Desde hace años es costumbre que la Familia de Schoenstatt se reúna en la Casa Padre Kentenich en torno al onomástico y cumpleaños del P. José Kentenich para seguir sus huellas y conocerlo mejor. Después de una larga pausa, es una alegría para muchos que esta serie continúe ahora y que la Hna. M. Pia Buesge comparta detalles más bien desconocidos de la vida del P. Kentenich, como tan bien sabe hacerlo.

La Hna. Gisela-Maria Mues, directora de la Casa Padre Kentenich, que se encuentra en el Monte Schoenstatt, a pasos de la Iglesia de la Santísima Trinidad, dio la bienvenida a todos los presentes que llegaron para celebrar el cumpleaños del Padre Kentenich. Entre ellos había invitados de Engers, que se encuentra a apenas 10 kilómetros de Schoenstatt, a orillas del río Rhin. Es el lugar que hoy nos ocupa en particular porque el P. Kentenich vivió allí hace 100 años.

Tras las huellas del Padre Kentenich en Engers

En otoño de 1920, el P. Kentenich trasladó su residencia de Schoenstatt a Engers. Los motivos de su decisión son diversos: Tras la repentina muerte del padre palotino que trabajaba como capellán en el hospital San Agustín de Engers, el P. Kentenich se hizo cargo de esta tarea. Allí pudo recuperarse un poco y, al mismo tiempo, allanó el camino para que su sucesor como director espiritual en Schoenstatt pudiera comenzar con su tarea.

Tenemos un tesoro, un santo

La hermana portera de San Agustín de entonces contó más tarde la siguiente historia sobre la llegada del P. Kentenich al hospital: Un joven palotino lo acompañó a su habitación y después comentó a la enfermera: «No sabe qué tesoro hemos traído a su casa. Es un santo».

Es sorprendente que exista abundante material escrito de los cuatro años que el P. Kentenich vivió en Engers. Se lo debemos principalmente a la investigación de la Hermana M. Magda Kessler, una Hermana de María ya fallecida que nació en Engers. Hoy, la Hermana M. Pia dirige nuestra atención a tres puntos centrales del trabajo del P. Kentenich en Engers, ilustrados con numerosas fotos:

1- Párroco en el hospital de Engers

La Hermana M. Erika Kölzer, que ahora vive en Borken, también procede de Engers. Compartió con los presentes un impresionante testimonio sobre el trabajo del Padre Kentenich como capellán de hospital, que conoció por su abuela cuando era adolescente. Su abuela le contó, entre otras cosas:

«En el otoño de 1920, cuando mi madre estaba internada en el hospital San Agustín de Engers, el Padre Kentenich también estaba allí. Allí celebraba la misa todas las mañanas y visitaba a los enfermos. Mi madre debía de estar especialmente cerca de su corazón. (Nota: era una joven viuda con cinco hijos).

Mi madre sufría del corazón y se estaba muriendo. El Padre Kentenich comprendió todas sus preocupaciones y necesidades. Preparó a mi madre para la muerte mediante la instrucción religiosa y oraciones. Quedé marcada por ese encuentro con el Padre Kentenich…».

2- Un corazón para los huérfanos de la Primera Guerra Mundial

En una antigua casa del parque de Engers, las Hermanas Franciscanas habían instalado un hogar temporal para huérfanos de guerra. El Padre Kentenich vivió durante un tiempo en esta casa. En un reportaje de Kätchen Breitbach oímos cómo se ocupaba de estos niños de forma paternal: Les ayudaba con las tareas escolares, jugaba con ellos en el parque, les preparaba para la Primera Comunión. Prestaba especial atención a los niños con problemas. En Navidad les hacía regalos que había pedido en tiendas de Engers. En el día de San Nicolás hacía él de Nicolás.

3. Fundador del primer grupo para jóvenes

Familia Kessler

Fue el mismo P. Kentenich quien fundó el primer grupo schoenstattiano para muchachos en Engers. También hay un informe al respecto de la Hna. M. Magda. Los chicos acudían con entusiasmo a las reuniones semanales del grupo. Ocasionalmente, el Padre Kentenich visitaba también a los miembros en sus casas paternas, por ejemplo en la casa de la familia Kessler. Tres hijas de esta familia se convirtieron más tarde en Hermanas de María; las tres habían conocido al P. Kentenich en Engers.

Uno de los hijos era Karl Kessler, sobre el que la Hermana M. Pia llama especialmente nuestra atención. Su juventud se caracterizó por una enfermedad, y el Padre Kentenich tuvo un oído abierto para él. Le ayudó a sobrellevar su sufrimiento y a madurar hasta convertirse en un muchacho alegre – varias fotos dan testimonio de ello. Murió en cautiverio ruso en 1944.

Werner Johann Kessler, uno de los sobrinos de Karl, hizo un relato muy conmovedor de la última etapa de la vida de Karl con extractos de cartas. Muestra la profundidad religiosa a la que llegó.

1921, Grupo de la Juventud Masculina

El P. Kentenich expresó incluso el deseo – aún no cumplido – de que alguien escribiera una biografía de Karl Kessler.

Este último testimonio, muy conmovedor, dio lugar a una oración común por los cristianos perseguidos y al canto «Protéjanos tu manto». A continuación, los sacerdotes presentes impartieron la bendición vespertina.

Pascua, 1923 – Juventud Masculina

Agradecidos, pensativos y, al mismo tiempo, asombrados, emprendimos el camino de regreso a casa. Recibimos valiosos conocimientos sobre la vida de personas que tuvieron un marcado impacto en sus vidas, conociendo al P. Kentenich.

¡Cuántas personas habrán conocido al Padre Kentenich durante estos cuatro años en Engers! ¿Cómo influyó él en sus vidas?

Él también puede provocar un impacto en nuestras vidas hoy, generando un cambio importante si nosotros, como Familia de Schoenstatt, seguimos sus pasos.

Fuente: Hermanas de María de Schoenstatt – s-ms.org

Traducción: Enrique Soros