El prelado, presente en los trabajos de la Asamblea Continental Europea en Praga, cuenta cómo el conflicto ha interrumpido el camino emprendido por las comunidades de la diócesis para el documento preparatorio del Sínodo, pero ha sacado a la superficie una manera de actuar juntos, entre el pueblo, los agentes pastorales y los sacerdotes, para ayudarse mutuamente y fortalecerse en el espíritu a través de la oración
Después de Praga, el intercambio sobre los frutos de los trabajos del Sínodo continuará a nivel local. La Iglesia ucraniana, afectada por la invasión militar rusa, no ha podido profundizar en los temas propuestos en las diócesis. Sin embargo, en la tragedia de la guerra, ha descubierto un rostro concreto de cercanía y de auténtica sinodalidad.
Monseñor Oleksandr Yazlovetskiy, obispo auxiliar de Kiev-Zhytomyr, nos habla de ello. Confiesa que entre los 200 delegados se encontró en un estado de limbo, de desorientación, como si, según dice, «en medio de tantas realidades que hablan de armonía, hubiera en mí una tristeza constante».
Transcribimos aquí un diálogo con Mons. Yazlovetskiy.
El encuentro se abrió con las palabras de Monseñor Grušas, que expresó su esperanza de que se ponga fin a la agresión rusa en Ucrania, para que la verdadera paz y la reconciliación puedan reinar en Europa.
¿Cómo le afectaron estas palabras?
Mons.Yazlovetskiy: Lo esperábamos un poco, porque cuando estás en un ambiente católico, siempre encuentras solidaridad, consuelo y oraciones allá donde vas. Suelo estar en Kiev, pero de vez en cuando voy a Italia, justo antes de venir aquí estuve en Estados Unidos, y siempre recibí palabras de solidaridad.
Pero, ¿qué significa para usted la sinodalidad, un año después del comienzo del conflicto?
Mons.Yazlovetskiy: A decir verdad, es difícil hablar de sinodalidad. Cuando comenzó el Sínodo, se me encomendó la tarea de coordinar el trabajo de las siete diócesis católicas romanas que tenemos. Empezamos como todos, con nuestras esperanzas y nuestros temores. Pero cuando estalló la guerra, evidentemente otra cosa tuvo prioridad. Nos resulta difícil continuar esta labor y, a decir verdad, no tenía muchas ganas de venir. Comprendo que el mundo sigue adelante, que la Iglesia tiene que hacer frente a todos los desafíos, pero nuestras realidades y pensamientos están desgraciadamente muy lejos.
Por otra parte, si queremos fijarnos en una cosa «buena» que nos ha aportado vivir en guerra, es precisamente esta cercanía a la gente: en los refugios, tomando el té con ellos, ayudando con voluntarios. Cada parroquia se ha convertido en una pequeña Cáritas, con tantos desplazados y tantas necesidades. En resumen, esta guerra ha ayudado a muchos sacerdotes de Ucrania a salir de sus casas e ir entre la gente con la oración y la ayuda. Han sido realmente muy buenos. Nuestra diócesis es muy grande, estaba parcialmente ocupada por los rusos en la época de las masacres de Bucha e Irpin. Aquí estoy muy orgulloso de cómo los sacerdotes se ocuparon de la gente que huía. Espero que esta solidaridad que tenemos y vivimos hoy no se pierda, que se conserve.
Entonces, ¿el conflicto no ha dividido a la Iglesia?
Mons.Yazlovetskiy: No, no ha dividido. Debo decir que al principio tenía muchos temores. Los jóvenes y la gente de mediana edad no habíamos vivido la guerra. Pero nuestra gente era muy buena. Hay excepciones, pero la mayoría de la gente se ha acercado mucho a la Iglesia. Incluso entre nosotros, hay muchas parejas que solo se casan por lo civil, y cuando llega la llamada para alistarse en el ejército para luchar, también deciden casarse, por miedo a que los hombres no vuelvan. Es hermoso, hay tantos matrimonios, tantos bautizos, tantas situaciones en las que la gente intenta arreglar su relación con la Iglesia.
Fuente: Vatican News