El Movimiento de Schoenstatt celebra 25 años en la Diócesis de Chiclayo/Perú

Carmita Cely / Karen Bueno

Hace menos de un mes, todo el mundo puso su mirada específicamente en este lugar del mapa: Chiclayo, en Perú. Todos querían saber de dónde llegaba el nuevo pontífice elegido, el papa León XIV, y dónde se encontraba exactamente. La Familia Internacional de Schoenstatt también estaba atenta a este lugar y deseaba descubrir si había schoenstattianos en este rincón especial de Sudamérica.

En Chiclayo encontramos una familia de Schoenstatt viva, activa y misionera, con miembros del Apostolado de la Virgen Peregrina, de la Liga de Madres y varios sacerdotes diocesanos que sellaron la Alianza de Amor.

25 años de historia

A pocos días de la elección del Papa, la Familia de Schoenstatt de Chiclayo se reunió para celebrar su historia. El domingo 25 de mayo, una solemne celebración marcó los 25 años del Movimiento Apostólico de Schoenstatt en dicha diócesis.

Justo en el altar donde el papa León XIV celebró tantas veces, en la Catedral de Santa María, sede de la diócesis, se reunieron por la noche los miembros del Movimiento de Schoenstatt.

La misa fue presidida por el vicario diocesano, el P. Jorge Villegas. La homilía corrió a cargo del coordinador nacional del Movimiento de Schoenstatt en Perú, el P. Eduardo Auza. Concelebraron varios sacerdotes que ya sellaron la Alianza de Amor.

Ser constructores de paz, como el Papa León

En la homilía, el P. Eduardo expresó su felicidad por tener la oportunidad de ser el primer Padre de Schoenstatt en oficiar una misa en la catedral del Papa. «Quiero aprovechar esta oportunidad para saludarlos. No soy peruano, soy ecuatoriano y vivo en la diócesis de Guayaquil, por eso quiero saludarlos y felicitarles por tener un Papa peruano», dijo, arrancando aplausos de la comunidad.

El P. Eduardo habla sobre el año de la esperanza y hace hincapié en la paz, que fue el tema del discurso inicial del papa León XIV. «Para nosotros, los cristianos, la paz no es solo la ausencia de guerras y problemas, no es vivir en la pasividad total ni irse de vacaciones y quedarse en una hamaca o en una silla de playa… Lo que Jesús nos dice hoy es que debemos ser constructores de paz. Es una paz que, como decía el Papa León XIV, sirve para construir puentes. Es una paz que tiene que ser misionera. Es una paz que tiene que ser desarmada y desarmante. Es una paz que mira a María».

Esta diócesis, más que ninguna otra, tiene que lanzarse

Al hablar de las tres gracias del Santuario de Schoenstatt, el coordinador del Movimiento afirma que la Madre nos ofrece fecundidad apostólica «para que no nos durmamos, porque la esperanza no se espera». Explica: «A veces se habla de la esperanza como quien espera que pase el autobús. La esperanza, en cambio, es un compromiso con el mundo. La paz es un compromiso con el mundo. Y queremos promover mucho eso en toda la Iglesia, especialmente en esta diócesis. Tiene que lanzarse a construir puentes por la paz. Tiene que lanzarse a tender puentes. Tiene que lanzarse a ser misionera, a tener una piedad mariana lúcida que nos lleve siempre al encuentro de Cristo».

Con motivo de la celebración de las bodas de plata de la presencia de Schoenstatt en la diócesis, el P. Eduardo afirma: «Ella (María) viene a nosotros todos los días para traernos a su Hijo Jesús. Ella quiere hacer de mi corazón un lugar hermoso. María, la Virgen de Schoenstatt, que, desde hace 25 años peregrina en esta diócesis, quiere seguir peregrinando por los hogares, los hospitales, los seminarios, las cárceles… para llevar este mensaje tan importante que tanto necesitamos. Y damos gracias a Dios para que podamos alabarlo por los siglos que vendrán. Amén».

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