Los grupos de Schoenstatt están llamados a ser semilla de una nueva Iglesia

Karen Bueno / Hna. M. Nilza P. da Silva

Grupos pequeños, una gran Obra

A principios de diciembre de 1915 se formó en Alemania el primer grupo del Movimiento de Schoenstatt fuera del seminario. Este paso muestra claramente que la Obra, ya en los primeros meses, amplió sus límites, María traspasó las fronteras iniciales para expandirse al mundo entero.

Tanto el primer grupo externo como el grupo de los congregantes que sellaron la primera Alianza de Amor, marcan una característica muy peculiar de Schoenstatt: el cultivo de la vida comunitaria. En el Movimiento Apostólico, las federaciones e institutos forman necesariamente los llamados «cursos», es decir, grupos de personas que juntos crecerán y se desarrollarán según la espiritualidad de Schoenstatt, la espiritualidad de la Iglesia y la espiritualidad de la comunidad a la que pertenecen. Los cursos no representan necesariamente a las personas que viven en la misma casa o que están juntas todo el tiempo, sino a las que se reúnen regularmente y comparten sus experiencias con vistas al crecimiento mutuo. Así, es común escuchar la expresión «curso de hermana o hermano», ya sea para hermanas, señoras, padres, familias, etc.

A diferencia de lo que ocurre en las federaciones e institutos, la Liga Apostólica – Liga de la Familia, Liga de las Madres, Juventud Apostólica, etc. – no requiere la formación de grupos. El P. Alexandre Awi explica además: «Cuando el Movimiento nació, el Padre fundador creían que en Schoenstatt debía haber espacio para todos. Los que no tienen vocación de vida comunitaria, pero quieren estar en Schoenstatt, pertenecer a la Familia a través de la Alianza de Amor, a través del ideal de rama, pueden entrar en la Liga.

Sin embargo, muchas veces las ligas también forman grupos. «Los que pertenecen a la Liga no tienen que estar necesariamente en un grupo, aunque es muy recomendable, porque la experiencia comunitaria es muy buena. Nuestra forma de ser como brasileños, latinos en general, da mucho valor a la vida en grupo, pero hay personas que no están insertas en ellos, ni lo han estado nunca, y no por ello dejan de pertenecer a la Liga. A estas personas se les recomienda que participen en un retiro, en una reunión anual de la rama, en una actividad general, pero no necesariamente tienen que estar en un grupo», explica el padre Alexandre.

¿Por qué se forman grupos en Schoenstatt?

La vida comunitaria, según el padre Rafael Fernández, es una respuesta a la necesidad fundamental de la persona de estar en comunión con otras personas. También representa seguir el método pedagógico de Jesús y combatir los males del momento histórico que fomenta el individualismo.

Formar comunidad es el método de Jesús

La formación del grupo corresponde a lo que enseña el Señor. Cristo vino a hacer a todos verdaderos hermanos. Su Buena Noticia anuncia que hay un Padre común para la humanidad, al que llamamos «Padre nuestro». A sus discípulos les deja un último encargo: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. Como os he amado, amaos también los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros» (Jn. 13, 34-35). Cristo llama a cada persona a formar una comunidad, similar a la comunidad profunda que tenía con el Padre en el Espíritu Santo. Los grupos de Schoenstatt quieren ser una reactualización de la comunidad fundada por Jesús, una comunidad de misión.

Una respuesta al momento histórico

La formación de grupos y cursos es un intento de responder a las corrientes ideológicas del individualismo que se apoderan del mundo. La libertad individualista no permite ver las necesidades de los demás, sino que es autosuficiente, por lo que se convierte en autodestructiva para el propio hombre. También existe, entre otros, el riesgo del totalitarismo de las ideas cuando el hombre no piensa por sí mismo, sino que sigue las corrientes de las masas, convirtiéndose en lo que el Padre Kentenich llama «una pieza de una gran máquina». El grupo, en sus debates y a la luz del Espíritu Santo, ayuda a combatir estos males de la época.

¿Cómo están llamados a ser los grupos de Schoenstatt?

El Padre Rafael Fernández, según las enseñanzas del Padre fundador, señala cinco características esenciales que deben ser la marca, el «rostro» de un grupo de Schoenstatt:

– Una comunidad fraterna o familiar, en la que cada persona siente al otro como un verdadero hermano y vive en íntima solidaridad con él.

– Una comunidad mariana de alianza, es decir, una comunidad de fe que crece y se perfecciona a partir de una profunda y ardiente adhesión a María. En ella el grupo encuentra el camino más directo para vivir con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo;

– Una comunidad de ideales, que se guía por los objetivos más elevados y quiere esforzarse conscientemente por alcanzarlos.

– También es una comunidad de autoformación. Se entra en los grupos para crecer, para transformarse, para despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo.

– El grupo sigue siendo, y sobre todo, una comunidad apostólica. Como subrayara el fundador, el Padre Kentenich, no se entra en Schoenstatt para «tranquilizar la conciencia» encerrándose en un pequeño «club de autosantificación». El grupo es una célula de renovación dinámica de la vida de la Iglesia y de la sociedad. Al igual que cada persona, el grupo también debe dar fruto y un fruto abundante y duradero.

Un grupo, una misión

Los cursos y grupos de Schoenstatt son una escuela de apóstoles, quieren ser la semilla de la nueva Iglesia y de la nueva sociedad. «Queremos superar el individualismo y el colectivismo reinante; queremos superar la masificación y la deshumanización; queremos, sobre todo, mostrar que el ideal evangélico no es una utopía, sino un ideal realizable», afirma el padre Fernández. Se trata no solo de acompañar la historia, sino de formar parte de ella, más aún, de tomar sus riendas y convertirse en protagonistas, favoreciendo el espíritu comunitario que combate el individualismo. «La transformación del mundo debe comenzar en un lugar concreto, en nuestros propios corazones y en nuestros grupos. A partir de ahí debe expandirse como la luz y penetrar en la masa como la levadura«.

Fuente: Cuadernos de formación, nº 1 – El grupo: una comunidad de autoformación. Padre Rafael Fernández, serie de introducción.

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