En este mes de julio, celebramos la ordenación sacerdotal del Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt. Su vida fue una constante invitación a ver la creación como una expresión viva del amor de Dios. Para él, el mundo no es solo un escenario, sino un signo visible del Dios invisible, una pedagogía viva que nos educa a amar, agradecer y transformar.
La naturaleza puede ser para nosotros una fuente diaria de felicidad auténtica. No necesitamos grandes lujos para experimentar paz y plenitud; basta con salir a caminar, observar un atardecer, respirar profundamente junto a un árbol. Allí, en la sencillez, redescubrimos lo esencial.
Además, la creación nos invita a la unidad. Nos recuerda que todos habitamos la misma casa, compartimos los mismos recursos, y somos parte de una red de vida que nos une. La fe cristiana nos impulsa a vivir esta verdad con compromiso y amor.
Aprender a mirar la creación con ojos marianos
El Padre José Kentenich hablaba con ternura y profundidad del mundo como un «Jardín de María». Para él, la creación es como un jardín en el que María, como madre y educadora, cultiva a sus hijos. En este jardín, cada persona es una flor única que está llamada a florecer en su identidad y misión. La naturaleza no solo embellece el entorno, sino que también educa, forma y orienta. Aprender a mirar la creación con ojos marianos —“es decir, con ternura, cuidado y apertura al misterio”— nos ayuda a crecer como personas más humanas, más creyentes y más comprometidas con la vida.
Desde su pensamiento profético en el 31 de mayo, el Padre Kentenich insistía en que “es voluntad de Dios que la criatura nos conduzca al Creador”. La creación, por tanto, no es un simple objeto, sino un camino de encuentro con lo divino.
Solidaridad de destinos
“Semillas de paz y esperanza” es el tema propuesto por el Papa León XIV para la próxima Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Con esta expresión, nos llama a sembrar acciones concretas, sostenidas por la fe y la oración, que construyan un mundo más justo y reconciliado con la tierra y con los más pobres.
El Papa León nos recuerda que la justicia ambiental no es solo protección del entorno, sino una cuestión de justicia social, económica y antropológica. Detrás de cada río contaminado o bosque destruido, hay comunidades afectadas, niños sin agua, pueblos sin futuro. No se puede hablar de ecología sin hablar de dignidad humana y nos inspira a vivir la fe con obras, generando impacto tangible en la comunidad y en la creación.
Hoy más que nunca, estamos llamados a ser custodios responsables de la creación. Pero no solo se trata de cuidar en lo personal: también debemos ser más activos en la defensa del medio ambiente. Con esa idea nace el Equipo de Sostenibilidad de Schoenstatt. Este grupo, compuesto por miembros de diversos países, busca integrar prácticas sostenibles en todas nuestras actividades. Nuestro objetivo es cuidar nuestra casa común y asegurar un futuro más verde, fiel a nuestra fe.
Cada pequeño gesto cuenta. Cada decisión que tomamos —al consumir, reciclar, votar, educar o rezar— es una semilla que podemos plantar para un mundo nuevo.

El Padre Kentenich, en su mensaje del 31 de Mayo, habló con fuerza de la solidaridad de destinos. Todo está unido. Lo que una persona hace, impacta al mundo. Somos responsables no solo de nuestras vidas, sino también del bien común.
“El destino de uno está unido al destino de todos” — enseñaba. Esta visión nos invita a pensar en la creación no como algo ajeno, sino como parte de nuestra misión común. Cuidar la tierra es cuidar al hermano; respetar la naturaleza es construir paz.
Un camino compartido: Schoenstatt y la Iglesia universal
Los mensajes del Padre Kentenich, Laudato Si del Papa Francisco y nuestro querido Papa Leo XIV tienen una raíz común: Reconocer que todo está conectado, recuperar la sencillez de vida, defender a los más vulnerables, ver la creación como reflejo del amor de Dios.
Juntos, nos llaman a una revolución del corazón, una nueva forma de estar en el mundo, donde vivir con menos no es pérdida, sino libertad; y donde la espiritualidad ecológica es signo de fe madura y comprometida.
Julio es un mes para recordar que Dios sigue sembrando esperanza en medio de un mundo herido. Lo hace a través de quienes escuchan, aman, cuidan y luchan con humildad.
Que, como hijos del Padre Dios, guiados por María, nos convirtamos en semillas vivas de paz y esperanza, cuidando la creación, sanando heridas, y caminando juntos hacia un futuro más fraterno.
¿Quieres ser parte del cambio?
Si te sientes llamado a contribuir a una visión sostenible en Schoenstatt, te invitamos a unirte a nosotros. ¡Juntos podemos hacer la diferencia!
¡Participa con nosotros! – Whatsapp +34 604 94 52 86
Rosana Silva – Instituto Nuestra Señora de Schoenstatt – Madrid