El significado de la Cruz de la Unidad para el tiempo actual

P. Andrés Larraín

Al igual que todos los años el 14 de septiembre nuestra Familia de Schoenstatt, ad-portas de celebrar un nuevo aniversario de la Pascua de nuestro Fundador, P. José Kentenich, celebra junto a la Iglesia la Exaltación de la Cruz. En esta fiesta celebramos que el 14.09.630 fue llevada nuevamente a Jerusalén la reliquia de la Cruz que había sido encontrada por Santa Elena el año 320 y que fue tomada desde la Basílica del Santo Sepulcro por los persas el año 614.

Nosotros también queremos mirar al Crucificado y descubrir en la Cruz algunos de los rasgos fundamentales de la imagen de Cristo que tenía nuestro Padre Fundador.

Yo no estaba vivo en el tiempo que se gestó la Cruz de la Unidad. Tuve el regalo de tener contacto con algunos de los protagonistas de esa historia y quiero compartir, con mis palabras, lo que escuché, junto a otras personas de ese tiempo.

Un poco de historia de la Cruz de la Unidad

Se acercaba la ordenación de los primeros jóvenes chilenos que se habían decidido por el sacerdocio en la comunidad de los Padres de Schoenstatt. Como un signo de agradecimiento por la elección y la historia que el Señor y la Mater habían hecho con ellos les querían hacer un regalo. Al principio pensaron en una corona y poco a poco, después de una charla que les dio el P. August Ziegler de la imagen de Cristo que tenía el P. José Kentenich se decidieron por hacer una Cruz. El primero de los chilenos que se ordenara la llevaría al Santuario de Bellavista.

En ese momento la Familia de Schoenstatt que vivía en torno al Santuario de Bellavista estaba viviendo un momento de muchas tensiones. Lo que esos jóvenes habían experimentado como un pequeño anticipo del paraíso por la atmósfera de familia que se vivía se había quebrado. Incluso en un momento la Conferencia Episcopal de Chile prohibió que nuevos grupos se unieran al Movimiento de Schoenstatt, por tratarse del período del exilio del Fundador.

Frente a esta situación la respuesta de diferentes personas y comunidades fue tomar en serio las contribuciones al capital de gracias. Es injusto nombrar sólo a algunas personas, pero jugaron un rol importante, entre otros, la Hna. M. Teofila, Mario Hiriart, el P. Hernán Alessandri, etc.

Uno de los seminaristas entró a la pieza de un sacerdote en Santa María, Brasil y vio una mayólica de Maria Laach donde estaba María junto a la Cruz y se la mostró al entonces seminarista, Ángel Vicente que era escultor y puso manos a la obra.

Imagen de Cristo

Podríamos decir que la imagen de Cristo que tiene nuestro Padre Fundador es el Cristo de los vínculos o de las vinculaciones: nos muestra la relación de Jesús con Dios Padre, con los hombres, con la misión, con María y con uno mismo. De eso les habló el P. August Ziegler cuando les presentó la imagen de Cristo del P. José Kentenich les habló del Cristo patrocéntrico, fraterno, apostólico, mariano y sacerdotal.

El Cristo patrocéntrico: está representado por el “Ojo del Padre” en la parte superior de la Cruz. Quiere expresar que el Jesús sólo quiere realizar la Voluntad del Padre, que busca tener momentos exclusivos y excluyentes con Él para conversar, discernir y hacer sólo lo que el Padre quiere, cuando quiere y cómo quiere.

El Cristo fraterno: el Cristo de la Cruz de la Unidad no es un Cristo muerto, está vivo, con los brazos abiertos sobre la Humanidad, donde cada uno de nosotros tiene su espacio. Es el Jesús por todos y cada uno de nosotros y que está en un diálogo profundo con la Humanidad en los ojos de María.

El Cristo apostólico: está expresado en el costado abierto, del que brota sangre y agua. Esta dimensión apostólica queda mucho más explícita en la Cruz que tiene el fondo rojo donde la Sangre y el Espíritu Santo de alguna manera son el trasfondo de la entrega de Jesús. Ha sido movido por el Espíritu para seguir la Voluntad del Padre y entregar su vida por cada uno de nosotros.

El Cristo mariano: posiblemente es una de las características que más nos llama la atención. La Mater junto al Señor, como lo ha estado desde el primer momento. La presencia de María en la Anunciación expresa que Jesús es Dios porque su concepción fue Obra del Espíritu Santo. Su presencia en la Cruz expresa que Jesús es hombre, un hombre que, al igual que nosotros muere. En su caso entregándose por Amor al Padre y a nosotros. Este “color mariano” es el que queremos que vaya marcando toda nuestra vida.

El Cristo sacerdotal: no podemos olvidar que los jóvenes que estaban plasmando en este tiempo sus anhelos y los anhelos del P. Kentenich estaban llamados al sacerdocio. Querían ponerse en el Cáliz, en las manos de la Mater para llevar al Señor y su sacrificio a todos los lugares donde Ellos los quisieran enviar. En el Cáliz de la Cruz de la Unidad original hay una cuenca del rosario de la Hna Teófila. En los momentos de dificultad que vivía la Familia de Schoenstatt en Bellavista la Hna Teófila les dijo a esos jóvenes que se la jugaran por la unidad. Ese anhelo y petición los marcó no sólo por lo que significaba y tocaba su corazón sino porque ella también les dijo que ofrecía su vida por ello.

El milagro de la Unidad

El milagro de la Unidad se realizó de una manera inesperada cuando el primer chileno ordenado sacerdote, P. Humberto Andwanter, celebró por primera vez misa en el Santuario de Bellavista, la misa de los pastores el 24 de diciembre de 1960. A una de las personas que estuvo presente en esa misa le escuché decir que lo vivido en ese momento fue como prender una chimenea en una sala helada y que el calor familiar derritió las barreras que, hasta ese momento, había en la Familia.

Al poner al Cristo de los vínculos en el centro de la Familia nuestra vida se ordena. Se ordena el amor a Dios, a los hombres, a uno mismo, a la misión. Nuestra historia es testigo de eso.

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