El Dr. Peter Wolf, miembro del Instituto Secular de los Sacerdotes Diocesanos de Schoenstatt, lanzó recientemente un libro, en alemán, con reflexiones del P. José Kentenich sobre el tema de la esperanza.
En total, son 27 textos breves (ninguno de más de 6 páginas). Los temas abordados son, por ejemplo, el origen de la esperanza, la esperanza en la gloria, en el cielo, la esperanza en la vida de la Mater, la misión de convertirnos en peregrinos de la esperanza, el Santuario de Schoenstatt como lugar de esperanza y mucho más.
El libro “Pilger der Hoffnung” (Peregrinos de la Esperanza) aún no ha sido traducido a otros idiomas. Sin embargo, el Dr. Wolf nos presenta, en entrevista, una síntesis de los materiales que ha reunido sobre este tema:
Usted estudió y reunió recientemente textos del P. José Kentenich sobre la esperanza. ¿Cuál es la visión de nuestro fundador sobre este tema? En otras palabras, ¿cómo entiende él la esperanza?
Sí, tuve la alegría de investigar textos de nuestro fundador, el Padre Kentenich, sobre la esperanza, con motivo del Año Santo, y de profundizar en su comprensión.
Para él, la esperanza no es solo un tema de la teología cristiana. Habla repetidamente del mito de la caja de Pandora, que describe cómo todo el sufrimiento y el mal, todo lo pesado y malo llega a la Tierra, pero también habla de la esperanza como una fuerza para lidiar con todo eso. Basándose en esa imagen, expresa el mensaje bíblico del paraíso y la promesa hecha a los hombres cuando fueron expulsados de esa vida en comunión con Dios en el paraíso. A los seres humanos les queda la esperanza. Según él, es una gran fuerza, accesible a todos los seres humanos. Además, al pueblo de Dios le queda la esperanza en el Salvador, anunciada por los profetas y patriarcas. Eso es lo que representa el protoevangelio (Gn 3, 15).


Según el P. Kentenich, ¿de dónde viene la esperanza y cómo podemos cultivarla?
Para el Padre Kentenich, la esperanza es un don divino y no solo una fuerza interior (psíquica). La esperanza ayuda al ser humano a superar las dificultades y lo orienta siempre hacia Dios, hacia sus promesas y, por tanto, hacia su objetivo final: la gloria celestial. Para él, es una «virtud divina» que se le concede al cristiano en el bautismo. Por eso, el Padre Kentenich también llama a la esperanza, junto con la teología cristiana, una «virtud infundida». Para cultivarla, nos aconseja rezar siempre por este don divino, por ejemplo, al inicio del rosario o en la oración al Espíritu Santo, y especialmente en la veneración a la Madre de Dios como «modelo ejemplar» y «Madre de la Esperanza». Su consejo es contemplar siempre el reflejo de la Madre de Dios como Madre de la Esperanza.
¿Qué momentos de la vida de nuestro Fundador nos dejan ejemplos claros sobre cómo vivir la esperanza?
Al observar la vida del Padre Kentenich, descubro muchas situaciones que solo él pudo llevar a cabo y superar gracias a una gran esperanza. La fundación de Schoenstatt, en 1914, con los jóvenes de la Congregación Mariana, fue un gran riesgo. Él mismo dice que fue realmente un «acto de esperanza» y lo llama «el salto mortal más difícil» que se atrevió a dar en su vida. También solo se puede entender su decisión del 20 de enero de 1942 a partir de esa esperanza. Y cómo soportó los tres cautiverios de su vida en Coblenza, Dachau y Milwaukee es, para mí, inconcebible sin «esperanza», sin «permanecer en la confianza divina». De hecho, esa es la palabra que él utiliza para esperanza en ese período en Dachau.

Usted nos dice que el fundador de Schoenstatt nos invita repetidamente a desarrollar una “conciencia de peregrino” y una “conciencia de hogar”. ¿Qué significa eso?
Quien reflexione sobre las muchas declaraciones de nuestro fundador sobre la esperanza en este nuevo libro, notará sin duda que la esperanza orienta hacia la promesa, el objetivo celestial y la patria eterna junto a Dios. Para él, la peregrinación está fuertemente marcada por esta orientación. Quiere que no perdamos de vista ese objetivo, sino que permanezcamos en camino durante toda la vida y nos entendamos verdaderamente como peregrinos, que no se establecen aquí ni se vuelven sedentarios. Quiere despertar en nosotros una conciencia que nos haga sentir que estamos en casa con Dios, sí, en su corazón, como el hogar prometido, sí, que hemos encontrado nuestro hogar. Para él, la esperanza no es un sueño del cielo, sino una orientación vivida en medio del mundo a través de las promesas del Evangelio y una relación viva con las personas del mundo sobrenatural.
Deseo para mí y para todos los del Movimiento que el Año Santo despierte en nosotros esta conciencia: convertirnos en «peregrinos de la esperanza», junto con nuestro fundador.
Traducción: Hna. M. Lourdes Macías