Vínculos en riesgo y la Palabra del año

P. Hugo Tagle

Todos los años, los grandes diccionarios en línea eligen una palabra representativa. El 2023 fue “polarización”; en 2024 apareció “brain rot” (pudrición cerebral); y este año surge “parasocial”. Juntas, estas elecciones trazan un mapa revelador de la época. La Real Academia Española, Oxford y Cambridge –a través de sus selecciones anuales– han ido mostrando una transformación profunda en nuestra manera de relacionarnos, pensar y sentir en el entorno digital.

La polarización, destacada por la RAE en 2023, reflejaba una sociedad fragmentada, donde las ideas se alineaban en bandos contrapuestos. Un fenómeno impulsado por los algoritmos de las redes sociales, que detectan tendencias, las potencian, o las llevan a un primer plano muchas veces artificial, privilegiando el conflicto por encima del consenso.

Para 2024, Oxford eligió otro término: “brain rot” o pudrición cerebral. La palabra se refiere al deterioro cognitivo atribuido al consumo masivo de contenido digital superficial y reavivó el debate sobre regulación y estándares de calidad de la IA.

Este 2025, el diccionario de Cambridge –cuyo portal es visitado por millones de personas– completa el cuadro con el término “parasocial”, concepto que describe conexiones donde alguien siente proximidad con quien no le conoce, desde estrellas de cine, música, deporte, influencers, hasta inteligencias artificiales. La ilusión de cercanía se construye sobre una relación estrictamente unilateral, donde el receptor –cantante, actor o deportista–, nada sabe sobre el interlocutor. Solo un número más en su abultada red de seguidores.

El término no es nuevo. La palabra “parasocial” surgió en 1956 para describir cómo los televidentes desarrollaban vínculos ilusorios con personalidades de la pantalla. Siete décadas después, plataformas digitales e inteligencia artificial han multiplicado exponencialmente este efecto. Hoy, celebridades y personajes públicos acumulan seguidores que genuinamente creen “conocerlos” pero viven un engaño que puede detonar frustraciones y mayor aislamiento. Pero la frontera avanza: asistentes virtuales como Alexa o Siri, y chatbots como ChatGPT, se han integrado como presencias cotidianas. Su sofisticación creciente los posiciona, para algunos usuarios, como compañeros más consistentes que sus relaciones humanas.

Ante este panorama, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó en enero el documento Antiqua et nova, sobre inteligencia artificial y relaciones humanas. Junto con alabar las evidentes bondades de los adelantos tecnológicos, la Iglesia subraya que la IA debe ser herramienta para el desarrollo humano, nunca sustituto.

Mientras las plataformas monetizan la atención y las empresas de tecnología prometen compañía artificial instantánea, la evidencia apunta a que las relaciones humanas –reales, libres y recíprocas– conservan un valor único. En un mundo de vínculos paralelos, donde coexisten conexiones auténticas con sucedáneos digitales, la elección de “parasocial” como palabra del año sirve como recordatorio: la tecnología puede mediar, pero nunca sustituir los lazos que nos hacen plenamente humanos.

«Tenemos que capacitar nuevamente al hombre para sus múltiples vínculos, hacerlo capaz y dispuesto para un profundo vínculo interior con lugares, cosas e ideas. Sobre todo, tenemos que hacerlo capaz de desarrollar los vínculos con la comunidad». «Quien ignore esta tarea en la educación y en la pastoral construirá sobre arena sus planes de renovación».

(Kentenich, José, Vinculaciones personales, op. cit., p. 19ss.).

Fuente: Revista Vínculo, n. 397, diciembre de 2025.

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