El Papa Francisco ha anunciado un año Jubilar con el lema “Peregrinos de Esperanza”. Vivimos una época en la que la esperanza es muy importante. La gente está desanimada por enfermedad, pobreza, falta de empleo, falta de una buena educación para sus hijos, inseguridad, guerras, etc…
La palabra “esperanza” viene del latín “sperare” que literalmente quiere decir “esperar”. Y popularmente se dice que “la esperanza es lo último que muere”.
Pero ¿en quién ponemos nuestra esperanza?
Primeramente, en Dios quien nos ha prometido estar siempre con nosotros, quien en el encuentro con Él como el Dios de la vida nos promete permanecer con nosotros y que llena nuestras vidas de formas que van más allá de lo que imaginamos. La esperanza implica un compromiso firme de actuar en armonía con las promesas de Dios y una anticipación decidida de su cumplimiento. Pero tener esperanza no es fácil, sin embargo, muchas veces surge de la manera más inesperada.
Así sucedió en Guadalupe cuando en un día como hoy en 1531, la Virgen María se le aparece a Juan Diego invitándolo a entablar una profunda relación de Madre e hijo por medio de la cual Juan Diego, que es llamado por su propio nombre, experimenta su propia dignidad. El encuentro con la Virgen de Guadalupe lo ennoblece, lo dignifica y le regala libertad. El amor de la Guadalupana lo saca de su abajamiento de sí mismo producido por los Conquistadores en aquella época que veían a los nativos como seres inferiores y le regala el reconocimiento de que es creado y amado por Dios y tiene la misión de vivir para Él y para los demás.
Y María de Guadalupe le encomienda a Juan Diego la misión de ser su mensajero. Lo envía con el Obispo Zumárraga, primer Obispo de México para decirle que ella, la Reina del Cielo quiere que se le construya un Templo en el Tepeyac desde donde: “les dará a todos su amor, su compasión, su ayuda y su protección porque ella es la Madre de la Misericordia, la Madre de todas las naciones que hay en la tierra.”
Con gran tristeza Juan Diego regresa con ella informándole del fracaso de su visita y pidiéndole que escoja a otro mensajero más hábil y letrado, pero ella le confirma que, aunque pudiera enviar a otro, es absolutamente necesario que sea él, Juan Diego, quien lleve el mensaje. El resto de la historia lo conocemos…
La esperanza y confianza que María de Guadalupe regala
La esperanza y confianza que María de Guadalupe le regaló a Juan Diego y que ella le sigue regalando a todos sus hijos, nos llena de esperanza. La devoción a Maria de Guadalupe hace que continúe presente en la vida de sus fieles y podríamos decir con certeza que ella empezó a hacerse presente entre nosotros en 1531 y por más de 500 años su presencia tangible, visible y maternal se sigue expandiendo por toda América, por todo el Mundo.
Cada año celebramos con gratitud y gran fe lo que la Virgen de Guadalupe hizo por Juan Diego y lo que hace por cada uno de nosotros. Su presencia nos da esperanza en medio de las pruebas y dificultades de la vida.
Ella es amor, pero sobre todo esperanza en todo lo que enfrentamos. Guadalupe no es el remedio inmediato a todos nuestros pesares. Pero su amor maternal significa que no tenemos que enfrentar las dificultades solos, ella, que es la portadora de Cristo, es la fuente de valor para confrontar a este mundo y nos regala una visión clara de lo que está en el plan de Dios.
Gracias María por tu presencia, tú que eres …vida, dulzura y esperanza nuestra.