El 19 de marzo es el día de San José y también el día en que recordamos el onomástico de nuestro Padre Fundador, el Padre José Kentenich. La mayoría de nosotros conocemos algo de su vida, pero esperamos que estos pequeños fragmentos nos ayuden a comprender mejor su persona a través de la forma en que se relacionaba con la gente.
FRAGMENTOS DE LA VIDA DEL PADRE KENTENICH
- SUS PRIMEROS AÑOS
El acertijo de la torre de la iglesia
Una de las cosas en las que participó José fue una aventura en la iglesia local: José, su primo Pedro y el hijo del sacristán decidieron que sería divertido trepar por la torre de la iglesia de San Cuniberto. Se dieron cuenta de que había una pequeña puerta en lo alto de la iglesia que les permitiría salir al tejado de cobre. En medio de su travesura, el párroco los descubrió. Cerró la puerta tras ellos y fue a buscar al sacristán. Mientras estaba fuera, los tres chicos se dieron cuenta de que se habían quedado atrapados y estaban en apuros, así que trataron de encontrar otra forma de bajar. ¡Y rápido! Encontraron un lugar por el que podían colarse en la iglesia a través de una abertura en el techo, cerca del altar. Desde allí, pudieron saltar y deslizarse por los pilares hasta ponerse a salvo. Cuando el párroco regresó con el sacristán, los chicos ya se habían escapado y el buen cura se preguntó cómo lo habían conseguido.
- DIRECTOR ESPIRITUAL EN SCHOENSTATT
Corazón paternal
El siguiente ejemplo, contado muchos años después por uno de los chicos que más tarde se hizo sacerdote, muestra algo del toque «maternal» del Padre Kentenich: un niño pequeño y tímido estaba en el pasillo con las manos vendadas. Tenía eccema. Por eso sus compañeros lo evitaban. El padre observó al pequeño, al que aún no conocía, se detuvo y le preguntó qué tenía en las manos. El niño contestó y dejó que el Padre le quitara las vendas y le mirara las manos. Hasta el día de hoy, el maduro sacerdote recuerda con alegría y nostalgia aquella preocupación paternal.
La manta
Durante esos años, el P. Kentenich tuvo que atender a menudo las necesidades físicas de los seminaristas. Las privaciones eran a menudo extremas.
Al principio, una dificultad relativamente menor fue tener que abandonar su escuela bien caldeada de la colina (se convirtió en hospital militar) y trasladarse a la «Casa Vieja», frente al santuario. Este viejo edificio no estaba bien aislado del frío, y como el carbón empezó a ser racionado, los inviernos se convirtieron en una época de mucho sufrimiento por el frío. Una fuente nos dice: «Las cosas se pusieron especialmente duras en el crudo invierno de 1916-1917, el invierno en que el Rin se congeló.
En ese terrible invierno se enteró de que un chico sufría especialmente por el frío. A través de uno de los dirigentes de la congregación, le envió su propia manta con la petición de que la devolviera en primavera.
(De: Pinceladas de un Padre, Vol. 2, P. Jonathan Niehaus)
- DACHAU
Me escuchó
Cuenta el Padre Heinz Dresbach, que estuvo en Dachau con el Padre Kentenich
Ya había conocido al Padre Kentenich antes de venir a Dachau. Había participado en uno de sus retiros para sacerdotes en 1940.
Cuando el Padre llegó a Dachau, estuvo en el bloque de admisiones durante siete meses. En octubre de 1942 vino a visitarnos al bloque 26, el de los sacerdotes alemanes. Intenté reunirme con él. La forma más fácil de hacerlo era pedirle que me confesara.
Nunca olvidaré la forma tan especial en que escuchó, fue la primera vez que me acerqué un poco más a alguien. Fue un acontecimiento y una experiencia inolvidables para mí.
Durante mucho tiempo me pregunté: «¿Por qué es esto tan diferente de todo lo que he vivido?». La forma en que escuchaba casi me pillaba desprevenido por dentro. Intenté encontrar la manera de expresarlo para entenderlo mejor. Por ejemplo, me dije que nunca en mi vida había tenido una «sesión de escucha» semejante, en la que alguien escuchara con tanto interés que prácticamente asimilara todo lo que yo decía y me hiciera revelar aún más…
Siempre que sugería algo, lo hacía mostrando un gran respeto por mi libertad: “Sería bueno que trabajara especialmente en esto en el futuro… Esto podría ayudarte de tal o cual manera, tener tal o cual ventaja, etc.”
Me empujaba un poco en una dirección determinada. Y su manera de hablar, de redactar y de subrayar las cosas era tan positiva que uno nunca tenía la impresión de que le criticaran nada. Todo lo contrario. Su interés era palpable.
(De: Brushstrokes of a Father, Vol.3)
- MILWAUKEE
El Padre y la sopa
Los Señores Schimmel tenían una cabaña en un hermoso lago del centro de Wisconsin. Una vez pudieron invitar al P. Kentenich a visitar este lugar tan especial para ellos. Otro sacerdote también fue a visitar a los Schimmel. La Sra. Schimmel recordó un pequeño episodio que significó mucho para ella. Había preparado una sopa para todos y la había servido en la cabaña. Sin embargo, no se sentía con la dignidad suficiente para comer con personas tan importantes, así que sirvió a los sacerdotes y a los hombres y luego se fue a la cocina a comer sola.
En ese momento, el P. Kentenich le dijo a Gilbert que fuera a buscar a su mujer, ya que también debía comer con los invitados. Pero ella se negó. Finalmente, el Padre hizo que Gilbert transmitiera el mensaje: «El Padre no va a empezar a comer hasta que salgas y te unas a nosotros». Así que salió y se unió al grupo. Agradeció mucho esta muestra de respeto.
“Recibir con una mano, dar con la otra; Historia de Joanna Schimmel”
El gran amor del Padre por dar no sólo nos impresionó, sino que nos conmovió profundamente. En una ocasión le hice un regalo. Lo aceptó amablemente con una mano. Luego se acercó y se lo dio a otra persona que estaba en la habitación.
Al principio me costaba entender esta tendencia a dar, pero poco a poco lo comprendí. Me hacía feliz saber que le daba la oportunidad de poder hacer un regalo a otra persona. Esto es lo que realmente le hacía feliz. Otra idea que me vino a la mente fue: «El Padre no tiene nada propio y, sin embargo, siempre tiene las manos llenas para poder dar a los demás».
(De: «Pinceladas de un padre». Vol.5)
Fuente: Boletín Nacional de Schoenstatt Australia, 18 de marzo de 2025 l Volumen 6, Número 3
Traducción: Hna. M. Lourdes Macías