¿Estamos añadiendo esperanza a nuestros días?

P. Frank Riedel

El mundo parece moverse con especial rapidez en estos días. Se están produciendo grandes cambios o grandes cambios son inminentes. En Estados Unidos, Donald Trump se ha mudado a la Casa Blanca por segunda vez. Desde entonces, ha dejado claro en repetidas ocasiones cómo pretende actuar en la escena internacional: mediante provocaciones y cuestionando las órdenes existentes. Austria sigue a la espera de que se establezca un Gobierno de coalición tras la victoria del partido populista de derechas FPÖ. En Alemania, dentro de unos días se elegirá un nuevo Parlamento Federal (Bundestag). La campaña electoral, caracterizada sobre todo por el tema de la inmigración tras los atentados de Magdeburgo, Aschaffenburg y, más recientemente, Múnich, fue bastante emotiva. Por primera vez, se logró una mayoría conjunta con el partido de extrema derecha AfD en el Parlamento alemán. Así pues, son muchos los interrogantes que se ciernen sobre el todavía joven año 2025.

«La situación actual del mundo me da mucho miedo», comentó recientemente una señora durante una reunión. Muchos coincidieron con ella. Evidentemente, este comentario tocó una fibra sensible. Hubo una cierta sensación de alivio al ver que la preocupación que no sólo había calado en el alma de esta mujer se había expresado y había recibido un nombre.

Pero a medida que avanzaba la conversación, nos dimos cuenta de que no se trataba sólo de compartir miedos y preocupaciones. En silencio, discretamente, CONFIANZA se unió a nuestro grupo y se «sentó a la mesa». El resultado fue una conversación caracterizada por una gran seriedad. Finalmente, llegamos a la conclusión de que no estamos en terreno inestable sin apoyo. A pesar de toda la incertidumbre, tenemos buenas razones para confiar en el futuro.

¿No es interesante? La confianza es una actitud que aparece justo cuando más se necesita. Es similar a la luz, que se hace más fuerte y clara cuando está rodeada de oscuridad.

«Peregrinos de la esperanza» es el lema que el Papa Francisco ha dado al Año Santo que celebra la Iglesia católica. Me parece que resuena muy bien en nuestros tiempos. Peregrinar es una actitud activa. Significa ponerse en camino y viajar en busca de algo. La esperanza no está ahí al final, hay que buscarla y ganarla una y otra vez. La llamada a ser un peregrino de esperanza lleva el mensaje de que vale la pena ponerse en camino.

La esperanza no debe entenderse como algo trivial. No significa dejar de lado preocupaciones justificadas y cerrar los ojos a la realidad. Del mismo modo, la esperanza no significa «meterse las manos en los bolsillos». Al contrario: en sus declaraciones al inicio del Año Santo, el Papa dejó claro que la actitud de esperanza tiene también una dimensión política. Se trata de trabajar por una nueva visión para las personas y para toda la Tierra, tanto a gran como a pequeña escala.

Un ejemplo de ello es el llamamiento del Papa a la anulación de la deuda: «Insto a la comunidad internacional a que tome medidas para anular la deuda externa, reconociendo la existencia de una deuda ecológica entre el Norte y el Sur» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2025). Los incesantes llamamientos del Papa Francisco a favor de la paz en el mundo pueden entenderse también como una expresión de esperanza activa.

Por todo ello, me alegra partir como peregrino de la esperanza y explorador de nuevos comienzos. ¿Vienes conmigo?

P. Frank Riedel, Múnich
Instituto Secular de los Padres de Schoenstatt

Source: basis-online.net

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