En el año 2024, el Papa Francisco dedicó su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo (11 de febrero) a un tema muy especial para la Familia de Schoenstatt: los vínculos. Justo cuando celebramos el 75 aniversario del 31 de mayo, el Papa nos invita a “Cuidar al enfermo cuidando las relaciones” – lee el mensaje completo aquí.
La Hna. M. Teresa Olivares, del Instituto Secular de las Hermanas de María de Schoenstatt, es médica especialista en cuidados paliativos. Trabaja en un hospital público de Santiago de Chile, donde comenta el mensaje del Papa en una entrevista.
Hermana, desde su punto de vista, ¿qué significa cuidar a los enfermos a través de la Alianza de Amor? En otras palabras, ¿cómo influye este vínculo con la Virgen en la atención a los pacientes?
Yo creo que cuidar de las personas desde la Alianza de Amor, en realidad, recorre todo el término “cuidar” propiamente. Para mí se trata, en primer lugar, de poder mirar a la persona desde los ojos de María. Yo recuerdo algo, todavía, cuando estaba estudiando medicina: hay un momento, por supuesto, en que todo sufrimiento es muy interpelador; él hace que se cuestione muchas cosas. También está la pregunta acerca de: ¿dónde está Dios en medio de todo este sufrimiento? Recuerdo también que, en un proceso de poder mirar todo lo que esto significaba, me di cuenta de que Dios está en cada uno de nosotros y cuidando de los que sufren, no solamente de los médicos y profesionales de la salud, sino de todos aquellos que son testigos, por decir así, del sufrimiento o del dolor del otro.
Evidentemente, el cristianismo tiene en su centro el cuidado de los más vulnerables y los enfermos. Pero creo que Schoenstatt tiene como su carisma, y lo central, ver todo este sufrimiento con los ojos y el corazón de María. Que es una forma distinta de mirar, no es mejor ni peor que otras, es simplemente una forma distinta de verlo. Y eso hace una tremenda diferencia en la vida práctica.
Desde esa mirada -que absolutamente también se aplica a los hombres [profesionales]- podemos buscar la delicadeza, la dignidad. Por ejemplo, al descubrir al paciente para examinarlo; si es necesario o no descubrirlo, en la limpieza del entorno del paciente… Por supuesto que todo esto en el ámbito más técnico, es decir también no se trata solamente de dedicarse a esas pequeñas cosas y olvidarse de la razón por la que se está allí, que es implementar un tratamiento, hacer un diagnóstico. Estas cosas, que parecen detalles, para alguien que mira con los ojos de María, no son ningún detalle.
También preocuparse no sólo por el entorno físico del paciente, sino también de la familia, los seres queridos, por los aspectos sociales, psicológicos y espirituales. Es una forma de mirar [al paciente] y mirar al sufrimiento a través de los ojos de María.
Y, por último, esa mirada del sufrimiento a través de los ojos de María es también esa forma creyente al pie de la cruz del Señor, que nunca cae en la desesperación, en el pesimismo absoluto, o en el nihilismo más terrible, porque siempre sabe que el Padre sostiene los brazos de la cruz de su hijo.
Es decir, tener la fe de María, el corazón de María, los ojos de María, las manos de María… todo eso somos nosotros cuando estamos frente al otro.
¿Qué les diría a quienes atraviesan una enfermedad y a las personas que acompañan a los enfermos?
Les diría, en primer lugar, que esto no es un castigo, que no hay que buscar algo así como “hice mal en mi vida para que me haya pasado esto”. Yo sé que en un primer momento uno siempre se pregunta: ¿por qué me pasa a mí este dolor? ¿Por qué a mí este sufrimiento? ¿Qué hice para esto? Surgen muchas preguntas como: Yo me cuidé tanto, ¿por qué entonces ocurrió esto? Eso yo creo, y también desde un punto de vista psicológico, que ayuda poco. No nos ayuda a crecer ni tampoco a sobrellevar.
