El Santuario del Padre de Nuevo Schoenstatt, en la Provincia de Buenos Aires, Argentina, es emblemático en la historia de Schoenstatt. Hoy se está preparando a celebrar el jubileo de sus 70 años desde que el mismo Padre José Kentenich lo bendijera. Un lugar que encierra una increíble historia de amor entre María y sus hijos, una historia de dolor y victoria.

Panorama

Al partir hacia los EEUU, en mayo de 1948, el Padre Kentenich había dejado a las Hermanas de la Provincia de Nazaret el encargo de conseguir el terreno para el Santuario nacional en la Argentina. El fundador siguió muy de cerca esa tarea y al volver a Latinoamérica y percibir la impotencia por la búsqueda infructuosa, intensificó su participación ofreciendo lo poco que ganaba con sus tandas de ejercicios. También aportaba a la alcancía del Santuario lo que ahorraba privándose de medios de transporte, caminando veinticinco cuadras, en pleno verano, hasta la estación del tren.

Santuario del Padre

Una anécdota inolvidable con un supuesto infractor

Entre las numerosas anécdotas del tiempo en que el P. Kentenich estuvo en Argentina, relatadas especialmente por la Hna. M. Úrsula, las hermanas recuerdan una que le provocó un insólito inconveniente y un enojo al fundador.

Era el 12 de marzo de 1949. El Padre Kentenich había viajado en tren desde Villa Ballester hacia Villa Urquiza, ciudad de Buenos Aires, donde se encontraba la casa de los Padres Redentoristas, para dar ejercicios espirituales. En la casa Marienheim de los Padres Palotinos, en Villa Ballester, en la que se hospedaba el P. Kentenich, la Hermana M. Úrsula recibe una llamada telefónica del jefe de la estación de trenes Urquiza. En el auricular escucha:

“Tenemos un sacerdote de edad con quien, por motivos del idioma, no podemos entendernos. Viajó sin boleto y debe pagar una multa de 20 pesos. Como no dispone de ese dinero deberá permanecer detenido por una noche“.

La hermana pide hablar personalmente con el Padre Kentenich. Él le dice que pagó su boleto y lo entregó al inspector, y que este no se lo devolvió, y que no pagaría la multa porque esto no sería justo. La hermana decidió viajar para resolver el conflicto personalmente. Al llegar a la boletería de Villa Ballester, preguntó al empleado si recordaba haber vendido un boleto esa mañana a un sacerdote con barba. Ante la respuesta afirmativa, la hermana le pidió al señor que llamara por teléfono a la estación Urquiza, explicando cómo habían sido las cosas. El hombre así lo hizo, pero todo fue inútil. El inspector no aceptaba dejar libre al P. Kentenich sin que pagase la multa, y el P. Kentenich no estaba dispuesto a pagar una penalidad por una infracción que no había cometido. Finalmente la Hna. M. Úsula viajó hasta la estación Urquiza, y al ver que no había otra salida razonable, convenció al Padre Kentenich de que pagase la multa.

Al regresar a su casa en Villa Ballester, el Padre Kentenich no permaneció indiferente frente al suceso y le dictó una carta a la Hna. M. Úrsula dirigida al director del Ferrocarril, en la que expresaba su formal queja por la injusticia sufrida. Al concluir su dictado le dijo a la hermana: “Ahora… rómpala”.

“Esa noche nos reímos francamente con al Padre –recuerda la Hermana Úrsula- por la forma en que habían concluido los ejercicios espirituales”.

Un terreno buscado con el Padre

El tiempo avanzaba, y la búsqueda de un lugar para el santuario de las Hermanas en Argentina era infructuosa. Fueron surgiendo varias posibilidades de terrenos pero, por uno u otro motivo, ninguno era apropiado.

En octubre de 1950, fueron a visitar uno en la localidad de Florencio Varela. “Era un terreno de nueve hectáreas, contaba con cinco mil citrus, una hermosa arboleda pero… ¡costaba un millón de pesos!” –relata la Hna. M. Úrsula- “Entonces, cantábamos un estribillo que rezaba: ¿No podríamos tener el milloncito? Habíamos hecho con la Virgen un pacto: le regalaríamos un millón de sacrificios y Ella nos tendría que dar por cada sacrificio un peso”.

