«Dios ama los jardines»: esto constituye una poderosa metáfora entre la acción divina y la creación y cuidado de jardines, utilizando la Biblia como fuente principal. Podemos trazar paralelos significativos entre esta perspectiva, el concepto del Jardín de María de Schoenstatt y la Ecología, especialmente la «Ecología de la Resurrección» mencionada en el título de este texto.
1. Dios como el Primer Jardinero y el Cultivo de la Vida:
Dios es el primer jardinero, creando el Edén y, subsecuentemente, «cultivando jardines por todas partes». Esta imagen resalta la acción divina como un acto de cuidado, orden y provisión de un ambiente propicio para la vida.
De manera análoga, el Jardín de María de Schoenstatt invita a cada individuo a ser un «jardinero espiritual» del propio corazón. Así como Dios cultiva la vida en el mundo, nosotros somos llamados a cultivar virtudes, oraciones y sacrificios y en el Capital de Gracias ofrecer a María como «flores espirituales». María, a su vez, actúa como un canal de gracia, ayudando en este cultivo interior.
La Ecología, en su esencia, también se preocupa por el «cultivo» del planeta, buscando entender las interconexiones de la vida y promover una relación armoniosa entre los seres vivos y el medio ambiente. La idea de Dios como jardinero puede inspirar una visión más reverente y responsable con respecto a la naturaleza, percibiéndola como un jardín divino al cual cuidar.
2. Los Jardines Bíblicos como Escenarios de Salvación y Transformación:
Momentos cruciales de la historia de la salvación se desarrollan en jardines: el Edén (Genesis), el Huerto de los Olivos (pasión y entrega de Jesús) y el jardín del sepulcro (resurrección y nuevo comienzo). Los jardines se convierten, así, en escenarios de encuentros con Dios y de eventos transformadores.
El corazón que se convierte en Jardín de María también se configura como un «lugar de salvación» y transformación. Al entregarse a María y cultivar las virtudes, el individuo permite que la gracia divina florezca en su vida, conduciendo a una renovación interior y a una mayor conformidad con Cristo.
La «Ecología de la Resurrección» puede interpretarse como la esperanza de renovación y restauración de la creación. Así como la resurrección de Cristo transformó la muerte en vida, esta perspectiva ecológica busca la curación y la revitalización de los ecosistemas degradados, vislumbrando un futuro de armonía y abundancia. El jardín del sepulcro, mencionado en el texto, simboliza esta posibilidad de un nuevo comienzo tras la «muerte» de la degradación ambiental.

3. El Orden en Medio del Caos y la Plenitud de la Vida:
Según el primer capítulo del libro del Génesis, el primer acto creador de Dios fue poner orden en el caos, asignar un lugar a cada cosa y luego llenar esos espacios. Los jardines bíblicos representan ese orden y la manifestación de la vida en su plenitud. La descripción del Apocalipsis con el río de agua viva y el árbol de la vida refuerza esta imagen de abundancia.
El cultivo del Jardín de María implica traer orden al «caos» interior de las pasiones e imperfecciones, dirigiendo la vida hacia la voluntad de Dios y permitiendo que la gracia florezca abundantemente. Las «flores» ofrecidas a María simbolizan esta búsqueda de una vida más plena y virtuosa.
La Ecología busca comprender el orden natural de los ecosistemas y cómo mantener esa armonía para garantizar la sostenibilidad de la vida. La degradación ambiental se ve como una forma de «caos» que amenaza ese orden y la plenitud de la vida en el planeta. La «Ecología de la Resurrección» apunta a la posibilidad de restaurar ese orden y promover una nueva abundancia.
4. El Encuentro con lo Divino en la Naturaleza y en el Corazón:
La imagen de Dios «paseando por el jardín a la brisa de la tarde» en el Edén evoca una proximidad y un diálogo íntimo entre el Creador y su creación. El jardín se convierte en un lugar de encuentro con lo divino.
El corazón transformado en Jardín de María se convierte en un espacio privilegiado para el encuentro con Dios a través de María. La oración y la entrega a ella facilitan esta proximidad em la vida diaria.
Una perspectiva ecológica inspirada por la fe puede llevar a una mayor conciencia de la presencia de Dios en la belleza y la complejidad de la naturaleza. Contemplar la creación como un «jardín divino» puede despertar un sentido de admiración, gratitud y responsabilidad hacia el medio ambiente.
5. Conclusión
«Dios ama los jardines» ofrece una rica metáfora que se conecta profundamente con el concepto del Jardín de María de Schoenstatt y con la urgencia de la reflexión ecológica. Ambos nos invitan a cultivar, ya sea nuestro interior para la manifestación de la gracia divina, ya sea el planeta para la sostenibilidad de la vida. La «Ecología de la Resurrección» hace eco de la esperanza bíblica de renovación y vida abundante, así como el Jardín de María simboliza la transformación personal a través del encuentro con el amor materno de María. En última instancia, tanto el cuidado del jardín interior como el cuidado del jardín terrestre reflejan el amor de Dios por la vida y su deseo de plenitud para toda la creación.
“Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos.” Laudato Si – 202
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