El pasado 30 de agosto, la Comunidad de los Padres de Schoenstatt celebró los 54 años de la bendición del Santuario sobre el Monte Sion en Schoenstatt. Este Santuario está junto a nuestra casa central, la que llamamos Casa Paterna (Vaterhaus en alemán).
Sin ir en desmedro de la fecha de fundación oficial de nuestra Comunidad (18 de julio de 1965), ha sido la fecha de la bendición del Santuario la que se ha transformado en el “Día de Fiesta” de la Comunidad de los Padres de Schoenstatt. Este año, por distintos motivos, se reunieron padres de todo el mundo y de todas las generaciones.
Éramos más de 100 sacerdotes provenientes de Europa (España, Portugal, Alemania, Suiza, Polonia, Austria), África (Nigeria, Congo, Sudáfrica), Asia (India) y América (Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, México).
A su vez, se trataba de distintas generaciones. Todavía tenemos la gracia de contar con miembros que tuvieron contacto con el Padre Kentenich y pertenecen a la generación fundadora. Los más jóvenes eran cuatro seminaristas nigerianos que están al final de su tiempo de formación y que, Dios mediante, serán ordenados diáconos en los próximos meses.
Poco a poco la casa se fue llenando. Llegaban los padres que trabajan en parroquias y que estaban participando de una jornada los últimos días. También llegaron los padres que viven en Schoenstatt, aquellos que estaban participando en cursos de formación o algunos que estaban de visita en Schoenstatt por motivos apostólicos. Todos se saludaban, algunos para presentarse y conocerse, otros para reencontrarse después de mucho tiempo.
Iniciamos la jornada con una Celebración Eucarística
A las 10:30 de la mañana comenzó la celebración de la Eucaristía, presidida por nuestro superior general, el Padre Alexandre Awi. Reflejando una realidad cada vez más fuerte, nos movíamos del inglés al alemán, del alemán al español y de regreso al inglés. Y las melodías de las canciones, y su interpretación con distintos instrumentos, nos ayudaban a apreciar la multiculturalidad en nuestra Comunidad de padres: una realidad que nos desafía, pero que sobre todo nos alegra y nos regala esperanzas.
En su homilía, el padre Alexandre nos recordaba que hace 10 años, en torno a las celebraciones de los cien años de la Alianza de Amor, sellamos, como Comunidad, una Alianza de Amor por la Familia de Schoenstatt. Era la invitación a renovarnos en el sentido central de nuestra existencia. Poder servir con todas nuestras fuerzas, capacidades – y también nuestras debilidades- al carisma de Schoenstatt a través de su Familia. En una parte de su prédica el padre Alexandre nos recordó la frase del padre Kentenich:
“Todo para Schoenstatt, Schoenstatt para la Iglesia
y la Iglesia para la Santísima Trinidad”
Nos hizo una invitación a que cada uno haga su parte en este servicio: “para algunos se trata de la oración; para otros, del trabajo en el sentido de Schoenstatt (según lo que le pide la Comunidad); para otros, el trabajo directo con el Movimiento. La Mater sabe cuánto cada uno puede entregar por nuestra Familia”.
Al final de la Misa peregrinamos a nuestro Santuario de Sion. Era una larga procesión que terminó reuniéndose frente al Santuario para renovar la Alianza de Amor con María, con nuestro Padre Fundador, y en esta ocasión, conscientemente por la Familia de Schoenstatt, a la que estamos llamados a servir.
Fue un día completo de Comunidad. Había tiempo para compartir en torno a la mesa, conversar y rezar. Lo hicimos con un corazón agradecido por el don gratuito de la vocación y el carisma que Dios nos ha regalado.
De la Misa del Instrumento, en el Hacia el Padre:
“En el futuro, guárdanos como pertenencia tuya y que sólo a ti consagremos las fuerzas del amor,
para que Cristo pueda actuar por nosotros y conducir a los hombres hacia el cielo.
¡Recorra Él en nosotros la tierra y con su Esposa extienda su Reino!
Envíanos al Espíritu de fortaleza del Señor para que por Él surja la creación renovada:
El Reino de Schoenstatt, nación de Dios, que se asemeja a la eterna Ciudad de Sion,
donde triunfa el amor y reinan siempre la justicia y la verdad. Amén.”
Fotos: P. Ignacio Camacho