Héroes de la autenticidad: lo que podemos aprender de ellos

Alicja Kostka

«¡Sé tú mismo!» Este llamado caracteriza la cultura de nuestro tiempo. Sobre todo, los jóvenes anhelan encontrar su propio lenguaje, poder actuar con originalidad y hacerse visibles como personalidades inconfundibles. La autenticidad se ha convertido en un valor fundamental: vivir con valentía lo propio, en lugar de limitarse a desempeñar meros papeles.

El padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, también concedía gran importancia a este valor. Él mismo vivía con gran autenticidad y animaba a ser auténticos en todos los ámbitos de la vida: ante uno mismo, ante los demás y, sobre todo, ante Dios. Una imagen suya que se cita a menudo es: «Debemos hablar con el buen Dios tal y como nos sale del corazón». De esta autenticidad original en la oración surge cualquier otra forma de autenticidad: en las acciones, en el encuentro con las personas y en las decisiones fundamentales de la vida.

En este horizonte también se entiende el concepto schoenstattiano del «ideal personal». Para Kentenich, la santidad nunca significa un moldeado o una uniformización, sino un desarrollo de la propia personalidad. La gracia se basa en la naturaleza: la originalidad única del ser humano no se borra, sino que se profundiza y se eleva.

La autenticidad en la historia de Schoenstatt

Lo fundamental que fue la autenticidad para el origen y el desarrollo del Movimiento se refleja en las biografías de aquellas personalidades que se denominan «héroes de Schoenstatt»:


Josef Engling: la piedra angular por la grandeza de su corazón

Al principio de la historia de Schoenstatt, fue José Engling quien supo acoger la chispa que surgió de la inspiración del Padre Kentenich gracias a la amplitud y receptividad de su corazón. Sus diarios, llenos de autorreflexión y lucha espiritual, muestran cómo el ideal de Schoenstatt toma forma en un alma. Con todos sus altibajos, sus luchas contra la pereza y su amor creciente por la Mater, se convirtió en un testimonio vivo de que la santidad es auténtica y está al alcance de todos. Su lucha por no dedicar tanto tiempo al juego de cartas también lo hace auténtico: era un buen jugador al que le gustaba que lo invitaran a jugar. Sin embargo, ante el «juego completamente nuevo», es decir, Schoenstatt, se esforzó por dejar el juego de cartas en la medida de lo posible. A pesar de las recaídas, continuó avanzando en su crecimiento espiritual.

Una de las cuatro resoluciones que formuló por su cuenta durante sus ejercicios espirituales privados de 1915 decía así: «Querido Dios, prefiero morir antes que ofenderte siquiera con un pecado venial». Hoy en día puede resultar sorprendente el alto nivel de exigencia que se impuso entonces. No obstante, esta petición reflejaba el profundo anhelo de su corazón, que determinaba su obra y sus acciones.


Gertraud von Bullion: pionera del liderazgo femenino

Gertrud von Bullion aportó una nueva dimensión al movimiento al abrir Schoenstatt a las mujeres. Con valentía y claridad espiritual, se preguntó si las mujeres, al igual que los hombres, podían formar una comunidad de liderazgo y responsabilidad en la Alianza. A pesar de las resistencias iniciales —se decía que las mujeres podrían debilitar el movimiento o incluso significar su muerte—, ella misma vivió con gran intensidad la santidad y la responsabilidad apostólica exigidas. Así, se convirtió en pionera del liderazgo femenino en Schoenstatt, mucho antes de que este concepto se popularizara en la Iglesia o en la sociedad.

Desarrolló una espiritualidad femenina con un vocabulario y un lenguaje propios. Entre otras cosas, la palabra «atención» desempeñó un papel importante.

Dondequiera que miremos, todo es gracia; además, a diario, ¡incluso a cada hora!, recibimos atenciones de lo más conmovedoras. Nos calienta cuando tenemos frío; cuando prestamos atención a las «atenciones» con una mirada renovada, entonces el amor recíproco debe crecer en nuestro corazón, no puede ser de otra manera.


Franz Reinisch: intrépido hasta el martirio

Franz Reinisch era un hombre de palabras claras y consecuencias intransigentes. Combinaba su amor por Schoenstatt con un compromiso apasionado con la verdad y la conciencia. Fue el único sacerdote católico que se negó a jurar lealtad a Hitler. Declaró: «Debe haber personas que protesten contra el abuso de autoridad, y yo me siento llamado a esta protesta». A pesar de todos los intentos de persuasión, se mantuvo firme, sabiendo que con ello ponía en peligro su vida. Cuando llegó el momento de arriesgar su vida, siguió su conciencia y decidió venderla lo más cara posible. Lo hizo con la convicción de que su sangre podría contribuir a la renovación de la fe en Alemania y Europa. Así, en Berlín, la ciudad de las tinieblas, encendió la llama de un amor que sigue brillando hasta hoy.


Conclusión: la autenticidad como camino hacia la santidad

¿Qué une a estas tres figuras? Todos ellos respondieron a la invitación de Kentenich de «regalar santos al mundo» con su vida. Sus personalidades no eran en absoluto lisas ni conformistas; algunas cosas de ellos parecían angulosas, inusuales o provocadoras. Pero fue precisamente a través de esta autenticidad, purificada y elevada por la gracia, como se convirtieron en figuras inconfundibles de santidad.

Su testimonio muestra que la autenticidad es algo más que una palabra de moda. Es un camino espiritual. Quien tiene el valor de ponerse en manos de Dios con todas sus peculiaridades no solo descubre una originalidad personal, sino que se convierte también en un elemento fundamental para la renovación de la Iglesia y la sociedad.

Foto destacada: Guilherme Brum / PMSM

Traducción: Hna. M. Lourdes Macías

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