El 8 de julio, el Movimiento de Schoenstatt recuerda la ordenación sacerdotal del Padre José Kentenich, que tuvo lugar en 1910. La trayectoria sacerdotal del P. Kentenich ha aportado cosas muy relevantes al contexto contemporáneo en general y a los sacerdotes en particular, al proponer y vivir un nuevo modelo de sacerdocio basado en una estrecha vinculación con Cristo y una gran devoción mariana.
En este contexto —sin pretender agotar el contenido de su mensaje a quienes comparten su carisma—, destacamos tres características del sacerdocio que consideramos pertinentes para los desafíos de hoy:
Paternidad sacerdotal
La «paternidad sacerdotal» es una de las misiones esenciales del ministerio sacerdotal, pero se ha descuidado con frecuencia en los últimos tiempos. El sacerdote está llamado a ejercer el papel de «Padre de un pueblo», como subrayaba el Padre Kentenich, que advertía del riesgo de que la falta de referencia paterna pudiera conducir a la ausencia de la presencia de Dios (cf. KENTENICH, Mi filosofía de la educación, p. 30 y ss.).
Según Kentenich, la pérdida del sentimiento filial impide que Dios pueda expresar su acción paterna en plenitud hacia quienes no se consideran hijos. Desde esta perspectiva, es importante promover una corriente de filialidad dirigida hacia el Padre (cf. KENTENICH, Abbá José, p. 51).
Aunque esta responsabilidad la comparten muchas personas, corresponde particularmente a los sacerdotes, cuya misión es servir de puente natural entre las personas y Dios Padre. Los sacerdotes tienen la misión de preservar la imagen paterna a través de su paternidad espiritual, convirtiéndose en punto de referencia para quienes ya no reconocen esta figura en el mundo actual.

Sacerdocio mariano
¿Qué caracteriza a un sacerdote mariano? Considerando que el sacerdote es un alter Christus (otro Cristo), cabe preguntarse cómo es posible admitir rasgos marianos sin comprometer el cristocentrismo de la vocación sacerdotal ni su identidad masculina.
Según el P. Kentenich, «el ideal del altera Maria (otra María) también es apreciado y familiar a los sacerdotes y a los miembros masculinos de la Familia total», y explica que «la imagen perfecta del hombre debe tener también rasgos de María». El sacerdote, como instrumento de María, necesita esas cualidades, pues debe poseer la firmeza de un diamante y, al mismo tiempo, mostrar ternura maternal, conciliando la severidad con la delicadeza y la fortaleza con la dulzura.
Este equilibrio se atribuye a la Madre de los Sacerdotes, ya que, como dice el P. Kentenich, «la Madre de Dios posee el carisma de difundir a su alrededor una atmósfera ideal, purificada y sobrenatural, que nos mantiene perpetuamente jóvenes y entusiastas, moldeables y abiertos; que conserva en nosotros el sentido de la percepción de todo lo que es genuino, divinamente grande e ideal, que lo fortalece y lo hace activo en nosotros» (cf. KENTENICH, Espiritualidad mariana del instrumento, p. 116-118).
Alentar la misión de los laicos
El Padre José Kentenich destacó por ser un sacerdote que creía en los laicos en una época en la que había poco interés por el protagonismo laical. Se anticipó a diversas propuestas del Concilio Vaticano II, especialmente en lo referente a la valoración y potenciación de los laicos para una acción apostólica incisiva en el mundo.
En Milwaukee, abordó el concepto de «Iglesia de los nuevos márgenes», entendida como «Pueblo de Dios en camino», superando la concepción tradicional de una estructura piramidal marcada por jerarquías rígidas y escasa participación de los fieles. Propuso una Iglesia configurada como una comunidad familiar que respeta la pluralidad de estados de vida, funciones y culturas observadas en el movimiento internacional. Su perspectiva era la de una Iglesia sencilla, sin afán de poder frente al mundo, pero bien organizada y caracterizada por la corresponsabilidad de todos sus miembros, cada uno llevando a cabo su propia misión.
Como señaló el propio P. Kentenich en una homilía pronunciada en la parroquia de San Miguel de Milwaukee: «Parte de esta nueva imagen de la Iglesia era el respeto por la dignidad y los talentos de los llamados «laicos». En el pasado, los laicos eran figuras periféricas de las que se ocupaba el clero; hoy, sin embargo, deben experimentarse como miembros de pleno derecho. Un miembro de pleno derecho vive la plena responsabilidad de la misión de la Iglesia en el ambiente en el que se encuentra, asumiéndola como propia. Allí donde se encuentra, allí está presente la Iglesia». (Cf. FELDMANN, El rebelde de Dios, p. 179).
Estas características representan solo algunas de las diversas orientaciones que el P. José Kentenich propuso a los sacerdotes a lo largo de su carrera, marcada por una intensa labor pastoral con el clero.
Un legado que aún hoy resuena
El legado del Padre Kentenich trasciende su época y sigue resonando en la actualidad en comunidades que valoran el papel de los laicos, reconocen la riqueza de la diversidad y fomentan la colaboración entre las diferentes vocaciones dentro de la Iglesia. Su enfoque visionario sentó las bases para una comprensión más dinámica y corresponsable de la Iglesia como institución: ya no una agrupación estática, sino un organismo vivo en continua renovación, donde cada persona está llamada a contribuir desde sus dones y carismas.
Alentando el compromiso activo de todos los fieles, el Padre Kentenich fomentó la autonomía responsable y el discernimiento comunitario, y valoró el diálogo, la escucha recíproca y el intercambio de experiencias. Así, la Iglesia se fue convirtiendo cada vez más en un lugar de acogida, crecimiento y misión, fiel a su identidad original como comunidad de fe peregrina y solidaria.
Las propuestas del fundador de Schoenstatt siguen inspirando a generaciones de cristianos para que asuman con creatividad y valentía su papel en la construcción de una Iglesia abierta, participativa y comprometida con los desafíos del presente y del futuro sin perder de vista la centralidad del Evangelio y la cercanía maternal de la Madre de Dios, modelo de servicio y disponibilidad.
Dr. Marcelo Cervi
Instituto Secular de Sacerdotes Diocesanos de Schoenstatt
Traducción: Hna. M. Lourdes Macías