No invasores, no destructores, no usurpadores, sino trabajadores bien dispuestos, instrumentos para «conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad», portadores de «dinámicas revitalizantes y animadores de celebraciones vibrantes» en el caso de los católicos. Es un nuevo y sentido llamamiento para cambiar el enfoque y la percepción de los «hermanos» migrantes, el que hace el Papa en su Mensaje para la 108ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el próximo 25 de septiembre.
Un mundo en el que vivir en paz y con dignidad
«Construir el futuro con los migrantes y los refugiados» es el título del documento, firmado en San Juan de Letrán el pasado 9 de mayo, pero que se ha hecho público hoy, en el que el Pontífice entrelaza su examen del fenómeno migratorio -que sigue siendo de actualidad y se ha hecho más urgente por la guerra de Ucrania- con pasajes bíblicos de los Profetas y del Evangelio. La visión de fondo es escatológica, el Reino de Dios, la «Nueva Jerusalén», la morada de Dios y la meta de la humanidad; la mirada está puesta en los acontecimientos actuales, las «tribulaciones de los últimos tiempos» que nos llaman a renovar nuestro compromiso con la construcción de «un mundo donde todos podamos vivir dignamente en paz».
Nadie debe ser excluido
Para que reine esta «maravillosa armonía», escribe el Papa, es necesario «acoger la salvación de Cristo, su Evangelio de amor, para que se eliminen las desigualdades y discriminaciones del mundo presente». «Nadie debe ser excluido», reitera el Papa Francisco con letras claras en el Mensaje. En efecto, el proyecto de Dios es «esencialmente inclusivo» y «sitúa en el centro a los habitantes de las periferias existenciales». Por lo tanto, migrantes, refugiados, desplazados, víctimas de la trata.
«Es con ellos que Dios quiere edificar su Reino, porque sin ellos no sería el Reino que Dios quiere. La inclusión de las personas más vulnerables es una condición necesaria para obtener la plena ciudadanía».
Fuente de enriquecimiento
Construir el futuro con los inmigrantes y los refugiados significa también reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de construcción. Francisco recuerda la profecía de Isaías, en la que «los extranjeros no figuran como invasores y destructores, sino como trabajadores bien dispuestos que reconstruyen las murallas de la nueva Jerusalén». La llegada de extranjeros se presenta así como una «fuente de enriquecimiento».
Programas específicos
Además, es la propia «historia» la que nos enseña » la aportación de los migrantes y refugiados ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades». “Y lo sigue siendo también hoy».
«Su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen. Pero esta aportación podría ser mucho mayor si se valorara y se apoyara mediante programas específicos. Se trata de un enorme potencial, pronto a manifestarse, si se le ofrece la oportunidad».
Nueva energía para la vida de la Iglesia
Ciertamente, señala el Papa, «la presencia de los migrantes y refugiados representa un enorme reto», pero también es «una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos». Gracias a ellos «podemos madurar en humanidad y construir juntos un ‘nosotros’ más grande», dice el Obispo de Roma. Esto genera «espacios de confrontación fecunda entre visiones y tradiciones diferentes» y descubrimos «la riqueza que encierran religiones y espiritualidades desconocidas para nosotros».
La llegada de migrantes y refugiados católicos ofrece, de hecho, «energía nueva a la vida eclesial de las comunidades que los acogen», asegura el Papa.
«Compartir expresiones de fe y devociones diferentes representa una ocasión privilegiada para vivir con mayor plenitud la catolicidad del pueblo de Dios».
Construir el futuro con los vulnerables
El llamamiento se dirige entonces a todos los creyentes, especialmente a los jóvenes: «Si queremos cooperar con nuestro Padre celestial en la construcción del futuro, hagámoslo junto con nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados. ¡Construyámoslo hoy! Porque el futuro empieza hoy, y empieza por cada uno de nosotros.
«No podemos dejar a las próximas generaciones la responsabilidad de decisiones que es necesario tomar ahora, para que el proyecto de Dios sobre el mundo pueda realizarse y venga su Reino de justicia, de fraternidad y de paz».
Oración
Concluye el Mensaje del Papa, una oración especialmente compuesta en la que Francisco pide a Dios que «donde haya exclusión, florezca la fraternidad» y que todos seamos «constructores de tu Reino«, junto a «todos los habitantes de las periferias«.