Una vida transfigurada y gloriosa pasa primero por la cruz

Karen Bueno/Brasil

En muchos viajes, es común que los conductores se dejen llevar por las indicaciones de un GPS. Con un aparato o aplicación, es posible planificar la ruta más corta, menos concurrida, más rápida…

Imagina que necesitas llegar a un determinado lugar y una voz interior (muy diferente de la del GPS) te indica un camino más difícil y complicado, lleno de desafíos. Sabes que es la opción más difícil, pero es la mejor y la más correcta para tu vida. Entonces, ¿qué camino tomarías?

Esto es más o menos lo que experimentaba Jesús camino de la Pascua. Sabía la dirección que debía tomar, conocía el deseo del Padre. Pero al mismo tiempo comprendió que ese camino le traería dolor y sufrimiento. Sabemos cómo se desenvolvió la historia. Jesús siguió fiel hasta el final. Con su entrega, nos alcanza la redención. A lo largo de los años, este acontecimiento es siempre una invitación actual a cada persona a recorrer, con Cristo, el camino de la cruz en la vida cotidiana, en la vida de alianza.

El ejemplo que viene del Padre

cruzAsí fue también en la vida del Padre José Kentenich. Era como si escuchara ese GPS interior que lo guiaba y supiera el camino a tomar. El gran acontecimiento que caracteriza su entrega a la voluntad del Padre es el 20 de enero de 1942. En aquella ocasión, ante la posibilidad de ser liberado de la prisión en el campo de concentración de Dachau, decidió enfrentarse a la cruz, porque no quería ser liberado por estrategias humanas. Escribió: «Antes de comenzar su pasión, Jesús rezó: ‘Nadie me quita la vida. Te la doy porque quiero’. Yo también hago esto: Nadie me quita mi libertad, la doy libremente. La doy porque Dios así lo quiere..Y mi alimento, mi tarea preferida es hacer la voluntad de Aquel que me envió y cumplir su Obra».

Humanamente hablando, era muy improbable que saliera vivo de Dachau, pero la María se ocupó perfectamente de todo, y fue precisamente en la prisión donde la Obra creció aún más y se expandió internacionalmente. Viéndolo desde esta perspectiva, el vía crucis logró su propósito fundamental: El resultado de su decisión y entrega fue la confirmación de que Schoenstatt es una Obra divina y tiene una gran misión para la Iglesia y el mundo.

La aplicación en la vida diaria

Así es también, una y otra vez, en la vida de cada persona. «Todos debemos llevar una cruz, cualquiera que sea; si huimos de una, caemos en otra», escribe el Padre José Kentenich. Pero, ¿qué actitud debemos tomar ante las cruces que nos impone la vida?

El Padre Kentenich, con su propio ejemplo, nos inspira a seguir a Jesús hasta la cruz y a dejarnos interpelar por Él: «La opinión pública, de un modo general, tiene la misma postura: todo menos la cruz, el sufrimiento; ¡fuera todas las cruces y el sufrimiento! Debemos admitirlo: la cruz y el sufrimiento forman parte de la esencia de la vida cristiana. Cada persona y cada familia debe cargar sobre sus hombros una parte muy grande de cruz y sufrimiento. Esto es lo que sucedió con Jesús. Jesús sufrió, sufrió mucho. Y sabemos que fue a través de la cruz y el sufrimiento, especialmente a través de su muerte, cómo redimió al mundo.

La vida de Alianza pide muchos aportes al capital de gracias, que, a su manera, son un dejarse clavar en la cruz con Cristo. En los momentos difíciles, la Cruz de la Unidad nos recuerda siempre que María está con nosotros, sosteniendo el cáliz y abrazando a los que se colocan con el Señor en el madero.

Con valentía y convicción, el Padre Kentenich nos enseña a sintonizar el «GPS interior» con la voz de la divina Providencia. Solo así es posible llegar a la Pascua, aunque de antemano haya piedras y tropiezos:

«Debemos tener la más viva convicción de que Dios ha trazado un plan, no solo un plan para el mundo, sino también un plan para mi vida personal. ¿Quién ha concebido este plan? No solo la sabiduría y la omnipotencia de Dios, sino también su amor. […] Por eso sé: en ese plan hay tal o cual sufrimiento. Ser hijo de la Providencia significa: tener la certeza de que todo acontecimiento -alegría, dolor, decepción- es un elemento esencial del plan de sabiduría, omnipotencia y amor de Dios. El hijo de la Providencia, en cada situación, se siente hijo amado de Dios. No hay que pensar que Dios está dormido. Más bien, es como si Dios y yo estuviéramos solos en el mundo, tal es el cuidado con que Él toma en sus manos los hilos de mi existencia».

 

 

Referencias:
Novena: Livre em Algemas
Libro: Cristo mi vida – Textos escogidos sobre Cristo. P. José Kentenich
Libro: En las manos del Padre – Textos escogidos sobre Dios Padre
Libro: Santidad de la vida diaria- Espiritualidad Laical de Schoenstatt

Fuente: Schoenstatt Brasil

Compartir

con sus seres queridos

Artículos relacionados que pueden interesarle