Hoy, 12 de diciembre, hace 118 años, nació el Siervo de Dios João Luiz Pozzobon. Miembro del Movimiento de Schoenstatt en Santa Maria/RS, Joao Pozzobon inició la Campaña de la Virgen Peregrina en 1950. Con gran fidelidad dedicó 35 años a llevar la imagen de la Madre y Reina, la «Virgen Peregrina», a familias, escuelas, cárceles y todos los lugares que abrieran sus puertas a Jesús y María. Su compromiso apostólico se multiplicó en miles de misioneros de la Virgen Peregrina activos en todos los continentes.
El cumpleaños de João Pozzobon coincide con el día en que recordamos a «otro Juan», el indio Juan Diego, que se convirtió en el instrumento elegido por María para darla a conocer como la «Virgen de Guadalupe», patrona de América Latina.
Juan Diego fue un hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo.
El 12 de diciembre de 1531, mientras el Beato se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le presenta y le invita a subir hasta la cima de la colina del Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.
Similitud entre Juan Diego y João Pozzobon
Hay mucha similitud entre ambos: son gente sencilla, del pueblo, temerosos de Dios y devotos de María, sin estudios y sin gran reconocimiento ante los hombres. Pero ante Dios, los pesos y las medidas son diferentes. Se convierten en instrumentos de evangelización al servicio de Jesús y de María. Y su fama traspasó las fronteras de países y continentes.
Juan Diego y João Pozzobon apuntan al discípulo misionero, del Documento de Aparecida, y a la Iglesia en salida, motivada por el Papa Francisco. No podemos esperar ni dejarlo para mañana. Es necesario asumir la misión, llegar a las periferias de todo tipo y lugar, guiados siempre por la mano de María.
Que intercedan ante Dios en el cielo por quienes intentan seguir sus pasos, para que «otros Juanes«, instrumentos de María, pueblen nuestros caminos, haciendo presente a la Iglesia en todas las periferias de nuestro tiempo.