Clique aquí para bajar y rezar la novena

A quienes cumplen años les gusta celebrarlo con amigos o familiares. Esta es una bonita costumbre. El cumpleaños de la hermana M. Emilie es el 6 de febrero, pero más que su cumpleaños, ella celebra el día de su Bautismo, el 8 de febrero, con las Hermanas de su Provincia. Este día es ideal para la hermana M. Emilie para detenerse, elevarse y crecer en su vocación.

La Hna. M. Emilie describió el día de su Bautismo como el mejor día de su vida. Lo ve como un precioso misterio por el que no puede agradecer lo suficiente. Con las hermanas de su Provincia, renovó sus votos bautismales el día de su Bautismo.

En las notas de su diario registra:

«Día de mi Bautismo. El misterio de este día es tan grande, tan inexpresable; no puedo comprenderlo en su plenitud. ¿Cómo puedo agradecer? Con todo mi corazón, con toda mi alma, renuevo hoy mis votos bautismales. Gloria al Padre en mí, al Hijo en mí, al Espíritu Santo en mí. Amén». [1]

Estas palabras de la Hna. M. Emilie son una oración: «¡Gloria al Padre en mí, al Hijo en mí, al Espíritu Santo en mí! Amén». Una poderosa oración.

Baptism Sr. M. Emilie

Ser Iglesia de la Trinidad

La Hna. M. Emilie lo llama el don de Dios de este día: Dios se da a sí mismo en el Bautismo. San Pablo exhorta una vez a los cristianos: «¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros?» [2] – No solo el Espíritu Santo, sino el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se instalan en nosotros en el Bautismo. El Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, habla de la «pequeña iglesia de la Trinidad» que somos. Le es esencial que seamos conscientes de esta inmensa dignidad.

Conciencia de la dignidad

Tomar conciencia de esta dignidad y vivirla es especialmente importante para todo cristiano de hoy. La gente vive en circunstancias indignas, es degradada por otros, y a veces también se comporta de manera indigna.

¿Tenemos a veces la sensación de preguntarnos «quién soy yo»? No es raro que me encuentre con personas que sienten que no valen nada, no tienen importancia o no son importantes para nadie. Esto es triste.

Bautizo Hna. M. Emilie
Mural en la Iglesia donde se bautizó la Hna. M. Emilie

La hermana M. Emilie sabía que todos tenemos el deseo de ser distintos de lo que somos. Nos pasa a todos; nadie está exento. ¿De dónde viene esto? En el santo Bautismo, con la gracia santificante, se infundieron e implantaron en nosotros las gracias divinas, que nos motivan a ser mejores, a cambiar para bien: las virtudes teologales, los dones del Espíritu Santo y las virtudes cardinales. A pesar de todas las transgresiones y zigzagueos en nuestras vidas, no hemos dejado morir estas virtudes divinas. Cristo nos ha atraído a una vida nueva. En el Bautismo se nos imprime el sello que nadie puede quitarnos. ¡Soy un templo de Dios, Dios habita en mí!

Mi dignidad no depende de cómo me traten los demás, de lo que digan o de cómo me retraten, incluso si me calumnian. Recibo mi dignidad indeleble del hecho de que Cristo murió y resucitó por mí y de que he sido bautizado en su muerte y resurrección. Ni el origen ni la posición entre los hombres, ni la riqueza ni la pobreza, ni si soy viejo o joven, sano o con tantas dificultades de salud como la hermana Emilie, disminuyen ni aumentan el don de Dios. Dios habita en cada bautizado. Dios habita en mí y está conmigo.

Sister M. Emilie

¿Tienes idea del lugar que ocupas en mi corazón?

Quien entraba en contacto con Emilie Engel experimentaba el cielo. Dios vivía y actuaba en ella. No era raro que las personas que estaban en contacto con Emilie Engel se sintieran más grandes de lo que pensaban. Emilie veía lo divino en la otra persona. Una vez expresó: «Ver y adorar a Dios en una persona es la forma original de adoración cristiana». Por eso era capaz de tratar a los demás con reverencia, porque veía a Dios en la gente y miraba a las personas con los ojos de Dios. A una compañera que tenía muchas penas, que no se valoraba a sí misma, la consoló con las palabras: «¿Tienes idea del lugar que ocupas en mi corazón?»

«¡Dios habita en mí! – Eso significa…», escribe una mujer, «que los demás tienen que percibir por mi forma de comportarme, de interactuar con el otro, que Dios está en mí y actúa a través mío. Estamos llamados como cristianos a irradiar la gloria de Dios».

Este es un servicio verdaderamente misionero. A través de nuestras vidas, nuestras acciones y nuestras palabras, podemos dar testimonio de la presencia de Dios en las almas. La Alianza de Amor con la Madre tres veces Admirable de Schoenstatt es una actualización de nuestro Bautismo y quiere ayudarnos en nuestra vida concreta a confiar plenamente en la Virgen y en nuestro Padre Celestial.

Pasos pequeños y concretos: confiar y saltar

Vivir más profundamente desde la dignidad del Bautismo, poner toda nuestra confianza en Dios y en la Virgen, requiere muchos pasos pequeños y concretos. La novena «Confía y salta» puede ser una ayuda en este sentido, guiándonos para vivir nuestra vida cotidiana con sus preocupaciones y dificultades según el ejemplo de la hermana M. Emilie. Y no menos ahora, en la época de la pandemia, en la soledad y las restricciones que se nos imponen, podemos aprender de Emilie lo que es importante. Los pasos de la novena se aplican a los trapecistas, a nuestra propia vida y a la de la hermana M. Emilie en muchas situaciones:

«subir más alto – pausar – volverse esencial – confiar – atreverse – dejarse llevar – saltar – atrapar – confiar».

Clique aquí para bajar y rezar la novena

Para fines de la causa de la beatificación de la Hna Emilie es importante saber cuantas veces fue bajada para rezar. Notificar a: info@schoenstatt.com

Pase adelante la información si por acaso envie a alguien.

Estos pasos quieren inspirarnos a concretar la fe, que es lo que nos inspira la gracia del santo Bautismo.

 

Novene

Las novenas están disponibles en tres idiomas y se pueden solicitar a: Secretaría Emilie Engel, Trierer Str. 388, 56070 Koblenz, Alemania. Tel. +49 261 2701 161, Mail: emilie.engel.projekte@sms-ppr.de

[1] Notas del diario, 8.2.1939

[2] 1 Cor. 6,19