¿Qué le pasa a la juventud en Argentina? 670 jóvenes salen a misionar

Virginia Gazal / Josema Sanguinetti / P. Juan Molina

Imagina pasar tus vacaciones durmiendo en el suelo, duchándote con agua fría, quizás en un pueblo sin conexión a internet. Suena extraño y muy poco atractivo a primera vista. Sin embargo, esto es parte de la vida de cientos de jóvenes de Schoenstatt en Argentina durante las vacaciones de verano, entre el fin de año y el comienzo de uno nuevo.

Completamente desconectados del bullicio del ajetreado mundo, pero conectados entre sí, viven la experiencia de las misiones. Los jóvenes dedican sus días libres a visitar hogares y lugares, llevando la imagen de la Virgen de Schoenstatt y las gracias del Santuario.

Misión Ignis Mariae

240 jóvenes de las provincias de Salta y Tucumán se reunieron del 26 de diciembre al 4 de enero para la Misión Ignis Mariae. Pasaron juntos la transición de años.

Josema Sanguinetti, de la Juventud Masculina de Salta, comparte, que “misionar es el mejor estado del hombre porque es un estado de servicio. De convertirse en un puro instrumento de Dios. Porque Dios nos da la oportunidad de dejar de lado nuestros problemas, nuestras preocupaciones, para ser sus servidores».

Según Josema, las incomodidades se hacen pequeñas para un corazón misionero: «Cuando las fuerzas en esos 10 días no dan más, solo hace falta mirar al costado y ver cómo alrededor de uno hay gente dispuesta a ayudarte a levantarte, a seguir misionando. Estos locos que cuando les pedía que salten, lo hacían, que trabajaban en el servicio al pueblo desde el silencio, sin buscar reflectores, y motivan a ser mejor hijo, mejor siervo. No hay palabras suficientes para describir lo que uno vive ahí. Misionar es el mejor estado del hombre”, explica.

Misión MTA, «Ven y verás”

En el mismo período, jóvenes universitarios de Buenos Aires organizaron la Misión MTA bajo el lema «Vení y verás». 200 misioneros, acompañados por cuatro Padres de Schoenstatt, un sacerdote diocesano y dos seminaristas, visitaron la ciudad de Carlos Casares, en la diócesis de 9 de Julio.

El P. Juan Molina comenta: «La misión MTA es el modo en que muchos jóvenes del Movimiento salen a llevar esa presencia de la Mater a través de la Peregrina que alegra nuestra vida. A la vez también es una gran oportunidad para que muchos jóvenes conozcan el Movimiento de Schoenstatt».

El día 31, todos los misioneros se reunieron para celebrar juntos el Año Nuevo en una Santa Misa presidida por Mons. Ariel Torrado Mosconi, obispo de la diócesis de 9 de Julio. En la misma, el obispo destacó que “la visita de los jóvenes misioneros renueva la esperanza de las comunidades a través de su testimonio de generosidad, sacrificio y alegría». Y añadió que “son una semilla que el Señor hará fructificar a su tiempo».

La misionera Pilar Durañona afirma que “esta misión me ha permitido encontrarme siempre abierta a la sorpresa y seguir el espíritu que brotaba día tras día». A su vez, Pachi Ambroa comparte que “durante estos días la Mater nos invitó a cada uno a ser auténticos instrumentos de Ella y de Jesús. Estoy enormemente agradecida «.

Misión GM: «Con los pies en la tierra y la mirada en el cielo»

Del 26 de diciembre al 3 de enero se realizó también en la ciudad de Arroyito, provincia de Córdoba, la Misión Universitaria GM – «Gaudium Mariae». Fueron nueve días de entrega y amor, bajo el lema «Construyendo en Cristo, ciudad de María».

Participaron 230 jóvenes de las provincias de Córdoba, San Juan, San Luis, Mendoza, Entre Ríos y Corrientes.

Virginia Gazal, de la Juventud Femenina de Córdoba, intenta resumir la experiencia misionera:

“Siempre se preguntó ‘¿qué es GM para vos?’ Y cada vez que escuchaba una respuesta sentía que no bastaba. Cuando yo la tuve que responder, tampoco pude describir esa inmensidad.

Pero un poco se acerca a la frase: ‘con los pies en la tierra, pero los ojos en el cielo’. Con los pies en la tierra, saliendo de nuestro metro cuadrado que tanto nos enceguece. Saliendo al encuentro. Con los pies en la tierra y muchas veces en el barro. Ese barro que nos ensucia las zapatillas, ese barro que muchas veces esquivamos. En GM lo pisamos. Pisamos eso que no nos gusta ver. Realidades que están en la puerta del lado que solo en esos nueve días nos animamos a tocar.

Con los pies en la tierra, caminando y caminando. Caminando sin parar, muchas veces con un compañero, que nos ayuda a que el paso a paso sea más leve. Los pies nos piden frenar, las piernas no dan más. Pero nosotros sabemos que tenemos que seguir caminando, llegando a más personas que realmente necesiten una mano. Necesiten un abrazo. Necesiten compañía.

Con los pies en la tierra, pero con los ojos en el cielo. Ese cielo que nos da esperanza, que nos regala amor y fortaleza. Los ojos en el cielo y en la más grande de todas, la primera que salió a la cancha por el otro y nos dejó esa tarea. Los ojos en el cielo, los ojos en María.

‘Con los pies en la tierra, pero con los ojos en el cielo’. GM nos enseña a caminar por donde sea, pero siempre mirando para arriba, mirando más allá de mi nariz, mirando y persiguiendo una esperanza que muchos creen que ya no está”.


Diversas formas de misión siguen teniendo lugar a lo largo del año en Argentina y en varios otros países, dejando una estela misionera schoenstattiana en el mundo y transformando profundamente los corazones de los misioneros y de los misionados. Con los pies bien en la tierra; y siguiendo los pasos de la “primera que salió a la cancha por el otro, y nos dejó esta tarea. Con los ojos en el cielo. Con los ojos en María”.

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