En la celebración de alianza del encuentro de octubre en Schoenstatt hace unos días, los schoenstattianos chilenos nos conectaron con la vida en y alrededor del Santuario del Espíritu Santo de Bellavista. La dinámica del Espíritu Santo se hizo tangible. La experimentamos de manera concreta cuando, durante la celebración del 31 de mayo, un fuerte viento hizo llover hojas sobre los participantes en un momento decisivo e hizo que una ventana del Santuario se abriera.
Este encuentro de octubre coincidió con el Sínodo Mundial de Roma, cuya alma es escuchar la voz del Espíritu Santo como protagonista de una Iglesia sinodal. Las similitudes, las profundas líneas de conexión, son palpables: el mismo Espíritu, aquí y allí.
Paralelo 8 de diciembre de 1965
Me viene a la mente un paralelismo histórico: en el gran sínodo, llamado Concilio, el Padre Kentenich intervino conscientemente en la ceremonia de clausura del 8 de diciembre. Prometió al entonces papa Pablo VI que Schoenstatt contribuiría a la realización de la misión postconciliar de la Iglesia. Entre otras cosas —y esto se está descubriendo en la actualidad— para una Iglesia guiada en profundidad por el Espíritu Santo.
¿Qué piensa usted? ¿No podríamos traer este acontecimiento al presente conectándonos y aliándonos también hoy con el Sínodo? La sinodalidad es precisamente el programa «postconciliar» de la Iglesia. Es mucho más que tal o cual reforma. Supone nada menos que un cambio cultural. El nuevo director del Movimiento de Schoenstatt en Alemania, Padre Felix Geyer, desarrolló la «sinodalidad específica de Schoenstatt» en su prédica del 20 de octubre de 2024, en su primera celebración eucarística como dirigente del Movimiento. Llamó a que nuestros corazones se conmuevan y ensanchen para esta sinodalidad específica de Schoenstatt. Encontrar caminos desde nuestros propios movimientos del corazón para vivir juntos en el mundo de hoy, en la Iglesia y en la sociedad.
Eso hay que aprenderlo. El Sínodo aprendió la «conversación en el espíritu» y pidió que se incluyeran otras tradiciones espirituales. La «pastoral del pulso» (pastoral desarrollada en el Movimiento de Schoenstatt Alemania) está desarrollando actualmente su propia «conversación en el espíritu», que escucha las voces del tiempo, del alma y del ser en una vista panorámica de 360 grados, por así decirlo, y de este modo escucha todas las voces. Cuando hay armonía, la voz del Espíritu Santo es fiable.
27 de octubre de 1912: un acontecimiento en el espíritu sinodal
La conclusión del Sínodo Mundial tendrá lugar el 27 de octubre.
La fecha sugiere una conexión histórica: el 27 de octubre de 1912, el Padre Kentenich invitó a sus alumnos de la casa de estudios de Schoenstatt a emprender un camino común con María. Querían aprender a convertirse en personas firmes, libres y sacerdotales. Este camino perdura hasta hoy. Se convirtió en una corriente mundial.
José Kentenich no quiso recorrer este camino solo ni determinarlo solo. En la charla que hoy se considera el acta pre-fundación de Schoenstatt, hizo hincapié en ello. «Queremos aprender. No solo ustedes, sino también yo. Queremos aprender unos de otros… Nosotros, no yo. Porque no haré nada, absolutamente nada a este respecto sin su pleno consentimiento».
La palabra básica sinodal «nosotros»: un programa precisamente sinodal. El desarrollo y crecimiento de Schoenstatt es, por tanto, un camino que se ha recorrido juntos y que se quiere seguir recorriendo juntos.
Diálogo en el Espíritu
Con vistas a la vida práctica que comenzará ahora después del Sínodo, invitamos a todos a llevar un estilo de vida sinodal y a poner al Espíritu Santo en el centro de nuestras consideraciones y decisiones.
En el Sínodo hemos aprendido a escuchar cada vez con más atención a nuestros hermanos y hermanas, incluso a aquellos con los que no estamos de acuerdo. Hemos aprendido a guardar silencio y a rezar antes de hablar. Hemos aprendido que somos hermanos y hermanas y que todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión.
Que estas sugerencias nos ayuden a enriquecer nuestra vida en la Alianza de Amor con María para dar nuevos frutos. Queremos ser pioneros de un cristianismo integral, que significa vivir, amar y pensar orgánicamente, unidos unos con otros, juntos en el corazón de Dios.
Traducción: Hna. M. Lourdes Macías