Padre Kentenich: 75 años de su llegada a Uruguay

Hna. Clara María Bercetche

El Primer Santuario Filial del mundo se prepara para conmemorar los 75 años de la llegada del Fundador de Schoenstatt. Al ser liberado del campo de concentración de Dachau, el Padre Kentenich inicia sus viajes internacionales: es un tiempo de apretados acontecimientos en los que como profeta anuncia el mensaje que le ha sido confiado, como padre escucha y acompaña a sus hijos, como pastor se entrega sin reservas a los que Dios pone en su camino.

¡Hasta los confines de la tierra!

Schoenstatt llegó a los confines del mundo a través de Hermanas de María misioneras que, dejando su patria, se aventuraron en tierras desconocidas sin experiencia, sin conocer los idiomas, con un pobre sustento económico. Desde que partieron del Santuario Original rumbo a Sudáfrica y América, habían pasado diez, doce, hasta trece años, ¡y cuánta agua había pasado mientras tanto, bajo esos puentes!

Luego de visitar Brasil, el Padre Kentenich llegó al Uruguay, un país pequeño que tuvo el privilegio de contar con su presencia aproximadamente 190 días, entre los años 1947 y 1952.

Anécdotas de su llegada

Domingo 4 de mayo: llega el telegrama tan esperado desde Brasil: “Padre llega Montevideo día 9 línea Panair a las 14.00 hs”. Luego de cinco días de intensos preparativos, arriba –con retraso- el esperado viajero.

La Hermana M. Bergit dudaba si el Padre Kentenich, después de diez años, aún la recordaba. A su llegada, ya entrada la noche, luego de que varias hermanas saludan en alemán, lo saluda en un fluido castellano: -“Buenas noches Padre”. –“Bergit, ¡cómo está usted!”, responde al instante el Padre Kentenich. Ni la distancia, ni el paso por la cárcel y el campo de concentración, ni el cansancio del viaje y el intenso trabajo desplegado en Brasil, lograron borrar los nombres de quienes le habían sido confiados.

Padre Kentenich con niños

 

Un padre que ha ofrecido la vida por sus hijos.

La alegría por el reencuentro es indescriptible. En el hall del Colegio se suceden los saludos y al final expresa lo que significa ese momento para él:

“Todo padre se alegra al poder volver a ver a sus hijos, especialmente cuando él ha ofrecido la vida por ellos y ha temido segundo tras segundo que el ofrecimiento fuera aceptado”.

Ahora llegan nuevamente el párroco y algunos niños del colegio que se habían retirado por la demora y continúa el Padre Kentenich, lamentándose de no dominar el castellano:

“Hay un idioma que conocemos todos: es el idioma del amor, del amor a nuestra Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt. Y ese amor nos une a todos en esta noche. Nadie debe llegar a superarnos en ese amor. Tal vez Uds. piensen que no he tenido que pasar todo lo que pasaron los demás en Dachau. No es eso. Es como si yo hubiese estado siempre aquí entre Uds., y no en el infierno de Dachau. Esto debe ser un misterio. La Madre y Reina tres veces Admirable ha obrado el milagro de que yo me mantuviera sano y de que pueda estar aquí con ustedes”.

Encuentro con el Primer Santuario Filial

Todos se dirigen ahora al Santuario. A una cierta distancia, se detiene y lo contempla. ¡Es realmente muy similar a la capillita del valle de Schoenstatt!

Ya estando en Dachau se enteró de esta iniciativa, en octubre de 1944, había escrito las memorables palabras que llegaron muchos meses más tarde a manos de las hermanas de Uruguay:

“A mi soledad llegó la noticia de que un nuevo Santuario ha sido bendecido. Que la Madre de Dios bendiga a todos los que se encuentren con ella en este Santuario, que los transforme en hombres y mujeres nuevos y los cobije cálidamente en su corazón. Que de todos ellos haga apóstoles ardientes que sin desfallecer realicen los deseos de Dios”.

¿Qué rasgos propios presenta la persona del Padre Kentenich que llega a América Latina?

Tercer punto de contacto

El paso por el campo de concentración lo ha marcado hondamente. Ha tomado conciencia de que su persona –junto a la MTA de Schoenstatt y su Santuario- es un elemento de importancia objetiva; de que, como punto de contacto, es camino, puente hacia el Padre Dios y centro unificador para la Obra. Como canciller de María Santísima viene a anunciar la misión que ella le ha encomendado, “a tirar de su carro de triunfo”.

Schoenstatt en todo el mundo

El Fundador desea, además, afianzar el Schoenstatt internacional. Justamente el primer Santuario filial le ha servido en Dachau, en 1943, a abrir las puertas a todas las naciones. Cuando los sacerdotes polacos, franceses y checos se resistían a adherir a un Movimiento cuya fuente de gracias, el Santuario, estuviese en terreno enemigo, se sintieron aliviados al saber que Schoenstatt no era exclusivamente alemán, que estaba en todo el mundo.

