De vez en cuando hay que poner la casa en orden: limpiarla, arreglarla, sacar la basura y las cosas inútiles y superfluas. Así se puede vivir mejor y con más gusto.
Y lo que decimos de la casa material, vale mucho más todavía para el mundo Espiritual. Sabemos que Cuaresma es el tiempo propicio para la conversión, el cambio, la renovación. Es el momento perfecto para poner orden en nuestra vida y en nuestro corazón.
¿Por qué tenemos que pararnos a reflexionar cada año?
• Porque, sin damos cuenta, resulta que prestamos menos atención al Señor y, entonces, nuestra vida interior se va desordenando y debilitando.
• Dejamos de lado la oración, el contacto frecuente con Dios, y nos sumergimos en los intereses, las cosas y las preocupaciones del mundo.
• No procuramos crecer, avanzar espiritualmente, y entonces quedamos estancados o hasta vamos hacia atrás en nuestra vida religiosa. Entonces existe el peligro de entrar en un estado de indiferencia o tibieza espiritual.
Y de este modo, puede suceder que Dios pase a un segundo o tercer lugar o hasta desaparezca paulatinamente de nuestra vida. Y entonces otros dioses ocuparan su lugar en nuestro corazón.
Cuidado con los ídolos modernos
Son los ídolos de los cuales nos habla la sagrada escritura: “No te harás ídolos”. Crean una dependencia creciente en nosotros y nos van esclavizando paulatinamente.
¿Qué ídolos pueden ser? Existe una gran cantidad de sustitutos que pueden ocupar el lugar de Dios en nuestra vida. Los más conocidos son el dinero y los bienes materiales, el afán de poder, el sexo, toda ambición desmedida.
Pero también pueden ser otros dioses más pequeños, que requieren nuestra entrega y atención excesiva, como, por ejemplo: la adicción al trabajo, a la comida o bebida, al televisor, redes sociales, el consumismo.
El tiempo para hacer protagonista a Cristo
Y entonces Cristo nos invita hoy a expulsar todos los ídolos de nuestro corazón, para darle de nuevo el lugar principal a Él.
Pero no sólo en nuestro interior, sino también en nuestra familia puede ocurrir algo semejante. Por ejemplo: no nos tomamos tiempo para el diálogo profundo y se nos vuelve cada vez más difícil entendernos.
Comienzan a abundar las discusiones ásperas y los periodos de silencio pesado. No buscamos con tanto interés la ocasión para estar juntos y llegamos a sentir que compartimos lo superficial, pero no los ideales más íntimos… Entonces, evidentemente, hay que poner la casa en orden.
Para eso está la cuaresma: para poner en orden la casa de Dios, el temple espiritual del propio corazón, el hogar, la Iglesia. Es una ocasión de purificación para la gran Iglesia universal y para la pequeña iglesia doméstica.
Un tiempo para redescubrir el amor incondicional del Señor
Dios nos ofrece su palabra y su gracia para que podamos ordenar bien nuestras vidas. Él sabe nuestras necesidades y posibilidades. Él conoce nuestras conveniencias y los peligros. Sus mandamientos son una expresión de amor, una ayuda inapreciable para ordenar nuestras vidas.
Queridos hermanos, si no nos decidimos a abrazar esta tarea con fuerza y alegría, es posible que el mismo Dios se encargue de llamamos la atención. Sus métodos pueden ser muy persuasivos y contundentes. Su amor es tan grande que a veces no repara en medios para recuperar nuestro cariño y nuestra atención, cuando ve que van debilitándose.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo podría iniciar el orden en mi interior?
2. ¿Cuáles son mis ídolos en el mundo actual?
3. ¿Cómo anda mi vida de oración? ¿Tengo tiempo para eso?