El 20 de enero es un día importante para la Familia de Schoenstatt. Recordamos la decisión de nuestro Padre y Fundador, el Padre José Kentenich, de aceptar libremente ser enviado al campo de concentración de Dachau sin intentar apelar su condena.
¿Qué vivió el Padre Kentenich en los días previos al 20 de enero?
En octubre de 1941, el fundador de Schoenstatt fue tomado prisionero de la Gestapo, la policía nazi, en Coblenza, una ciudad a orillas del río Rin cerca de Schoenstatt. La prisión funcionaba en el edificio de un antiguo convento carmelita. Gracias a dos guardias, que se atrevieron a llevar clandestinamente correspondencia desde Schoenstatt al Padre Kentenich, y viceversa, se mantuvo un contacto frecuente entre la Familia de Schoenstatt y su fundador.
El 13 de enero de 1942, la Gestapo interrogó sostenidamente al P. Kentenich y le amenazó con enviarle al campo de concentración de Dachau. De hecho, esta deportación equivalía a una sentencia de muerte, ya que pocos sobrevivían a los campos de concentración nazis. El 16 de enero, el Padre Kentenich fue sometido a un examen médico para determinar si era apto para ser enviado al campo. El examen fue una mera formalidad, no se examinaron sus pulmones ni su corazón. A pesar de su precaria salud -un pulmón no le funcionaba-), fue declarado apto para el campo de concentración. Al día siguiente, Schoenstatt recibió una nota escrita de puño y letra del P. Kentenich: «Acabo de ser examinado con vistas al campo de concentración. Resultado: Soy apto para el campo. Pero nadie debe preocuparse por eso”.
A partir de ese momento, los dirigentes de la Familia de Schoenstatt comenzaron a mover todos los hilos posibles para evitar que el P. Kentenich fuera enviado a Dachau. Consiguieron que el médico de la prisión accediera a examinarle de nuevo, siempre que el P. Kentenich lo solicitara por escrito, y entonces tal vez lo podría declarar no apto para el campo.
Encrucijada ante el “silencio de Dios”
El P. Kentenich se enfrentó a una decisión crucial: ¿Debía firmar esta solicitud o no? ¿Qué quería Dios de él? «La inquietud provocada por esta tensión no me abandonó», diría más tarde. “Fueron días terribles. Interiormente luché y recé. No tuve ninguna visión, ningún sueño, ni siquiera una iluminación especial. En la lucha solitaria solo me apoyé en la simple fe en la Providencia. Durante horas y horas fui de un lado a otro de mi celda. Luchaba y rezaba y no sabía qué hacer.
La noche del 19 al 20 de enero el P. Kentenich estuvo en vigilia de oración. El día 20, durante la Santa Misa, que celebraba clandestinamente todos los días en la cárcel, más precisamente en el momento de la consagración, recibió la certeza interior de lo que debía hacer: no debía buscar la libertad por medios humanos, sino por la entrega total de la Familia de Schoenstatt a Dios.
Así afirmó: «De corazón sacrifico mi libertad exterior para que a la Familia de Schoenstatt no le falte nunca la libertad interior”.
¿Cómo podemos seguir el ejemplo del Padre José Kentenich en la búsqueda de la voluntad de Dios, incluso cuando nos lleva a elegir lo más difícil?
Que el P. Kentenich interceda ante Dios por cada uno de sus hijos espirituales para que sepan seguir sus pasos.
Fuente: Schoenstatt Brasil