para construir un mundo nuevo.
El nuevo pontífice
En su saludo inicial, el Papa León XIV explicó su trayectoria, sus orígenes en la Orden de San Agustín y su misión como sacerdote y obispo en Perú, donde obtuvo la ciudadanía, a pesar de haber nacido en Chicago (EE.UU.).

A principios de 2023, el Papa Francisco le nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos, pero también fue presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, lo que le convierte un poco en romano.
Quizás el episodio más llamativo es el que cuenta la Hermana Karina Gonzales en Vatican News, relatando cómo el Papa León XIV, cuando era misionero en Perú, para llegar a todos sus fieles dispersos por la diócesis, incluso en zonas de difícil acceso, partía a caballo para llegar a la Sierra del Norte, una región montañosa andina. Un pastor, pues, que lleva a sus fieles en el corazón y hace todo lo posible por alcanzarlos y ayudarlos.
El nombre de León XIV
Al oír el nombre, todos los fieles presentes en San Pedro se preguntaron el por qué había elegido ese nombre. Todos los expertos en el tema recordaron la conexión con el Papa León XIII (Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, 256º Obispo de Roma, que fue Papa de 1878 a 1903) que, en mi opinión, destacó por valorar la teología de Santo Tomás de Aquino en los estudios teológicos y por haber buscado el diálogo con el mundo (estábamos después de la conquista del Estado Pontificio y en tiempos del desarrollo del modernismo, el capitalismo y, en consecuencia, el socialismo). Su obra concluyó con la encíclica Rerum Novarum (1891), aún hoy muy importante, que constituyó el fundamento teórico de la doctrina social de la Iglesia católica y representó la respuesta de la Iglesia a los problemas de la época (que aún nos afligen, aunque de forma diferente).
A los romanos, sin embargo, nos gusta pensar que la elección del nombre se inspiró también en el recuerdo de León I, pontífice de 440 a 461, al que se vincula especialmente su encuentro con Atila, soberano de los hunos, para intentar disuadirle de avanzar contra Roma (episodio representado en un fresco de Rafael de 1513 en los Museos Vaticanos) y los sucesos de 455, cuando consiguió salvar Roma del saqueo de los vándalos, protegiendo a la población y las principales basílicas.

Al final de esta emocionante e importante jornada, me vienen a la mente unas palabras de Mons. Prevost en una entrevista que concedió en mayo de 2023 al director editorial de Vatican News, como rasgo que también nos gusta pensar del pontificado: «Mi vocación, como la de todo cristiano, es ser misionero, anunciar el Evangelio allí donde se encuentre». Indignamente, queremos seguir este camino…
Traducción: Hna. M. Lourdes Macías