Yo creo que estas dos cosas [pueden ayudar]:
– En primer lugar, esta fe creyente en un Dios que es bueno, que no quiere mi mal, que no me está castigando, sino que efectivamente me está sosteniendo. Creo que esta es una de las primeras cosas.
– Y, en segundo lugar, captar que una enfermedad, un sufrimiento, siempre implica un proceso, un proceso que es lento, que no va ocurrir de un momento a otro, sino que implica ir avanzando y creciendo en ello e ir descubriendo el porqué de las cosas.
Yo hablaba con una paciente que tenía una enfermedad muy difícil, que le comprometía todo su intestino, desde la boca hasta abajo, y no va volver a comer nunca más, va a tener que alimentarse siempre o por una sonda directamente al intestino o a través de una nutrición que sea a través de la vena. Y tuve que hacer justamente todo un proceso con respecto a eso. Y empezamos así: esto es todo, este es su sufrimiento, no podrá volver a comer, las cosas que le gustaban y también las que no le gustaban tanto, como un duelo, es algo que hay que hacer. Por otro lado, también hemos hablado y estamos haciendo muchos esfuerzos para que pueda alimentarse por otras vías y seguir nutriéndose. Así que la pregunta es: ¿por qué vamos a hacer esto? Hay mucho que no se puede hacer, pero hay tanto que se puede hacer, tanto todavía por quien entregarse y tantas cosas que se abren también en una situación como esta.
Este año, cuando celebramos el 75 aniversario del «31 de mayo», el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo habla precisamente de los vínculos. Nos pide que cuidemos las relaciones y escribe: «cuidar a los enfermos significa, ante todo, cuidar sus relaciones, todas sus relaciones: con Dios, con los demás (familia, amigos, profesionales de la salud), con la creación, con uno mismo». ¿Cómo ve este mensaje? ¿Qué motivación aporta a la Familia de Schoenstatt?
Uno de los vínculos más relevantes es efectivamente el vínculo a las personas. Y lo que celebramos en este 31 de Mayo son las personas como mediación, las que, en primer lugar, nos llevan a Dios, las que permiten que nosotros podamos amar a Dios con nuestro corazón plenamente humano. Esta es una de las primeras cosas y, en este sentido, tanto el enfermo como quienes lo cuidan pueden sentirse como esa mediación y como ese puente hacia el corazón de Dios. Yo, como enfermo vulnerable que requiere los cuidados de otro, soy un puente para que quienes cuidan de mí puedan llegar al corazón de Dios -y ésta es probablemente mi tarea más importante. El cuidado, mi vulnerabilidad, mi sufrimiento, todo esto puede ser un camino para que otros lleguen al corazón de Dios y amen a Dios con todo su corazón. Y esto implica mucha humildad, no digo que sea fácil.
Me gusta pensar en el mundo de los vínculos como una red. Nosotros necesitamos de los vínculos con lo creado, con la naturaleza, con las personas, con las cosas, con las ideas, con el trabajo… Todos aquellos vínculos y todas aquellas relaciones que para nosotros son relevantes se van constituyendo en una red que nos va ofreciendo soporte a nuestro yo más auténtico, más verdadero, aquello que en nosotros es luz, que nos da vida y da vida a otros. Por lo tanto, ir fortaleciendo todos esos vínculos, en todos los sentidos, de la manera que lo hacemos en Schoenstatt. Y con la calidez de nuestro corazón, también saber renunciar, pues esto también es parte del fortalecimiento de nuestros vínculos.
Todo lo que significa la educación en las relaciones humanas y con todas las cosas que se han creado, van fortaleciendo esta red que sostiene lo que somos. Esto es claramente muy actual, no solamente de modo general, en las relaciones con los enfermos, sino que en Schoenstatt hay una trascendencia y una profundidad que está enraizada en la Alianza de Amor y en el Santuario.
Para más información sobre el Jubileo del 31 de mayo, haga clic aquí.