Viktor Frankl fue un psiquiatra austriaco, que relató -en la obra «En busca de sentido»- sus experiencias en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En este best seller, explica cómo sobrevivió en medio de tanto dolor y sufrimiento, basándose en el sentido de su vida, entendido desde los ideales por los que latía su corazón. Tras su salida del campo, fundó una importante escuela terapéutica, llamada logoterapia, que tiene la intención justamente de ayudar en la búsqueda de sentido, que no sólo debe darse en situaciones tan excepcionales como un campo de concentración, sino que establece vínculos y madurez a todo aquel que lo desee.

Nuestro Fundador en Dachau

Nuestra historia en Schoenstatt también está marcada por el profundo sufrimiento que nuestro fundador encontró en el campo de concentración. Después de su valiente aceptación de la cruz, el P. José Kentenich atravesó años de duras pruebas, confiando plenamente en la Divina Providencia y en la amorosa protección de María. En Dachau escribió nuestro libro de oraciones más característico y original: Hacia el Padre; allí fundó también dos Institutos de nuestra Familia (Instituto de los Hermanos de María e Instituto de las Familias) dando pruebas de absoluta fecundidad, pertenencia, serenidad y valentía, mientras se daba a conocer como un sacerdote magnánimo y muy fuerte incluso en medio de tanta desgracia.

El mismo sentido de la vida predicado por Viktor Frankl fue experimentado vitalmente por nuestro Fundador. Con qué valentía, victorioso y confiado, el P. José Kentenich se enfrentó a sus compañeros. José Kentenich se reunía con sus compañeros (Pessendorf, Kürh y Eise – que murió de tifus en Dachau poco antes de que la guerra finalizara); con qué valentía enviaba correspondencia clandestina (valentía que se manifestó también en las Hermanas de María que lo ayudaban desde fuera del campo, y en toda la Familia de Schoenstatt que rezaba sin cesar por su liberación viviendo en espíritu del «Poder en blanco»); Con qué paternidad sobrenatural consoló a tantos que lo buscaron en el campo para lograr la verdadera conversión, para recibir fuerzas en medio de la muerte inminente, para celebrar la Eucaristía tan secretamente y en medio de lágrimas de tristeza e incertidumbre.

sentido da vida
Bloque 14: lugar de fundación del Instituto de Familias – Foto: Hna M. Nilza

Sentido de pertenencia

El Padre José Kentenich es la demostración concreta de que una vida sin sentido no puede sostenerse, ni en medio de grandes aflicciones ni en la calma de la vida cotidiana. Fue el sentimiento de pertenencia a Dios y a Schoenstatt lo que lo sostuvo durante todo ese período. Fue la seguridad de estar cobijado en el seno de una Familia – que también se sacrificaba – lo que le llevó a la serenidad de la que tantos hablan. ¿No podría ser lo mismo para nosotros?

Si tenemos una necesidad tan grande de pertenencia, que se hace muy evidente cuando nos encontramos con las agrupaciones por afinidades tan comunes hoy en día (el grupo de ciclismo, el grupo de carreras callejeras, la gente del crossfit y el rosario en la parroquia los jueves por la tarde, por ejemplo), ¿no sería evidente relacionar estos vínculos con la disposición y la fuerza para superar los retos?

No se trata de un efecto rebaño. No. Es justo lo contrario. Es el saberse querido, amado y cuidado, por un grupo que realmente tiene el corazón volcado hacia los mismos ideales, lo que hizo que el Fundador tomara conciencia del sentido de su vida: ser padre, ser nuestro padre espiritual, nuestro fundador.

En el Dachau de la vida

En medio de nuestros desafíos, evidentemente más comunes que los suyos, también nosotros podemos experimentar vitalmente la fuerza que proviene del sentido de nuestra vida. También nosotros podemos encontrar en el corazón de Dios la alegría, la serenidad, la paz verdadera, incluso en medio de las tormentas y los peligros o los contratiempos de la vida ordinaria que no pocas veces nos desvían del camino.

Fue en un día como hoy cuando nuestro Fundador llegó a Dachau para enseñarnos que vale la pena vivir por lo que vale la pena morir. ¿Seguiremos sus pasos?

*Anna Paula y su esposo Guilherme pertenecen al Instituto de Familias de Schoenstatt
Fuente: schoenstatt.org.br