A mediados de enero, me encontré con una amiga en un restaurante muy agradable. En realidad habíamos planeado vernos en diciembre, pero una enfermedad nos lo impidió. Así que le pregunto al principio de nuestro encuentro: «¿Brindamos por el Año Nuevo?». Me responde: «Espero que no te moleste, Susi, pero este año me he decidido por el Dry January (Enero seco). Me sienta muy bien. Y además he contagiado a dos amigas que van a participar».

– ¡Qué bueno! No me molesta para nada, porque yo me abstengo del alcohol durante la semana.

En una reunión de Schoenstatt recogemos «signos de los tiempos», observamos: ¿Qué mueve hoy a la gente? Un participante dice: «Participo en Éxodo 90 desde hace tres años. Es realmente liberador embarcarme en este reto y dar un paso fuera de mi zona de confort». El programa de 90 días promete una paz más profunda y una verdadera unidad con Dios, así como ascetismo en comunidad.

– ¡Qué bueno!, pienso de nuevo.

Encuentra un sentido para tu tiempo de Cuaresma

Obviamente, estos programas tocan la fibra sensible de las personas que quieren participar de retos y centrarse en sí mismas en estos tiempos tan acelerados.

Los cristianos tenemos tiempos especiales en el año litúrgico -Adviento y Cuaresma- para volver a centrarnos en Dios. La renuncia consciente puede ayudar, sobre todo si tiene un «para qué». Prescindir de algo puede ser un regalo silencioso para esa persona o, lo que quizá sea aún más valioso, puede hacer posible que nos dirijamos conscientemente a ella.

Por ejemplo, menos tiempo en los medios de comunicación crea el espacio necesario para llamar a alguien e iniciar una conversación.

Renunciar al alcohol o al azúcar una vez al año durante un periodo de tiempo más largo limpia el cuerpo desde dentro – si esta renuncia no es solo ascética, sino «por tal causa», la alegría de este reto aumenta. La confesión ha llegado a ser muy valiosa para mí en los últimos años – es como una cálida ducha del alma que lava las cosas que no fueron tan bien y donde el buen Dios también acepta las cosas que aún no tienen respuesta – limpia el alma desde dentro y abre el espacio para rastrear de nuevo los anhelos interiores.

El consejo del Padre Kentenich

En esta Cuaresma nos podemos preguntar: ¿Dónde me invita Dios a abrirle la puerta de nuevo este año? Vale la pena detenerse un momento y hacerse esta pregunta.

El Padre Kentenich nos da un buen consejo: compararnos solo con nosotros mismos para encontrar un «yo mejor»: ¿Dónde quiero crecer? ¿Y qué puedo hacer concretamente como ejercicio para ello en las próximas semanas? Si encuentro algo que me da alegría -aunque cueste- puedo decirme a mí mismo y a Dios: ¡Acepto el reto!

Fuente: basis-online.net