 

Padre Kentenich frente al Santuario

Corriente de retorno

El Padre Kentenich propagó la construcción de los Santuarios filiales. Él mismo afirmó en reiteradas ocasiones: “Sin el Santuario no puedo hacer nada”.

La red de santuarios filiales que surgió a partir del Santuario de Nueva Helvecia permite que la Alianza de Amor se encarne en personas y comunidades de distintas modalidades, culturas y razas y que sea enriquecida con sus aportes originales. La corriente de gracias del Santuario Original es asumida en cada lugar con tonalidades propias y acentos particulares. Así se produce un continuo fluir y refluir de las gracias entre la fuente de origen y los distintos centros diseminados por el mundo.

Bendición para la Iglesia

El Padre Kentenich llega, a Latinoamércia, luego de haberse encontrado en audiencia privada con SS Pio XII. Han conversado sobre la última constitución apostólica Provida Mater Ecclesiae y el Fundador de Schoenstatt ha prometido que esta Obra creada por Dios se preocupará de que los Institutos Seculares sean una bendición para la Iglesia.

Profeta que habla

En un trabajo de investigación del Padre Esteban Uriburu sobre el paso del Padre Kentenich por Latinoamérica, calcula –en una estimación francamente baja- mil trescientas conferencias en el lapso de los aproximadamente 32 meses que pasó en el hemisferio sur entre 1947 y 1952. Esto sin contar las cartas de octubre de 1948 y 1949, los diversos informes, la Carta a José, la Epístola Perlonga, y las innumerables cartas personales en respuesta a la correspondencia que se apilaba cada noche en su escritorio.

Un padre que escucha

En el mes de agosto de 1947, el Padre Kentenich tiene una apretadísima agenda. Ha viajado de ciudad en ciudad atendiendo a toda clase de gente, descansando poco y nada. Por las pocas horas de sueño suele tener intensos dolores de cabeza. Esta vez lo siente particularmente porque ya, en la Argentina, ha desarrollado una actividad impresionante y ahora continúa con el mismo ritmo en Uruguay. Por la noche, al llegar a casa, como siempre le espera correspondencia para leer y contestar. El domingo 17 de agosto, comienza la nueva actividad a las 7.30 hs. con la recepción del vestido de María por parte de un grupo de Hermanas en Nueva Helvecia, Uruguay. Debe esforzarse por leer todo el rito en castellano. Esa misma mañana llegan más de dos mil peregrinos para un encuentro religioso. El Padre recibe, saluda y escucha a las personas que descienden de decenas de ómnibus que arriban para la ocasión. A cada uno le regala toda su atención.

Un pastor que se desvive por el rebaño

Ese mismo día, luego del almuerzo dirige unas palabras a todos los peregrinos presentes. Cuando cae el sol, todos desean despedirse del Fundador y ya se hace tarde. El Padre le avisa a la Hna. M. Úrsula que se retira a descansar, cosa muy inusual en él. Las Hermanas están reunidas en el piso de abajo comentando lo hermoso que han vivido en esa jornada. Lo llaman para que también él participe de esa alegría. Alguien desea pedirle algo todavía. Quienes saben de su cansancio, sugieren no molestarlo. Pero el Padre se entera de esto y pregunta: «¿Qué es lo que necesitan?» A la madrugada debían viajar de regreso a la ciudad de Salto y deseaban comulgar a las cuatro y media de la mañana. Inmediatamente y sin titubear, responde: “Para eso está el Padre, para eso es sacerdote”.

 

Padre Kentenich tomando té

Un sacerdote “con olor a oveja”

A poco de llegar el Padre Kentenich fue invitado a pasar el día en el campo, junto a una familia muy cercana al colegio de las Hermanas. Apenas llegados al lugar celebró la Santa Misa dedicando sencillas palabras a los oyentes. Luego de la celebración se le convidó con mate, la típica infusión de los países del Plata. Lo aceptó con naturalidad y en seguida tomó de esa bebida desconocida para él.

Nos llevará mucho tiempo aquilatar el peso de la misión que el Fundador dejó en Latinoamérica. Sin duda la raigambre mariana de sus pueblos lo instó a recorrer incansablemente su geografía. Su paso por estas tierras significó un gastarse y desgastarse al servicio de su gran misión mariana.

Como lo expresa el Papa Francisco, sabía que “Ella es el regalo de Jesús a su pueblo. (…) Siempre ha estado y estará con sus hijos, especialmente los más pequeños y necesitados. Ella ha entrado en el tejido de la historia de nuestros pueblos y sus gentes, (…) su fe está impregnada de amor a la Virgen”. (Cf. Palabras del Papa Francisco en el Ángelus del 12.07.2015).

Sabemos que este aniversario nos hará percibir de un modo especial la presencia del Padre y Fundador entre nosotros en el tesoro que nos dejó como herencia en este lugar sagrado, nuestro Santuario. Hoy, desde el Uruguay, imploramos y seguimos ofreciendo capital de gracias para que la Obra de Schoenstatt se siga extendiendo en todo el mundo, también desde este Primer Santuario Filial que abrió la puerta para más de doscientos que le siguieron.

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