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Schoenstatt
Movimiento Apostólico

Schoenstatt en el 53.º Congreso Eucarístico Internacional

Matilde Córdova

Ecuador fue el primer país del mundo en consagrarse al «Sagrado Corazón de Jesús». En este año 2024, en el que se conmemoran los 150 años de su consagración, hemos tenido el regalo de ser los anfitriones del 53.º Congreso Eucarístico Internacional.

Quito, la capital, abrió sus brazos para recibir a más de 60 delegaciones de diferentes países. Hubo 2000 participantes, entre obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Todo sucedió en medio de nuestros volcanes — (Ecuador es uno de los países con más volcanes en su territorio)— estampados en un cielo azul hipnotizante.

De la familia de Schoenstatt participaron siete Hermanas de María y unos 35 representantes de las diferentes ramas, ciudades y países. Nos sentimos unidos y acompañados, felices de ser familia. Caminamos «el uno en el otro, con el otro, para el otro», en busca de Jesús Eucaristía. Esta vivencia fortaleció nuestros vínculos, nuestra identidad y nuestra misión.

Fraternidad para sanar al mundo

Sin embargo, la participante más resplandeciente fue la MATER, que estuvo en un lugar privilegiado en la Expo, desde donde regalaba su tierna sonrisa y con su anhelante mirada atrajo hacia sí muchos corazones jóvenes y curiosos. Creemos que la Campaña de la Virgen Peregrina va a recibir un nuevo impulso para visitar y transformar hogares más allá de las puertas de nuestra ciudad.

La columna vertebral de este Congreso fue «Fraternidad para sanar al mundo» y, en consecuencia, la primera pregunta sobre la mesa fue: «¿Dónde está tu hermano?» (Gén 4,9).

Partimos con una reflexión sobre las heridas de la humanidad que nos invitaba a reconocer la profunda relación entre la eucaristía y la transformación de un mundo herido. Necesitamos renovar nuestra fe para asumir como verdaderos cristianos la responsabilidad de responder a las necesidades de los demás y aliviar las heridas sociales y espirituales que enfrentamos hoy.

Hemos aprendido una nueva palabra

La verdadera fraternidad surge del encuentro con Jesús a través de su Palabra y la Eucaristía. En la Eucaristía nos sumergimos vitalmente en el misterio de Cristo y su Palabra se convierte en parte de nuestra esencia, transformando nuestra existencia. En la Eucaristía no solo conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, sino que también sanamos nuestras heridas al unir nuestros sufrimientos a la ofrenda de Cristo en la cruz. De este modo, transformamos nuestro dolor en un acto de amor redentor, fuente de salvación para todos.

Aprendimos una nueva palabra: la «Fraternura», es decir, una fraternidad vivida desde la ternura, la escucha y el acompañamiento, dando gracias a Dios por la existencia del otro. Una fraternidad basada en el mundo de la afectividad, que en la actualidad está tan venida a menos, y que nuestro Padre y Fundador, el Padre José Kentenich, dio tanta importancia a través del organismo de vinculaciones.

Se enfatizó que la familia cristiana refleja el amor de Dios y que el matrimonio, como sacramento, es una expresión de ese amor. En el hogar familiar, «iglesia doméstica», los padres tienen la responsabilidad de educar en la fe y en valores como la ternura, el respeto y el servicio desinteresado, inspirando la fraternidad, la oración y la educación en las virtudes, siguiendo el ejemplo de Cristo y el modelo de la Sagrada Familia.

Schoenstatt presente

Fue interesante y motivador tomar contacto con muchos obispos, sacerdotes, consagrados, laicos y jóvenes de los distintos continentes y países. Varios, al vernos, nos decían: «¡Schoenstatt!». Y nos contaban a quienes de nuestro movimiento tenían en sus ciudades y parroquias. Nos alegró que un sacerdote schoenstattiano de la federación, el padre Roberto Martínez, de República Dominicana, tuviera una ponencia. Asimismo, nos llenó de gozo cuando, en la noche del festival musical, el cantante Pablo Martínez mencionó a nuestro Padre Fundador y entonó un canto con la letra de nuestra oración «Surja Dios Padre…».

El broche de oro fue la gran procesión de casi 2 km que tuvo lugar en el centro histórico de Quito. Era un verdadero río de corazones ardientes llevando el Cuerpo de Cristo en una gran custodia, que se abría paso en las calles angostas, adornadas con grandes alfombras de flores que representaban imágenes de la Eucaristía, de la Virgen, de los Sagrados Corazones de Jesús y María, como símbolo de gratitud y alabanza. Una imagen auxiliar, portada por jóvenes de la Juventud Masculina, hizo más visible a Schoenstatt.

Las palabras del himno oficial de este Congreso Eucarístico resumen la experiencia de amor vivida en la semana que terminó.

“Fraternidad para sanar al mundo, eso nos muestras Señor desde la cruz. Tú nos congregas en torno a tu mesa y nos enseñas al hermano a amar.
Desde Ecuador, para el mundo entero, anunciamos: Tú eres la vida, Jesús.”

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