El P. Diogo nació en Lisboa, tiene 50 años y es el tercero de cinco hermanos. Sus padres son de la generación fundadora de Schoenstatt en Portugal y pertenecen al Instituto de Familias.

Participó de la juventud de Schoenstatt desde 1985. Luego de un paso por ingeniería en la Universidad de Lisboa, decidió postular a la comunidad de los Padres de Schoenstatt. Inició su postulación el año 1992 en Bellavista, el mismo lugar que ahora lo recibe como Provincial.

Luego de sus estudios de teología y filosofía en la UC fue ordenado sacerdote en Lisboa el 18 de mayo de 2002. Su trabajo pastoral fue siempre en la península ibérica. En Lisboa fue asesor de la juventud masculina, del proyecto Misión País allí y del Colegio Santa María, de la red de colegios kentenijianos. Además de asesor del Movimiento en la ciudad de Porto. Desde el año 2015 era Superior del “Sión de María”, delegación de los Padres de Schoenstatt que agrupa toda la península ibérica, con 12 sacerdotes. Su trabajo de delegado lo combinó con la asesoría de las ramas femeninas de Madrid (Madres, Federación de Madres, JF y LAF) y acompañando al equipo de la Pastoral del santuario de Serrano.

A partir de diciembre de 2021 asume el cargo de Superior Provincial de la provincia de Pentecostés que incluye Chile, Ecuador, México, USA, Portugal y España.

 

Padre Diogo, cuéntanos un poco de la Provincia de Pentecostés (números, lugares, desafíos…)

– Es una provincia numerosa, dispersa por muchos países, con 134 miembros (113 padres y 21 seminaristas) en la actualidad. La mayoría trabaja en Chile y el resto en las filiales de Ecuador, México, Estados Unidos, Portugal y España. Además, contamos con un número considerable de padres que ayudan en otros territorios de la comunidad (Burundi, Brasil) y en tareas internacionales o de formación.

Un gran desafío es la gestión de estos recursos humanos con tanta dispersión de países. También las vocaciones son un desafío. En este momento se da la coincidencia de tener el mismo número de seminaristas (21) y de padres con más de 75 años (21). Es decir, no estamos creciendo. Pedimos oraciones por las vocaciones, ya que es tarea de todos.

 

Representas a una generación de sacerdotes jóvenes, ordenados en el cambio de milenio. ¿Qué lectura haces de tu elección, considerando que más de la mitad de la Provincia es mayor que tú?

– Nuestra Provincia tiene miembros de todas las edades, desde los postulantes que entran actualmente con un promedio de edad de 25 años hasta los padres mayores que ya pasaron los 90 años. Al tener ahora 50 años, me siento como un puente entre generaciones. Puedo comprender en algo a los más jóvenes y también a los mayores. Las diferencias generacionales son muy profundas sobre todo en el manejo de la tecnología y los códigos de comprensión del mundo. En cierto sentido me siento más cerca de las generaciones mayores. Y, sin embargo, me alienta y motiva mucho aprender de los más jóvenes y su forma de ver la realidad ¡Tengo mucha esperanza en los jóvenes!

Parte de tus encargos pastorales tuvieron que ver con el área de la juventud y la educación, ¿qué lecciones has aprendido a través de esa experiencia?

– Hay una diferencia fundamental entre el trabajo con la juventud de Schoenstatt y el trabajo en los colegios. En la juventud de Schoenstatt se trata de una educación informal y libre, en que los jóvenes participan si están interesados y lo abandonan si no les interesa más. Esto lo hace especialmente desafiante. Aprendí que funciona por contagio de vida, se juega en los vínculos personales sanos y toma vuelo en proyectos que entusiasmen a los jóvenes.

En los colegios, se pueden tomar elementos de lo dicho anteriormente, pero hay que recordar que se trata de una educación formal y obligatoria. Los jóvenes no pueden abandonar el colegio si no están motivados. Estoy convencido que aquí lo más importante se juega en la excelencia de la formación en todos los sentidos (académica, humana, religiosa, artística, musical, deportiva, etc.) para captar y entusiasmar a los alumnos a dejar una marca en el mundo.

El tema de la vida consagrada, las vocaciones religiosas, pasa por un período complejo. ¿Qué evaluación haces y qué medidas te propones tomar para aumentarlas?

– En general todas las comunidades religiosas pasan por momentos difíciles, sobre todo en Occidente. Las vocaciones han disminuido significativamente, especialmente en Europa. A veces pienso que Dios llama menos a la vida consagrada porque está llamando a los laicos a asumir su lugar en la Iglesia como discípulos y misioneros. La Iglesia del presente y del futuro será seguramente una Iglesia de los laicos. La vida consagrada no desaparecerá. Pero seguramente se compondrá de comunidades más pequeñas y comprometidas. Las vocaciones llegan esencialmente por atracción y en ese sentido lo determinante es el testimonio de vida en el seguimiento de Jesús: alegría, espiritualidad, esperanza y generosidad en la entrega.