La vocación del educador es apasionante. Fe y vida, están al servicio de algo más grande, del surgimiento de un nuevo tipo de hombre y un nuevo tipo de mujer que comprenda su desarrollo en la perspectiva de un tejido de aprendizaje y crecimiento, que lo desafíe a tener una visión armónica e integradora de todas sus fuerzas. Esta es la pedagogía de Schoenstatt.
Colaborar para aprender los unos de los otros
La estrategia de aprendizaje “Gira y enseña”, es una dinámica que se utiliza en las clases de preescolar. Un día en particular, una profesora invitó a sus estudiantes a reconocer características de algunos animales de acuerdo a su forma, tamaño y color. Esta dinámica se realizaba con los alumnos sentados en una alfombra marcada con sus lugares. Estos estaban muy atentos escuchando y seguían con la mirada las explicaciones de su profesora. Luego, ella les pide girar y ponerse en parejas uno frente al otro para que cada uno le enseñe al otro lo recién explicado con sus palabras.
Un ejercicio simple y que a diario lo realizamos sin mucha conciencia, es transmitir un aprendizaje, recibir información. Esa eterna dinámica es un acto colaborativo. Surge una experiencia nueva a través de un vínculo, algo que nos conecta y nos hace crecer juntos.
Ya en la época temprana de Schoenstatt el P. Kentenich nos dijo:
«Queremos aprender. No solo ustedes sino también yo. Queremos aprender unos de otros, pues nunca terminamos de aprender, sobre todo en el arte de la autoeducación, que representa la obra, la acción, la labor de toda nuestra vida.» (1)
El aprender los unos de los otros está en la raíz de nuestro carisma. Estamos invitados a vivir ese aprendizaje tanto a nivel natural como sobrenatural, estamos invitados a colaborar. Pero la pregunta que nos inquieta para este tiempo es:
¿Somos capaces de aprender de otros, del tiempo y de las voces de Dios que nos hablan de un nuevo tipo de hombre ?
Cómo saber si somos un movimiento de educación
Lo relevante de saber si somos un movimiento de educación, es si nuestra propuesta sintoniza con el hombre y con el sentir de su tiempo, con sus dolores y desafíos. ¿De quién o de qué aprendemos?
Cuando pensamos en una experiencia de colaboración, para que realmente sea una co-creación, como diría Daniel Wilson (2), tiene que plasmarse en algo nuevo, algo original que tiene su raíz en las partes que colaboran, pero al mismo tiempo, algo que encuentra eco en el pulso y desafío actual. Una pandemia que ha afectado a toda la sociedad a nivel mundial, que ha cambiado nuestra forma de vivir, tiene que decirnos algo y hacer cambiar nuestra forma de acercarnos al otro. Ser coherente con el principio “Ordo essendi est ordo agendi” (3), el orden de ser del otro me indica mi orden de actuar, de acercarme al otro, los caminos y modos de ser. Para que la comunicación entre ambos sea mutua, atrevernos a aprender del otro es, en definitiva, acompañarlo en su propio camino de aprendizaje que tiene tiempos y momentos únicos.
Los schoenstattianos no somos un movimiento dogmático, sino un movimiento de educación. Una y otra vez nos hemos comprendido como “oficial de enlace” entre ciencia y vida, teología y vida, psicología y vida… Somos un señalado movimiento de educadores y de educación. (4)
Como miramos nuestras estructuras, nuestras iniciativas para que acojan las inquietudes del tiempo y sobre todo estar atentos a lo que Dios nos dice debería ser para nosotros lo importante, no solo la pregunta por el hombre, sino la del diálogo entre el hombre y el Dios de la vida.
Nuestro carisma tiene un sello profundo de colaboración, un elemento fundamental en la educación actual y relevante para nuestra construcción social, solidaria y fraterna. Vivir nuestra Alianza de Amor con la Mater puede tener una oportunidad muy clara en la misión de educar, de formar, de servir desinteresadamente la vida que hay en el otro. Es un desafío el hacer consciente nuestra forma de vivir en relación con la Mater, el hacer siempre realidad el “Nada sin ti, nada sin nosotros”.
Ser educador: vocación apasionante
Todo esto se puede traducir en una vocación tan apasionante como la de ser educador, sobre todo para tener presente que fe y vida, están al servicio de algo más grande, del surgimiento de un nuevo tipo de hombre y un nuevo tipo de mujer que comprenda su desarrollo en la perspectiva de un tejido de aprendizaje y crecimiento, que lo desafíe a sí mismo a tener una visión armónica e integradora de todas sus fuerzas, capacidades y pulsiones y de las dinámicas del mundo, es decir, de estar al servicio de su desarrollo orgánico.
Descubrir nuevas estructuras y nuevos caminos: el desafío del educador
La pregunta si somos un movimiento de educación se responderá en la medida en que Schoenstatt sea un movimiento de colaboración mutua, donde nuestras diversas comunidades aprendamos los unos de los otros, que seamos capaces de ver que la formación de un nuevo hombre nos exige nuevas estructuras y nuevos caminos que se pongan al servicio de la sociedad, que sintonicen con el hombre y la mujer de hoy, y sobre todo si en esos caminos colaboramos para que cada uno de ellos crezcan en su vínculo filial con Dios y con la Mater.
1 Kentenich, J. Acta de Prefundación 1912
2 Daniel Wilson, Director de Proyecto Zero en la facultad de Educación de la Universidad de Harvard
3 “El orden de ser, determina el orden de actuar”
4 Kentenich, J. Jornada para educadores católicos 1950