El carisma del fundador – Como comunidad, no olvidar para qué hemos sido fundados

P. Heinrich Walter

Entrevista con la Sra. Marianne Mertke, dirigente internacional de la Federación de Mujeres de Schoenstatt.
Señora Mertke, ayer usted participó de un encuentro en el Aula Sinodal, organizada por el Dicasterio para los Laicos y la Vida. ¿Ha asistido antes a este tipo de reuniones? ¿Había otros schoenstattianos?

Mertke: Esta fue la primera vez que me invitaron como dirigente internacional de la Federación de Mujeres de Schoenstatt. Somos la única comunidad de Schoenstatt reconocida oficialmente por el Dicasterio como asociación privada de creyentes. Este reconocimiento tuvo lugar en 1996. Solo se invitó a las comunidades y movimientos oficialmente reconocidos. Fue una verdadera experiencia de Iglesia universal que siempre crece.

¿Qué es lo que más le llegó de la jornada?

Mertke: La diversidad de las comunidades se hizo notar de inmediato, tanto por las diferencias en las tareas, por la forma de trabajar, fruto del carisma respectivo, como por la diversidad de lenguas y áreas culturales. 

Me sorprendió la cantidad de africanos y asiáticos que ocupaban puestos de liderazgo. Fue una experiencia real de la Iglesia universal, que siempre está creciendo. Incluso participaron fundadores de algunas comunidades, por ejemplo el profesor Andrea Riccardi, de San Egidio. Otros ya están en la tercera generación. En seguida se perciben las diferencias entre el dinamismo de las comunidades muy jóvenes y la mayor madurez de las más antiguas.

Marianne Mertke

En el informe oficial se encuentran los detalles de la jornada. Por eso mi pregunta va más bien dirigida a cómo usted la vivió.

El carisma sólo es fecundo cuando es eficaz en la Iglesia.

Mertke: Por supuesto, la visita inesperada del Papa y sus intenciones son siempre especialmente impactantes. Pero me tocó con fuerza el tema de la autorreferencia en la Iglesia. Esto se aplica también a las comunidades, también al Movimiento de Schoenstatt. El carisma solo es fecundo cuando se hace efectivo en la Iglesia. Como comunidad, uno gira rápidamente en torno a sí mismo y a veces olvida para qué fue fundada. 

Se habló de la comprensión del carisma fundacional. Un carisma debe madurar en el tiempo y en el desarrollo. Hay que confiar en el Espíritu Santo, que actúa en la historia, lo que, por supuesto, me atrae, ya que nosotros, como comunidad, estamos muy conectados con el Espíritu Santo.

Ciertamente, también se habló del nuevo decreto del dicasterio del 21 de junio. En general, limita el mandato de los dirigentes a cinco años.

Mertke: Sí, así es, ahora entendí mejor cuál es el trasfondo del decreto. Parece que hay algunas disputas y experiencias difíciles con los líderes y el ejercicio de la autoridad y el poder. Hay comunidades en crisis existenciales. El tema se desarrolló a través de pequeños impulsos de varias personas del dicasterio. En la conversación que siguió, el profesor Riccardi dijo que las comunidades laicas necesitan una jerarquía más plana, deben verse más como un pueblo en camino. Dijo que era demasiado fácil copiar a las comunidades religiosas, que tienen estructuras completamente diferentes.

 

¿Y qué se llevará de las reuniones aquí en Roma cuando vuelva a casa mañana?

Conmigo también va el concepto de unidad dinámica

Mertke: Todavía tengo que evaluarlo un poco, pero ya puedo decir:

Se habló mucho de la conversión y la reconversión. Probablemente, un carisma solo será realmente fructífero en la época respectiva si se vuelve siempre al núcleo y se vive desde el centro último, por más sencillo que sea.

Entonces me quedará la idea de que el liderazgo es ante todo un servicio a la persona y que no hay que obsesionarse con las estructuras, los programas, las oficinas y la administración.

Conmigo también va el concepto de unidad dinámica. No es tan fácil lograrla, y nunca la tienes para siempre. Es un proceso constante que surge de las polaridades, una dinámica en la que siempre hay que buscar la unidad.

Y por último: Es bueno para mí y para nosotros como Movimiento estar en comunión con la Iglesia. Quizás incluso tengamos que poner un acento aquí, para cultivar más activamente la conexión con el camino de la Iglesia hoy. Hay mucho que hacer allí.

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