En estos tiempos en que muchos conflictos se intensifican en el mundo, necesitamos volver a construir la paz, todos juntos. Parece difícil, parece imposible. Pero no lo es. Utilizando la brújula de la Alianza de Amor, encontramos caminos muy prácticos para nuestra vida cotidiana: tengo que ser protagonista de la paz aquí y ahora, en el lugar donde estoy.
¿Por dónde empezar?
Quien conoce la historia de Schoenstatt sabe que el Movimiento surgió y creció en medio de guerras, en un contexto de armas, bombas y destrucción por doquier. Y en esta fase caótica de la historia, la Mater, valiéndose de sus jóvenes congregantes, promueve la paz. Los schoenstattianos no pudieron detener la guerra ni huir a un territorio pacífico; se vieron obligados a luchar y, sin embargo, fueron protagonistas de una cultura de paz entre su batallón a través de pequeños gestos.
Cuando José Engling se vio envuelto en un combate…
Este fue el caso de José Engling. Uno de sus mayores adversarios no era el ejército enemigo, sino su temperamento explosivo. En su biografía se cuenta que una vez le robaron la espada a Engling y, como consecuencia, estalló una pelea entre él y otro soldado en el cuartel. Cuando José estuvo solo y más tranquilo, pudo pensar con más calma. Se preguntó: «¿Hice lo correcto?». Sabía que no estaba mal exigir que le devolvieran la espada, pero ¿era necesario armar tanto alboroto? Se sentía culpable. No encontró la paz hasta que se dirigió a su colega y le pidió disculpas.
Como este ejemplo, siguieron otros muchos episodios en los que se cultivó la paz en pequeñas situaciones cotidianas.
Un gesto sencillo para lograr la paz en la familia
Es esencial para todos buscar la paz en la familia. Al P. José Kentenich le encantaba contar historias, y sobre este tema comentaba el poder del silencio como instrumento de paz. Así lo cuenta nuestro Fundador
“Seguro que habrán oído hablar muchas veces del religioso San Vicente Ferrer. Un día se le acercó una mujer cuya principal queja era contra su marido… ¿Cómo era? (como lo describía la esposa): Irascible, arrebatado…
Vicente Ferrer era un confesor inteligente y le dijo a la mujer: ‘Ve al convento y pide una botella de agua del pozo. Tiene que ser agua del pozo del convento. Luego haz lo siguiente: Cuando el marido llegue a casa, gritando hasta más no poder, toma un sorbo del agua y mantenlo en la boca hasta que deje de gritar.’ ¿Cuál fue el efecto? A partir de ese día, no hubo más peleas.
La gente del barrio empezó a decir que querían el agua milagrosa de San Vicente. ¿Tenía que ser agua del pozo? No tenía nada que ver, no hacía falta ir a buscarla al convento, lo decía para darle un toque de misterio. ¿Cuál era el verdadero remedio? El silencio de la mujer”.
Es importante mencionar en esta historia que el P. Kentenich no está hablando de un silencio de sumisión. Su consejo, aplicable tanto a hombres como a mujeres, es adoptar una actitud de humildad, que aporta a cualquier relación: esperar a que «se enfríen los ánimos» para mantener un diálogo más equilibrado. Con gestos sencillos, la paz se construye día a día y se refleja en todo el mundo en situaciones complejas.
Las guerras actuales -para algunos muy cercanas, para otros más lejanas, pero que afectan al mundo entero- son también un momento para reevaluar la paz interior y la relación con uno mismo. Sólo así podrás irradiar este don al mundo, transmitiendo amor, paz y alegría.
Dónde encontrar la paz
En las situaciones más difíciles de violencia, a las que estamos expuestos en este mundo, podemos recordar el papel de la Madre de Dios como Victoriosa y recordar que la paz se encuentra siempre en su corazón: «Tu sagrado corazón es un refugio de paz para el mundo, un signo de elección y la puerta del cielo» (Hacia el Padre, 541). Como los congregantes héroes, no podemos escapar del actual «campo de batalla». Pero, como ellos, podemos refugiarnos en el corazón de la Virgen y confiar en su ayuda. Para ser siempre instrumentos de paz, dondequiera que estemos.
A continuación, otro extracto de la biografía de José Engling:
«José Engling y sus compañeros, al alcance de los disparos, estaban tendidos en el suelo. A su alrededor se oía el silbido ligero y vibrante de las granadas. Muchos de aquellos ‘monstruitos’ cayeron muy cerca y la metralla silbó sobre nuestras cabezas […]. De repente, se oyó un estruendo mayor. Una granada había estallado junto a José que, sintiéndose tan cerca de la muerte, hizo un acto de perfecta contrición y se encomendó a María. Como en un relámpago, la imagen de la pequeña capilla de Schoenstatt apareció en su mente, inundándolo de paz».
Encontrando paz y cobijo en el corazón de María, convirtámonos en instrumentos de paz en el campo de batalla de nuestra vida cotidiana, una paz que nace de la justicia, de la misericordia, la paz de quien se esfuerza por conocer y cumplir la voluntad de Dios que nos ama y nos habla en cada situación.
Referencias
– Héroe de dos espadas. Olivo Cesca. 3ª edición brasileña
– Los lunes por la tarde – Diálogos con las familias, vol. 3. P. José Kentenich. Edición brasileña: Sociedad Madre y Reina. Santa Maria/RS: 2010.
Fuente: Schoenstatt Brasil, schoenstatt.org.br