Hace 25 años que fue la primera vez que un grupo de matrimonios schoenstattianos de Paraguay salieron “al mundo” con la intención de llevar a la Mater Tres Veces Admirable hasta los rincones más alejados de la patria, y así nacieron las Misiones Familiares Schoenstattianas. Desde ese año, ahora ya lejano, familias acompañadas de la Juventud Femenina junto a la Juventud Masculina vivieron una experiencia que nunca olvidarán: misionar en familia.
Sería imposible para nosotros hoy hacer el recuento de los kilómetros recorridos a pie para llegar a los hogares, así como solo Dios podría saber la cantidad de oraciones que fueron ofrecidas en todos estos años con los pobladores de los lugares hasta donde llegaban los misioneros con una sonrisa llevando a la Virgencita, nuestra “Tupasy” como se le conoce en lengua guaraní.
Fuego de mi Patria, tu misión en mi corazón
Si bien la pandemia por el coronavirus interrumpió la misión, este 2022 fue el año del reinicio, ese recomenzar que tanta falta nos hace a veces en nuestro día a día para seguir con más fuerza. Con el lema “Fuego de mi Patria, tu misión en mi corazón” unos 1.200 misioneros, entre familias y jóvenes de hasta 25 años, recorrieron las calles de 10 pueblos del departamento de Paraguarí y sus alejadas compañías cargados de espíritu schoenstattiano y la Virgen Peregrina.
La fe popular del paraguayo es enorme
Fue así que la Mater llegó a pequeñas ciudades y alejadas campiñas de las localidades de Acahay, Bernardino Caballero, Pirayu, La Colmena, Tebicuarymi, San Roque González, Paraguarí, Ybycuí, Quiindy e Ybytumí. El promedio de misioneros en cada uno de esos pueblos fue de 110 personas, lo que implicó un trabajo extraordinario de los responsables en cada sitio de la logística, de la espiritualidad, del encuentro con jóvenes, del encuentro con matrimonios, del “cumpleaños gigante” junto a todos los niños del pueblo que a su vez llenaron de color y alegría los polvorientos caminos.
Luego de dos años de interrupción, para muchos estas fueron las primeras misiones que pudieron vivir. Ellos nos relatan que las emociones fueron incontenibles. La enorme fe que comparten los paraguayos más humildes es realmente un ejemplo que pudo ser comprobado por aquellos que se animaron a vivir el Evangelio como familias comprometidas con la Iglesia y el país.
A continuación publicamos la carta de agradecimiento escrita por el Padre Cristián Rodríguez, asesor de las Misiones Familiares Schoenstattianas en Paraguay
Hay cosas que no se pueden expresar con palabras pero que se perciben en el interior de la persona. Hay cosas que a simple vista no tienen explicación. Una de ellas es la acción de Dios en la vida de aquellos que experimentaron salir a misionar.
En 1997 un grupo de matrimonios y jóvenes llenos de ilusión decidieron salir de ellos mismos para llevar a Jesús y María a todos los rincones de nuestra patria. El efecto multiplicador de esta acción difícilmente lo podremos dimensionar. Hoy, 25 años después queremos dar gracias a Dios y a la Mater por su fidelidad; queremos dar gracias a cada matrimonio, a cada joven, a cada niño que fue protagonista de esta historia.
Cada aniversario nos impulsa a mirar hacia atrás y descubrir con alegría el camino recorrido. Los invito a que continuemos profundizando en nuestra historia, a sorprendernos con la acción de Dios y de la Mater. Los invito a frenar, a contemplar lo vivido para no perdernos en los detalles y centrarnos en lo importante.
Sigamos anunciando el Evangelio, nunca solos, Dios nos envía juntos a cosechar lo que Él ya ha sembrado en los corazones (Lc10,1.12).
Pudimos llegar a numerosos pueblos gracias a la acción conjunta, a la renuncia, a que apostamos por la unidad. Hoy 25 años después, estamos llamados a seguir anunciando el Evangelio; a que nos reconozcan por nuestro amor “En esto reconocerán que son mis discípulos, si tienen amor, los unos por los otros” (Jn13,15). Hoy agradecemos por las renuncias que nos hicieron crecer como familia misionera.
Estos 25 años son una oportunidad para decir: ¡Gracias! Gracias por hacer familia en cada pueblo, gracias por regalar familia, gracias por dejar de lado los propios intereses para centrarse en los demás haciendo de nuestras misiones algo tan novedoso, que genera las condiciones necesarias para que el Evangelio penetre en nuestros corazones.
Cuántas ermitas fuimos dejando a lo largo de estos años. Al contemplarlas nos llena de una alegría interior que nace del espíritu y ayuda a exclamar que todo sacrificio valió la pena. Tantas ermitas que quienes la miran en su día a día reciben la cálida sonrisa de María que desde su santuario les regala protección y esperanza. Cuántas personas se experimentaron escuchadas a lo largo de estos 25 años por visitantes que solo venían a regalar su tiempo y a llevar una pequeña imagen, que al contemplarla, cala en lo más profundo del corazón sin siquiera darnos cuenta.
Cuántos dolores, pérdidas, sufrimientos, fueron sostenidos por aquellos misioneros que dejaban de lado sus intereses personales para ponerse a disposición de personas que no conocían pero que necesitaban de Dios. Cuántas alegrías, esperanzas, consuelos y testimonios se potenciaron a lo largo de estos 25 años de misión.
Gracias a tantos matrimonios que con su ejemplo de familia impulsaron a jóvenes a soñar y construir un hogar mejor del que recibieron. Gracias a tantos jóvenes que sin saberlo fueron esperanza de matrimonios que necesitaban de sus sueños, de su entrega de sus ideales.
En nuestro año jubilar queremos agradecer a Dios, queremos agradecer a cada persona que de una u otra forma hizo posible que hoy celebremos nuestros 25 años. Agradecerle a cada asesor que fue guiando este caminar, a cada consejo que participó en las misiones, a cada jefe, a cada sacerdote, a cada hermana.
Gracias por hacer posible que Dios llegue a numerosos hogares y pueblos. Gracias por llevar Schoenstatt a diferentes lugares del país.