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Schoenstatt
Movimiento Apostólico

El proyecto Girizina – «Tener un nombre» – transforma vidas en Burundi

Karen Bueno

Cuando naciste, algo que se repite en la vida de la mayoría de los niños del mundo ocurrió entonces: tus padres eligieron un nombre y luego fueron al registro civil para oficializar tu nacimiento. Así, a las pocas horas de nacer, te convertiste en ciudadano de tu país: ¡obtuviste una identidad!

Parece un gesto sencillo, pero en realidad no todo el mundo pasa por este proceso.

En algunos lugares es frecuente encontrar niños sin documentos, sin nombre registrado e incluso sin saber quiénes son.

¿Por qué hablamos hoy de esto?

Hoy, 12 de septiembre, la Iglesia celebra el Dulce Nombre de María. Esto nos recuerda que la Madre de Dios tenía una identidad: en hebreo, Miryam.



«Y el nombre de la Virgen era María», dice el evangelista Lucas (1:27)

Inspirados por la vida y obra de la Virgen, los Padres de Schoenstatt de Burundi, en África, crearon hace unos años el proyecto Girizina, que significa «Ten un nombre» en kirundi.

Un proyecto para poner nombre a los niños vulnerables

Girizina es un proyecto que forma parte de la Fundación Mariya Arafasha (María Ayuda) en Burundi. Está dirigido a niños que viven en la calle o en situación de vulnerabilidad social y se encuentra en el monte Sión Gikungu, cerca del Santuario de Schoenstatt en Bujumbura, Burundi.

El padre Claudio Jeria explica: “Recogemos a los niños de la calle y los llevamos al centro de acogida. Los registramos, los escolarizamos (algunos aprenden un oficio) y trabajamos con sus familias de origen para reintegrarlos. Al cabo de al menos tres años, los niños regresan a sus familias y comunidades de acogida, donde siguen recibiendo ayuda del proyecto.”

Desde el 2007, se ha construido una casa en el lugar que sirve de alojamiento para los niños y de oficinas para el proyecto.

La historia de alguien que se ganó un nombre y hoy transforma la sociedad

Zenobe Izonderera, a la izquierda, con dos colegas que también formaron parte de la Fundación

Zenobe Izonderera entró en la Fundación con 10 años y ahora tiene 30. Vivió seis años en un centro de acogida y después se reintegró en su familia de origen (con su tía, ya que había perdido a sus padres). Es originario de Kayanza, en el norte de Burundi.

La Fundación Mariya Arafasha le ayudó durante todos sus estudios escolares y universitarios. Se licenció en Periodismo y Comunicación, y actualmente trabaja en una emisora de radio comunitaria de Bujumbura como presentador de música y conciertos. En noviembre de 2024 se casará con su prometida. Como la suya, hay muchas historias de vidas transformadas por el proyecto.

Muchos niños no tienen nombre

El padre Claudio Jeria afirma que “los niños de la calle a menudo no tienen nombre o sus nombres se eligen en la calle”. Por eso, añade: “Les devolvemos la dignidad que perdieron en la calle por culpa de las malas prácticas (como las drogas, el libertinaje, el beber en exceso, los robos, etc.). Tener un nombre es símbolo de dignidad.”

Actualmente, el Proyecto Girizina está dirigido por la directora del hogar, una psicóloga que coordina las actividades, un grupo de cinco psicólogas voluntarias que escuchan y orientan a los niños, y una madre educadora que también cocina y hace las compras.

También cuidan el aspecto espiritual, como dice el padre Claudio: “También damos prioridad a la educación religiosa: lectura de la Palabra de Dios todas las noches antes de las comidas, asistencia a misa, sobre todo los domingos, preparación para los sacramentos para quienes deseen recibirlos, etc. Este aspecto religioso contribuye mucho a ayudar a los niños a superar los traumas”.

En 2024, al menos 1500 niños de la calle han recibido ayuda. Quienes deseen saber más sobre el Proyecto Girizina y toda la Fundación Mariya Arafasha pueden visitar el sitio web mariya-arafasha.org

Traducción: Hna. M. Lourdes Macías

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