Stefan Keznickl conoció al Padre Kentenich hace 30 años a través de otros schoenstattianos. En ese momento tenía 27 años. Describe estos primeros encuentros de la siguiente manera: «Esto es lo que siempre busqué: algo auténtico, original, con un sello de santidad. Vivir el cristianismo en el sentido del cristianismo original. Eso es lo que encarnó Schoenstatt para mí. Por eso sigo aquí con todo el entusiasmo».
Stefan viajó 20 años más tarde a Milwaukee con un grupo de schoenstattianos y se confrontó con el P. Kentenich de una manera nueva y más profunda: «Había mujeres, hombres, padres de familia, jóvenes de entonces, ahora hombres adultos de mi edad, que lo conocieron. Y estas personas relatan sobre la profunda paternidad del P. Kentenich. Ellos mismos la encarnaron en sus realidades personales. Algunos de ellos fueron a su “escuela” durante años y lo contaron con tanta autenticidad, con un brillo en los ojos, incluso siendo que el P. Kentenich había muerto hacía 20 o 30 años. Nunca he experimentado algo así».

Stefan Keznickl está convencido de que todas las personas tienen hoy en día la posibilidad de conocer al P. Kentenich personalmente y dejarse guiar por él: «Hay muchas maneras de conocer al P. Kentenich. Venir a un santuario de Schoenstatt, escuchar una charla, leer una biografía. También hay biografías que no son de Schoenstatt; están muy bien escritas, con una perspectiva externa. Tómate un café conmigo. Podría hablar del Padre Kentenich durante horas porque me entusiasma. Algo muy bonito es hablar con hermanas de María ya de mucha edad, que le conocieron personalmente. Cuando hablas con una hermana de 80 o 90 años, ver la luz de sus ojos cuando habla de él, es lo mejor que te puede pasar. ¡Es una experiencia tan profunda!»

Stefan Keznickl también comenta las acusaciones que actualmente golpean al P. Kentenich: «Estuve en la Federación de Hombres en Suiza, pasé mucho tiempo en Alemania, soy austríaco, pasé mucho tiempo en los Estados Unidos y mucho tiempo en Chile. Todo lo que vivo en el Movimiento de Schoenstatt, no importa en qué comunidad, no es este Kentenich que incapacita a las personas. Por el contrario, condujo a todos los que conocí a la plena libertad de los hijos de Dios. Dios nos ha dicho que sí, y es cuestión de trabajar su don, su talento, su gracia, como sea que se llame esta chispa divina».