¿Cómo era la vida de los sacerdotes en el campo de concentración?

Hna. M. Isabel Machado

El campo de concentración de Dachau fue inaugurado en marzo de 1933. Fue construido en una antigua fábrica de pólvora cerca de la ciudad mencionada. Aquí se encarcelaba a las personalidades consideradas peligrosas para el régimen nazi, por ser quienes, en aquella época, ayudaron a conformar el pensamiento y las decisiones del pueblo: políticos, religiosos, artistas o  profesores.

Dachau fue el primer campo de concentración construido por los nazis. Esto fue seis años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Las cifras registran que alrededor de 200.000 prisioneros pasaron por este campo, incluyendo franceses, polacos, soviéticos e italianos. Allí había un pabellón que los carceleros apodaban el «búnker de honor», donde se alojaban grandes personalidades de la vida pública y religiosa.

Aunque no se consideraba un campo de exterminio, cada día morían allí entre 100 y 150 prisioneros. «Cada día era la misma rutina», expresa Jean Kammerer, un sacerdote cautivo en Dachau.

Más de 32.000 prisioneros fueron ejecutados o murieron por enfermedad, desnutrición o maltrato en este campo. Los prisioneros de Dachau también fueron utilizados como sujetos de prueba en los experimentos médicos nazis. Los mejores aliados a la política de exterminio del Tercer Reich fueron la tifoidea, el hacinamiento, el hambre y el frío. Hubo días en que la temperatura alcanzó los 20 grados bajo cero.

 

Barraca número 26 o block de los sacerdotes

La vida de los sacerdotes en Dachau

Un total de 2579 sacerdotes católicos fueron registrados como prisioneros en Dachau. Los sacerdotes alemanes y los de países vinculados a Alemania ocuparon el bloque 26, conocido como el «bloque de los sacerdotes», mientras que los sacerdotes polacos agrupados en el bloque número 28 sufrieron condiciones de vida mucho más duras.

Es cierto que los sacerdotes tenían ciertos privilegios en Dachau, como poder celebrar misa, tener una capilla o estar libres de trabajos forzados, pero también es verdad que sufrieron todas las demás dificultades, desgraciadamente normales de un campo de concentración: el hambre, el frío, el miedo, las enfermedades, las humillaciones, las agresiones y el riesgo permanente de muerte.

El Papa Pío XII, en la medida en que pudo intervenir, contactó a Hitler, exigiendo que en todos los campos de concentración los sacerdotes tuvieran al menos una capilla. Para hacerlo posible, en Dachau los sacerdotes tuvieron que renunciar a una de las salas del bloque, lo que redujo aún más el espacio.

La capilla de Dachau se terminó de construir el 20 de enero de 1941. Los mismos sacerdotes la construían: el tabernáculo y el altar (hoy estas piezas se encuentran en el Monte Moriah, en Schoenstatt), los candelabros, la custodia, entre otros objetos. Aquí estaba el Jesús eucarístico en medio de sus prisioneros – pero Jesús era también un prisionero, porque además de los sacerdotes alemanes del bloque 26, nadie más podía ir a Él.

A pesar de las dificultades, la construcción de la capilla fue para los sacerdotes y también para los demás prisioneros, un gran consuelo. Significaba saber que Jesús estaba en medio de ellos en el campamento y que estaba en medio de ellos como crucificado y coronado de espinas.

Para poder asistir a la misa, los sacerdotes tenían que levantarse aún más temprano que los demás prisioneros, ya que el período de misa no podía incluirse en su horario de trabajo. Durante la guerra, los propios sacerdotes hicieron tres puertas diferentes para el tabernáculo. En una de ellas, en una placa de metal, están grabadas las palabras de Jesús: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días» – ¡Todos los días, también aquí! ¡Incluso ahora!

El sufrimiento en Dachau despertó una profunda solidaridad. Por lo tanto, la distribución oculta de la Santa Comunión se convirtió en un poderoso momento de unidad en Cristo. Los sacerdotes polacos, los enfermos y los demás prisioneros no podían participar de la misa. Por lo tanto, en la capilla del bloque 26 había un recipiente con partículas, que eran consagradas y luego distribuidas a los demás presos que no podían estar presentes. El Santísimo Sacramento se guardaba en un trozo de papel y se quebraba en pequeños trozos para dar la Comunión a los demás presos. Todas estas acciones los exponían a la muerte, ya que estaban prohibidas.

Relíquias de la capilla

La única ordenación sacerdotal en un campo de concentración

Karl Leisner, diácono schoenstattiano, quien se había enfermado de tuberculosis y se encontraba al final de sus fuerzas, no sabía si le sería posible recibir el sacramento de su ordenación. En septiembre de 1944, un obispo de Francia, monseñor Gabriel Piquet, llegó a Dachau como prisionero y se ofreció a presidir la celebración. De forma clandestina obtuvieron los papeles y el permiso de los obispos competentes, para que Leisner pudiera ser ordenado en secreto. Los sacerdotes prisioneros, en el poco tiempo libre que tenían, conformaron todo lo necesario para una ordenación: mitra, báculo, anillo, guantes, vestimentas (estos objetos están expuestos en el campo, frente a la capilla del Carmelo). Fue un acto muy peligroso, e inmediatamente tras concluir, el obispo tuvo que salir en silencio para que nadie se diera cuenta de que había ocurrido algo de gran importancia: una ordenación sacerdotal, la única de la historia que ha tenido lugar en un campo de concentración.

El primer acto sacerdotal de Karl Leisner, tras su ordenación, fue visitar a los sacerdotes polacos del bloque contiguo y darles una bendición neosacerdotal.

Altar de Dachau

Compartir

con sus seres queridos

Artículos relacionados que pueden interesarle

Albert Eise

Conmemoración de la muerte del P. Albert Eise SAC

Peregrinos de Schoenstatt se reunieron en el campo de concentración de Dachau para recordar la memoria del P. Albert Eise, a 80 años de su partida en el mismo campo, y presentarlo como ejemplo de entrega incondicional por los valores cristianos y la misión del Movimiento de Schoenstatt.

Seguir leyendo »