Bien sabemos qué significa un día de trabajo con todas sus alegrías y complicaciones, mientras que la palabra «santidad», es probablemente extraña para la mayoría de la gente en 2023. Sin embargo, se utiliza la palabra en muchos contextos. Por ejemplo, un compañero de trabajo ve como “sagrado” realizar una tarea importante. Una hija considera «sagrado» un cuadro que heredó de su padre y le da un lugar de honor en el salón. Y cuando alguien quiere subrayar la seriedad de su declaración, dice: «Por todo lo que es sagrado para mí…». Siempre se trata de algo importante o especialmente valioso, que hay que tomarse muy en serio, donde a menudo entra en juevo el honor.
Recorriendo ciertas regiones o países, se tiene la impresión de que allí viven personas profundamente arraigadas en la fe y familiarizadas con lo sagrado. En Francia, por ejemplo, muchas ciudades y pueblos llevan el nombre de santos. Sin embargo, sabemos que la sociedad francesa está muy secularizada, los nombres piadosos de lugares dan testimonio de un pasado cristiano más que de un presente marcado por la fe.
La vocación a la santidad
Sea cual sea el entorno social, los cristianos fieles son exhortados por el apóstol Pablo: «Todo lo que hagan de palabra y de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús». Es un resumen de lo que Pablo escribe en las instrucciones para todos los bautizados. Debemos despojarnos de todas las características del «hombre viejo»: Ira, enojo, malicia, blasfemia, mentira y palabras impuras. En su lugar, debemos revestirnos de un «hombre nuevo», como de un vestido nuevo. Y este vestido nuevo es sobre todo «el amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3, 5 ss.).
El Concilio Vaticano II concluyó de tales afirmaciones de la Biblia y de otras similares «la vocación de todos los cristianos a la santidad» (Lumen gentium 32 y 39 ss.) Esta vocación se remonta a una larga tradición de espiritualidad cristiana, referida a que es posible llevar una vida marcada por la fe viva, o sea, una vida santa.
Algunos pensaban que era demasiado difícil seguir la llamada de Dios en este mundo y se retiraban a la soledad. Otros pensaban que solo en una vida célibe como monjas o monjes se podía alcanzar un «estado de perfección». Una huella mucho más estrecha en la historia de la espiritualidad, al menos en teoría, se veía en el deseo de traducir literalmente las palabras de Pablo a la vida concreta: hacerlo todo en nombre de Jesús, viviendo en el mundo, en el matrimonio y la familia, en el trabajo, en la vida cotidiana ordinaria tal como la experimentan las personas «normales».
Santidad de la vida diaria
El Padre José Kentenich formuló la meta de la vida y la educación cristianas de la siguiente manera: Queremos formar un «hombre nuevo en una comunidad nueva» – a través de la santidad del día laboral. No hay que buscar lo extraordinario, sino lo ordinario – lo que se hace día a día en la vida ordinaria – que estamos llamados a hacer extraordinariamente bien.
En 1937, Annette Nailis resumió las charlas del Padre Kentenich sobre este objetivo en el libro «Santidad de la vida diaria». Se veía a sí mismo en la tradición de San Francisco de Sales, que no quería que la santidad se entendiera como algo para horas piadosas o situaciones especiales de la vida, sino como un camino hacia Dios para todas las personas, cada día, en cada situación de la vida. La obra de Francisco de Sales «Philothea. Introducción a una vida piadosa», publicada en 1609, es un clásico de la espiritualidad cristiana y puede entenderse como precursora de la «santidad de la vida diaria».
¿Qué puede significar esto para los cristianos de 2023?
Fuente: basis-online.net