Pero de pronto comenzó a haber gran inflación en la Argentina, y entonces las hermanas le dijeron a la Virgen: “Ahora que hay inflación, nos tienes que dar 10 pesos por cada sacrificio”. Santuario del Padre

De a poco fueron consiguiendo el dinero suficiente para llegar a la firma del documento de compraventa. El día clave, para saldar la última cuota, estaba el P. Kentenich con las hermanas, pero para sorpresa de todos,el dueño del terreno aumentó el precio y no se pudo cancelar la operación. El P. Kentenich vivió todo esto junto a las hermanas. Finalmente tuvo que ir a Chile, y es allí donde recibió la feliz noticia de que las hermanas habían podido comprar el terreno. Hoy, el predio se llama Nuevo Schoenstatt, y en él se encuentra el Santuario Nacional de Schoenstatt en Argentina.

Comunión de destinos entre el fundador y la Obra

Esos tres años y ocho meses de intensa búsqueda del terreno para el Santuario, coincidieron con las controversias epistolares entre el Padre Kentenich y el episcopado alemán. Desde Uruguay y desde la Argentina el fundador explicó en diferentes cartas lo que no se comprendía por parte de la Iglesia alemana.

El 10 de mayo de 1949, estando en Nueva Helvecia, Uruguay, el P. Kentenich recibe una carta del arzobispo de Tréveris, Mons. Rudolf Bornewasser. En ella se le informaba que la visitación canónica diocesana se transformaría en una visitación apostólica del Santo Oficio. El Padre Kentenich guardó silencio y ese mismo día decidió escribir la carta respuesta del 31 de mayo, y expresó que ofrecía todo su sufrimiento para que se encontrase el terreno para el Santuario en la Argentina.

Un terreno elegido y confirmado por la Santísima Virgen Father kentenich

Cuenta la crónica que el 21 de junio de 1951 se terminó de pagar la deuda por la compra del predio. El mismo día se trasladaron las hermanas al nuevo terreno. Desde esa tierra bendecida seguiría extendiéndose una gran corriente patrocéntrica que se irradiaría hacia todo el mundo.

El predio tiene una forma triangular. Esta es asociada a la persona de Dios Padre. Las hermanas lo tomaron como un sencillo signo del cielo, una delicada confirmación de la Santísima Virgen, de que esta era la tierra para el Santuario del Padre en la Argentina.

Entrega y sacrificio en cimientos y paredes

A menos de dos meses de haber tomado posesión del lugar, las hermanas ya habían hundido la piedra fundamental. Providencialmente llegó un constructor que quiso quedarse a trabajar con ellas. Ahora avizoraban la finalización del Santuario, tenían el constructor, tenían todo… ¿qué más podría suceder? A los pocos días llegó desde Alemania la noticia de que, por decreto del Santo Oficio, el Padre fundador había sido destituido de su cargo de director general del Instituto de las Hermanas de María.

Esto generó lágrimas, cruz y sacrificio que quedó encerrado en las paredes del Santuario en forma de bolitas de cera. Cada noche llevaban las hermanas el capital de gracias y lo hundían entre los ladrillos de las paredes, que se alzaban victoriosas presagiando un futuro fecundo.

Jubileo del Santuario del Padre, Santuario nacional de Schoenstatt en Argentina

El Santuario del Padre fue bendecido por el P. José Kentenich el 20 de enero de 1952. Hoy se encamina a celebrar sus 70 años de vida. Nuevo Schoenstatt, en la localidad de Florencio Varela, Buenos Aires, donde se encuentra este Santuario Nacional de Schoenstatt, será la sede de los festejos, que irán del 18 al 20 de enero 2022. Más información se ofrecerá en https://www.facebook.com/nuevoschoenstatt.

También puede leer: Nuevo Schoenstatt, Argentina: Historia de un Santuario