Imagine la situación: ha sido ordenado diácono, sueña con ser sacerdote y se está preparando para vivir pronto ese momento. Pero, inesperadamente, es encarcelado injustamente. Los planes y proyectos se trastocan y todo hace pensar que podría morir en cualquier momento sin haber hecho realidad su sueño. Esto le ocurrió al Beato P. Karl Leisner, miembro del Movimiento de Schoenstatt.
Ante los ojos humanos, una ordenación sacerdotal en prisión parecía imposible. Pero Dios tenía otros planes. Leisner pasó a la historia como el único sacerdote católico ordenado en un campo de concentración nazi. Ayer, 17 de diciembre de 2024, se cumplieron 80 años de este momento tan especial.
Esta ordenación es un ejemplo de cómo superar las adversidades. Y eso es lo que vamos a aprender de este nuevo Año Santo.
La fe y la esperanza realizan milagros
Llegamos a diciembre de 2024 con una palabra clave que formará parte de nuestras vidas durante los próximos 365 días: la palabra esperanza.
A partir de Navidad, se abrirán las puertas santas y comenzará un nuevo tiempo de esperanza. No ignoremos el dolor y el sufrimiento ni nos anestesiemos ante los problemas. La esperanza no es eso. Tener esperanza significa ELEGIR centrarnos en las cosas buenas y bonitas que nos inspiran cada día y, al mismo tiempo, creer en lo bueno que está por venir. Y seguir luchando.
Como explica el P. José Kentenich, «el cristiano siente la dureza de estas contrariedades, pero su voluntad y su corazón se tranquilizan por la convicción de que nada sucede por casualidad, ¡todo proviene de la voluntad de Dios!» [1]. Según Kentenich, Dios no manda el mal, sino que permite que suceda cuando sabe que de él pueden surgir cosas aún mejores, y en esto reside nuestra gran esperanza.
Contemplemos el mundo con la mirada alegre de quien sabe que la humanidad puede mejorar y que, para lograrlo, debo aportar mi granito de arena, aunque solo sea una gota en el océano.
Último día de la renovación de la Alianza de Amor 2024
El 18 de diciembre renovaremos nuestra Alianza de Amor en el marco del Año Santo. Al encomendarnos a María, le pedimos que llene nuestros corazones de esperanza. A partir de este día, esperamos que cada schoenstattiano sea un reflejo de esperanza en el mundo y un oasis de aliento, alegría y confianza.
«Esperanza no es una palabra vacía, ni nuestro vago deseo de que las cosas vayan bien: la esperanza es una certeza, porque se fundamenta en la fidelidad de Dios a sus promesas. […] El cristiano no puede contentarse con tener esperanza; también debe irradiar esperanza, ser un sembrador de esperanza. Éste es el don más hermoso que la Iglesia puede hacer a la humanidad entera, especialmente en los momentos en que todo parece incitar a arriar las velas» [2]
[1] Padre José Kentenich; Dr M. A. Nailis. Santidad cotidiana – vol 1.
[2] Papa Francisco. Audiencia General. 11.12.2024
Traducción: Hna. M. Lourdes Macías