José, un hombre justo, silencioso y oculto. Es tan discreto, que se empeña en permanecer en segundo plano y dejar que toda la luz brille sólo para Jesús y María. Se queda atrás, en silencio. Pero hoy queremos que su luz clara nos ilumine. Queremos revelar un poco de su brillo y contemplar el crecimiento de su importancia en nuestra Familia de Schoenstatt, la importancia que nuestro Padre fundador le dio.

En 1928, el Padre José Kentenich repasó la historia de la devoción a San José en la Iglesia: «La Iglesia también experimentó un crecimiento en este sentido, en la devoción a San José. Desde el punto de vista teológico, aún quedaba mucho camino por recorrer hasta que la veneración a San José penetrara más profundamente en toda la Iglesia. En Oriente esta veneración surgió antes que en Occidente. Un martirologio de Reichenau, de alrededor de 1850, nombra a San José por primera vez. Los místicos y teólogos del final de la Edad Media comenzaron a ocuparse de su posición en la historia de la salvación. Recién en 1479 se incluyó su fiesta en el breviario romano”.

Y continúa el P. Kentenich diciendo que “en la historia de la Iglesia, ¿no se encontraba también San José relegado? En el siglo IV comenzaron a pintar cuadros de él y a cuidar que estuviera más expuesto. Recién en el siglo XIX, el siglo de la gran veneración a María, el Espíritu Santo se encargó de que llegara al centro y fuera reconocido solemnemente como protector de la Iglesia”.

Nuestro Padre fundador ve siempre a San José en perfecta unidad con María. Por eso expresa en 1950 que “Dios habla a través de las situaciones. ¿No será que la Virgen quiere, a través de hechos concretos, llamarnos la atención sobre San José?

 

Desde los orígenes de Schoenstatt

Al principio de la historia de nuestra Familia de Schoenstatt nos enfrentamos a grandes dificultades,  por lo que naturalmente se cultivó la confianza en la ayuda de San José. En 1950 el Padre fundador habla de la feliz realidad de que «San José -desde que lo proclamamos administrador de todas nuestras preocupaciones financieras- ha cumplido brillantemente su tarea».

 

Visión orgánica de San José en Schoenstatt

Y añade: «Con todo esto, no solo nos ponemos a la altura de la Iglesia, sino que en parte incluso la superamos, sobre todo también por la visión orgánica de la figura de San José y la forma integral de venerarlo. No lo veneramos sólo en un sentido o en otro, solo como protector de la vida interior y de la pureza, sólo como constructor, o solo ministro de economía. Esta amplitud da un carácter especial a la veneración de San José en nuestra Familia”.

La forma de venerar a San José en Schoenstatt, a la que se refiere el P. Kentenich, es amplia. Nuestro fundador presenta varias características del esposo de María. San José es el que más amó a la Virgen y fue su fiel esposo, también es el padre de Jesús, quien lo protege y educa; por lo tanto, José es un modelo de cabeza de familia, un modelo de padre, esposo, compañero, tiene todas las virtudes para formar parte de la Sagrada Familia.

El Padre Kentenich también expresa cómo Dios actúa a través de «segundas causas». En la historia de la salvación, Jesús es el protagonista y María es la que da el «sí» para que esta historia se haga realidad. Pero es San José, un personaje «secundario» de la historia, quien se convierte en el jefe de la familia. Incluso en su pequeñez, se convierte en una pieza clave para la salvación de la humanidad.

Cuanto más importante sea para nosotros la vida espiritual y nuestra vida interior, el crecimiento en las virtudes y la aspiración a la perfección y a la santidad, más nos aseguramos la ayuda de San José y más nos llaman su santidad, sus virtudes, y aprendemos de su ejemplo.

Sao José

 

A él le confiamos

Cuanto más numerosos son los peligros para el cuerpo y la vida, cuanto más quiere el espíritu mundano penetrar en nosotros y apartarnos del ideal, más confiamos en la protección de San José.

Cuanto más grandes son los problemas económicos y financieros o más graves se vuelven, más buscamos la ayuda de San José, también en estas aflicciones y preocupaciones.

Cuanto más experimentamos nuestras limitaciones e incapacidades en nuestras responsabilidades profesionales y en los puestos que ocupamos, cuanto más numerosos son los problemas que nos agobian, más buscamos refugio en San José.

Cuanto más afligidos y asustados estemos por la edad, la enfermedad o la aflicción por la muerte, más nos ponemos bajo la protección de San José y confiamos en su ayuda.

Sin embargo, el Padre fundador nos hace una advertencia: «Sería desubicado, es decir, no sería delicado por nuestra parte si pensáramos: cuando lo necesitamos, entonces lo queremos » (1928).

Sí, podemos y queremos amar a San José. Y cuanto más lo amemos y lo hagamos nuestro amigo, más cerca estarán de nosotros la Virgen y Jesús, porque los tres forman una unidad de corazones, son una sola familia, ¡la Sagrada Familia!

Así lo confirma nuestro Padre fundador: «Una vez, Santo Tomás de Aquino lo formuló muy claramente: cada santo posee una cierta autoridad en su tarea – de cada uno podemos alcanzar una cierta gracia. Sin embargo, desde San José podemos alcanzarlo todo. […] Llegará el momento en que San José ocupará una posición de mucha más fuerza y gloria que la que ha tenido hasta ahora… Debe ser incluido en el círculo de amor de nuestra Familia»

Que crezca más nuestro amor por San José

Que nuestra relación con San José siga creciendo, es decir, que primero vuelva a ser viva, vigorosa y original. Esto se corresponde bien con el sentido de nuestro Padre fundador, ya que él mismo afirma: «Es muy importante para San José que le amemos personalmente mucho más que hasta ahora» (1934).

El P. Kentenich ya nos dio las siguientes indicaciones en 1932: «¿Qué queremos hacer? Tener más confianza en San José. Para dar más valor a sus imágenes y estatuas. Debe ser incluido en el círculo de amor de nuestra Familia”.

Dejemos que crezca nuestro amor por San José. Intentemos renovarlo, profundizarlo y vivificarlo. No dejemos que San José se quede en el rincón, en el rincón de un Santuario o de un Santuario Hogar. Démosle el lugar de honor que le corresponde, sobre todo, un pequeño lugar de predilección, un rinconcito de predilección en nuestro corazón.

Del mismo modo, ponemos nuestra confianza en que suscitará numerosas y buenas vocaciones para la santa Iglesia y para la Obra de Schoenstatt, que cuidará de conservar en todos los consagrados la alegría de la vocación y que garantizará en cada uno el crecimiento en el ideal y en la santidad.

Por eso queremos decir con toda confianza: ¡San José, ruega por nosotros! Queremos mostrar nuestra gratitud a San José por todo lo que recibimos diariamente en bendiciones materiales y espirituales. ¿Cómo, entonces, podemos pagarle? ¿Cómo podemos causarle alegría? San José, ¿qué regalo quieres recibir en tu año especial? Sin duda, la respuesta de San José será: «¡Conviértete en aquella a quien más quiero! ¡Conviértete en una pequeña María! ¡Cada niño de Schoenstatt, cada uno es el mayor regalo para mí! Cada hijo de Schoenstatt, aspirando a ser como María.

Fuente: santuariodeatibaia.org.br