15 de septiembre de 1968

15 de septiembre de 1968. Después de una larga vida dedicada a la Obra y a la misión que Dios le había confiado, el Padre José Kentenich partió a la eternidad. En la fe, creemos que está con Dios, y en Dios, permanece con nosotros. Permanece con nosotros en la Obra que fundó, con sus enseñanzas, su ejemplo, su testimonio. ¡Un testimonio de la audacia de la CONFIANZA!

Nos enseñó que «¡El ser niños ante Dios es el camino al cielo! La filialidad es simplemente el camino para superar los problemas de nuestro tiempo«[1].

Si observamos su bendita vida sacerdotal -que no estuvo exenta de sacrificios, privaciones y sufrimientos-, veremos cómo fue el hijo que se confió enteramente a los cuidados divinos, arrojándose sin miedo a los brazos del Padre.

Padre José Kentenich

El P. Kentenich vivió una confianza profunda en Dios

El P. Kentenich vivió con la más profunda confianza, incluso en el infierno del campo de concentración de Dachau. Él dijo una vez en una de sus giras mundiales: «No conocí el más mínimo miedo. Esto es bastante comprensible: ¡lo había regalado todo! Esta actitud requiere cierta audacia. El desprendimiento interior de las cosas nos hace encontrar la medida justa, que no muestra el menor temor. Tampoco sentí miedo en mi corazón. Pensé: todo lo que pasa en el Campo de concentración no tiene importancia, no es lo esencial de las cosas. Lo central es el desprendimiento total de uno mismo y el abandono radical en Dios. Esto constituye la personalidad libre […].

 ¿De dónde viene esta victoria? La fuente es la conciencia de instrumento y el desapego a todo. Después de haberme desprendido de todo: de las personas, del éxito, de la existencia de la Familia, no me quedaba más que la convicción: ahora voy a encontrarme con una época de maravillas, con la magnificencia divina, como nunca antes lo he experimentado».

Desde la eternidad, quiere mostrarnos que la seguridad última está en Dios, nuestro Padre.  Nos enseñó con su vida que la filialidad es la condición para alcanzar la confianza victoriosa.

En este día de su muerte, damos gracias por el ejemplo de su vida y pedimos al P. Kentenich que interceda ante Dios por las preocupaciones y aflicciones de todas las personas que hablan con nosotros o que peregrinan a un santuario de Schoenstatt.

¡Que nosotros también seamos hijos sencillos y osados de un padre que vivió la OSCURIDAD DE LA CONFIANZA!

[1] Kentenich, Joseph. Ser hijo ante Dios, vol. 1, p. 38

Fuente: s-ms.org