Un rayo de luz en las familias humildes de Guayaquil

Carlos Cifuentes y Ma. Isabel Delgado

¿Qué tanto tiempo dedicamos a la autoformación para tener el conocimiento necesario para enfrentarnos ante los cuestionamientos que han surgido en torno a la vida y la obra del Padre José Kentenich?

¿Qué tanto estamos comprometidos con esta sinodalidad a la cual estamos llamados como movimiento y como Iglesia?

¿Estamos siendo únicamente pacientes en esperar los signos de los tiempos,  o nos falta la audacia para entender que el cambio inicia desde nosotros, quienes también somos Iglesia?

Somos el matrimonio de Carlos Cifuentes y Ma.  Isabel Delgado, médicos de profesión. Carlos, gastroenterólogo y Ma. Isabel, oncóloga. Nos sentimos contagiados del mensaje único y especial recibido, que ciertamente ha tocado nuestras vidas y nos ha llamado a plantearnos estas preguntas.

Estas surgen motivadas por el carisma de Schoenstatt, y luego de haber sido partícipes de la Jornada Nacional de dirigentes del año 2022, en la cual se revivió los temas tratados en el congreso de Pentecostés: la importancia de la participación de la juventud, temas sobre la persona de nuestro Padre fundador y la carta con los compromisos sellados al término del evento.

Autoformación es proyecto de nuestro matrimonio

Por la gracia de Dios y de nuestra Reina y Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt, sentimos en nuestro corazón, que, pese a nuestras ocupaciones y desde nuestros oficios, hemos dedicado tiempo a nuestra autoformación y nos hemos planteado como proyecto, como matrimonio, conocer lo más posible para no dejarnos sorprender con cuestionamientos en lo que se refiere a la vida de nuestro Padre Fundador, pero queremos ir mucho mas allá.

Podemos aportar a la gran obra de Schoenstatt,  en primer lugar reconociendo en nuestro interior, que la evolución que hem

os tenido como seres humanos y como católicos comprometidos y aún más, desde nuestra Alianza de Amor, está fuertemente ligada a la sinodalidad a la que estamos llamados como matrimonio consagrado, gracias a la pedagogía y el carisma impreso por el Padre Kentenich en la obra de Schoenstatt.

Y qué mejor ejemplo que a través del envío apostólico, esa gracia maravillosa que nos permite mirar a nuestro Señor Jesucristo en el rostro de las personas más necesitadas, y nos permite convertirnos en servidores, y de esta manera llevar la esperanza y el mensaje de amor de la Navidad.

Compartiendo como familia con los que viven del día a día

El 4 de diciembre participamos con varios colaboradores y miembros de los círculos de Militancia en el agasajo a familias humildes de Guayaquil, llevando un rayo de luz y esperanza a aquellos a quienes no les falta la fe, pero que viven del día a día, que sufren desde su hogar la falta de alimentos, trabajo, o de abandono.

Decidimos ir en familia. Deseamos que nuestros hijos de 9 y 13 años, quienes ya forman parte de la gran familia de Schoenstatt, puedan palpar la realidad de una sociedad desigual, y sembrar en ellos la semilla de la solidaridad.

La organización fue ardua y muy detallada. Los voluntarios se presentaron de manera incondicional y las personas que de buen corazón hicieron sus donaciones contribuyó a que cada familia presente dibujara un rostro de alegría y paz. En esta jornada todas las familias y voluntarios nos olvidamos de nuestras rutinas, de los conflictos sociales, de las preocupaciones personales y familiares. Simplemente se evidenció la paz que crece al compartir y al recibir de manera sincera y sencilla.

La satisfacción del dar hace a nuestra esencia

rayo de luz

Niños y adultos acompañaban los cánticos con el ritmo de las palmas y con voces llenas de felicidad, con mucha atención y ternura durante la presentación de la peregrinación de María y José hasta Belén y una gran emoción que llena de felicidad al corazón, cuando todos se tomaban las fotos con el nacimiento viviente. Todos los presentes nos contagiamos de esa alegría en el compartir

Finalmente, luego de esta jornada maravillosa, en la cual todos ayudamos de diferentes maneras, sobrevino el cansancio, pero esto no nos apagó para nada las ganas de continuar, porque al fin y al cabo se necesita dar el primer paso para transitar por ese camino al que estamos llamados como schoenstattianos.

Estos momentos hay que vivirlos para sentir esa enorme felicidad que no se puede encontrar en el confort de tu trabajo, en tu entorno, o en tu vida personal, siempre recordando que estamos llamados a la Santidad, que solo se consigue a través de nuestra transformación interior y nuestra entrega a los demás.

rayo de luz

 

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